Sin aplausos y con sobre exigencias, los y las docentes de la CABA y la provincia de Buenos Aires reclaman sus derechos laborales, con un 75% de mujeres trabajadoras que integran el sector y que se sienten recargadas en sus tareas.
Por Noor Jiménez Abraham* / Foto: Educ.ar
A la pregunta repetida: ¿cuándo se reinician las clases?, la reiterada respuesta del ministro de educación, Nicolás Trotta, sobre que, de manera virtual, las aulas siguen funcionando. En tiempos de Covid19 se escucha sobre la preocupación de familias por las demandas del homeschooling o educación en el hogar, que en este caso no fue una decisión ligada a la voluntad sino al imperativo de la pandemia.
De esta situación se derivan otras, como la falta de conectividad y la sobrecarga, especialmente de mujeres, en tiempos en los que ellas tienen más trabajo en sus casas –todavía son quienes unilateralmente cubren las exigencias de la familia las 24 horas del día
Según datos del Censo Nacional de Personal Docente de 2014, tres de cada cuatro docentes son mujeres y el 35,5% ejerce en la provincia de Buenos Aires con un porcentaje de alumnos y alumnas del 36,5% (Sice –Secretaría de Innovación y Calidad Educativa-, mayo de 2017).
La educación suele ser de esos temas en los que la gente juzga solo desde un lugar que se podría denominar de “sentido común”. Es decir, haber pasado por un aula en algún momento de la vida o tener familiares en el sistema escolar. Estas dos situaciones parecieran dar pasaporte para opinar, criticar y hasta sentenciar lo que es o no correcto.
Las personas que se encuentran en el primer grupo, haber pasado por un aula en algún momento de sus vidas, parecen desconocer un dato relevante: la escuela actual está muy distante de la de años previos, y no tan lejanos. Si bien no se dieron transformaciones coyunturales, lo que sí cambió es la sociedad, eso que se denomina comunidad educativa, y que incluye a docentes, alumnos y alumnas, personal administrativo, auxiliares, jerarquías y familias.
A quienes están en el segundo grupo, el de tener algún familiar cercano en etapa escolar, la ansiedad actual de las personas adultas está generando en niñas, niños y adolescentes una gran angustia, pues deben vivir el momento con la observación cercana, mucho mayor que antes del tiempo de aislamiento social, en el que, además, tienen que compartir con sus familias todas las jornadas, a veces sin lugar para espacios personales.
Silvia, profesora de escuela de gestión privada de la provincia de Buenos Aires manifiesta que “si bien la institución nos dio absoluta libertad, nos brindó pocas herramientas y la mayoría de niños y niñas tienen escasos conocimientos tecnológicos”. A ese malestar le suma el hecho de recibir respuestas de las familias de los y las estudiantes, que intervienen con sus opiniones sobre las tareas “de mala manera”; tales casos fueron elevados a su directivo quien le manifestó que “hagamos oídos sordos a lo que madres y padres critican”.
Si bien el ministro de educación mencionó en distintas entrevistas en los medios masivos la buena voluntad y el profesionalismo docente, se escucharon críticas desde otros sectores no expertos en el tema, sobre si la cantidad de tarea es mucha, poca, difícil, sencilla y otras valoraciones.
Al ser consultada por Marcha, Laura, docente de primaria en el Mariano Acosta, en su rol de mamá cuenta que su hija adolescente, que concurre a otra escuela, “a veces está colapsada y me pide que la ayude”, a lo que agrega: “En mi escuela hay gente que la pasa muy mal, les cuesta distribuirse los horarios para usar la única computadora que tienen en la casa, yo mando al colegio por correo las actividades, se imprimen y quienes las necesitan las pueden pasar a buscar”. Con respecto a su doble trabajo, manifiesta: “Hay que contener muchos frentes a la vez”.
De acuerdo con lo publicado por la consultora Grow (Género y Trabajo): “Incluso sin una crisis, las responsabilidades de cuidado generalmente recaen en las mujeres. Mientras que el 83% de las mujeres con hijos/as realiza tareas de cuidado, el 13% los varones realizan estas tareas” (ENES, 2015)(7).
Entre los interrogantes al ministro Trotta, está el reiterado pedido de fecha de vuelta a las aulas presenciales, a lo que él repite que se desconoce porque está ligada al desarrollo de la enfermedad ya que niñas, niños y adolescentes, aunque no son quienes mayormente la padecen, sí son las personas con grandes posibilidades de transmitirla a otras en riesgo.
Surgieron dudas además con respecto a los recreos: “¿los van a sacar para recuperar el tiempo en que no hubo clases”?, interrogan al ministro. A lo que el funcionario responde que “el año no se perdió porque tanto docentes como alumnas y alumnos están trabajando desde el día 1”.
De ser implementada semejante política sería pensada solo desde la mirada de la eficiencia (en duda) y no en los seres humanos que se pretende proteger y de quienes, paradójicamente, también se menciona su agotamiento.
Stella, profesora de escuela pública de nivel secundario, se refiere a la gestión de la angustia que genera la situación: Los docentes no estamos capacitados para resolver lo emocional, no solo porque nos faltan herramientas sino porque no percibo que el personal jerárquico esté haciendo un buen trabajo alrededor de esto, siento que la mayor demanda es la contención de las emociones”.
El home office al que se hace referencia actualmente no aplicaría en el caso de la docencia, ya que trabajadores y trabajadoras deben utilizar sus propios recursos (tablets, pc, notebooks, teléfonos) y la conectividad, vía wifi,o por datos del celular, es un cargo que abonan en forma personal.
Silvia afirma: “En mi caso yo prefiero que mis estudiantes no tengan mi número de teléfono, como preservación; el caudal de trabajo aumentó muchísimo, estoy con la vista cansada, y veo peor que antes de que todo esto empezara”.
Grupos de WhatsApp armados en forma compulsiva, mensajes de audio larguísimos, que llegan a toda hora, y que pueden ser no solo de estudiantes sino también del personal directivo o de otras personas de la comunidad educativa –preceptores y preceptoras, equipos de orientación o personal administrativo-, con marchas y contramarchas en los pedidos y consignas; sin fines de semana ni feriados, frente a una población trabajadora que es mayoritariamente femenina y que, a su vez, siente la recarga de las tareas de cuidado.
Lara, alumna de cuarto año de escuela secundaria de gestión privada de la CABA, dice que en su escuela se creó una plataforma, y que siente que es mucha la exigencia, con actividades que superan las habituales. Y agrega: “Hay días que me los tomo como respiro para descansar un poco. Algunos profesores explican temas, otros preguntan cómo viene la cuarentena. Yo no salgo ni a la puerta, me siento bastante estresada. Hay muchos compañeros a los que les cuesta ponerse al día, una profesora que nos dijo: en este momento, hagan lo que puedan”.
Otro tema son las vacaciones, le consultan al ministro si va a haber clases en enero. Él reitera que el presente ciclo escolar no fue un tiempo perdido. Y más allá de sus palabras, cabría imaginarse el contexto de las aulas en verano, en un sistema en el que ni ventilador hay en algunas escuelas y en el que otras carecen de agua.
María Laura, profesora de escuela pública en la provincia de Buenos Aires, declara: “Existen directivos cálidos que piden información en forma amorosa: mandálo como puedas, profe, si se te cortó la luz o estás sin wifi, no importa si está hecho a mano”. Según sus expresiones, otros arrasan a docentes que quedan en medio de reclamos de arriba, de abajo y del costado.
Si bien previo a la pandemia existían en otros niveles educativos cursos virtuales, siempre contemplaron poblaciones adultas y entre los requisitos primaba el de la conectividad. La continuidad pedagógica frente al COVID19 visibilizó la problemática por sectores sociales y edades.
En medio de la contingencia educativa, niños, niñas y adolescentes, sin embargo, aprendieron a desarrollar otras habilidades, capacidades que, más allá de las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación), son también importantes, como la compresión de textos, la interpretación de consignas o el aprendizaje sobre el modo de entregar un trabajo en forma legible.
Diego, profesor de escuela media con gestión estatal de la provincia de Buenos. Aires, afirma: “En medio de una pandemia que afecta a todo el planeta, las escuelas no son una isla, tenemos modificada nuestra actividad, ya no está la interacción cotidiana con compañeros, directivos y alumnos. Trabajar en nuestros hogares a priori parecía más cómodo, pero nos encontramos con problemas de conectividad de un lado y del otro, se ha modificado nuestra rutina, y eso nos provoca angustia. Las ganas de retomar nos generan impotencia y al mismo tiempo sabemos que es necesario el aislamiento, por lo que es una contradicción.
Docentes reclaman que se sienten expuestos, antes sus aulas eran de ellos y ellas con sus alumnos y alumnas, ahora el juego se abrió y participan personas que deberían ser ajenas a ese proceso porque la situación activa de aprendizaje les pertenece a los niños y a las niñas.
En el portal de educación de Fernando Carlos (docente y abogado), seguido por alrededor de 275000 personas, se expresaron profesores que no desean hacer sesiones de zoom u otras aplicaciones de sala de reunión, sienten que es una violación a su intimidad entrar la escuela a su casa, que de algún modo los y las incomoda, o temen hacer videos o audios que después puedan tener otro destino, viralizados en las redes, “mi límite son mis alumnos y las paredes del aula”, expresó una maestra.
Alejandro, maestro de grado en una escuela primaria de gestión pública en la CABA, cuenta que el modo de comunicación es a través de una página, “a veces la situación es tediosa, no estamos preparados para esto y tratamos de reinventarnos día a día”. Reconoce y agradece a editoriales que les envían material para el trabajo virtual. Y subraya: “Procuramos no solo dar tareas, sino estar presentes apoyando a las familias. A partir de esta semana –la número 7- empezamos a recibir capacitación del Gobierno de la Ciudad. Tratamos que los chicos y las chicas no se sientan en soledad, y acompañarlos desde nuestro lugar, que es la docencia”.
En la provincia de Buenos Aires existen casos de cursos con puestos docentes vacantes, dado que el aislamiento obligatorio se decretó a mediados de marzo y que la mayoría de los trámites se realizan en forma presencial, no se llegó a tiempo para cubrir varias de las suplencias, por lo que equipos directivos solicitaron a profesores y profesoras de otros cursos que se ocupen de esos grupos a modo de favor para que el alumnado no quedase sin clase: un trabajo “de onda”, por el que no reciben compensación económica.
Diego agrega que “en algunas escuelas el equipo directivo es realista, se puso a la cabeza de esta nueva metodología y decidió acompañar el proceso de todos los actores, y en otras, descargó todo el peso sobre los docentes. Creo que hay que actuar donde hay sobre exigencias”
“¿Qué voy a hacer si hay que volver a trabajar?” se lee en algunos comentarios en las redes sociales, especialmente de parte de madres que en general tienen la carga de gestionar el cuidado de menores y de personas adultas mayores, en un pedido de respuesta a las instituciones educativas sobre situaciones que exceden la función de las mismas.
Dentro de los países afectados por la pandemia no en todos los casos se generaron soluciones educativas para continuar el proceso de enseñanza, y entre los que lo hicieron, los métodos elegidos fueron diferentes. En Argentina el tema surgió desde el día 1, con una premura con la que el sistema no estaba preparado. La profesora Stella manifiesta: “No hubo una consulta, se trató de resolver todo rápido, entonces ahora veo que estamos disconformes, docentes y estudiantes, faltó preguntar sobre los sentimientos y las necesidades”.
Sillas ergonómicas, almohadilla para el mouse, asignaciones por el desgaste de los elementos propios que se utilizan, están entre los requerimientos contemplados para el tele trabajo (aún sin regular).
Stella subraya que “estábamos muy poco capacitados en aspectos tecnológicos, es urgente una capacitación en servicio, si nos exigen, es nuestro derecho que nos capaciten”. Con respecto a las emociones agrega: “Cuando fui a la escuela a repartir alimentos, un alumno me dijo: “Gracias, profe, por no mandar tareas largas”. Eso es reconfortante, nosotros necesitamos recibir la valoración, no solo de alumnos, también de directivos”.
En cuanto a los sindicatos, en la provincia de Buenos Aires, tanto la Feb (Federación de Educadores Bonaerenses) como el Suteba (Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires), decidieron reclamar ante la DGCyE (Dirección General de Cultura y Educación) “un protocolo para docentes que cumplen con la continuidad pedagógica, desde sus hogares, para establecer horarios concretos de trabajo. La hiperconectividad de los docentes a toda hora del día y la falta de horarios fijos, afecta la propia situación personal y familiar de los trabajadores y trabajadoras de la educación”, explicó la presidenta de la Feb, Mirta Petrocini.