A pesar del aislamiento social, las Abuelas siguen buscando a sus nietas y nietos. Si bien la institución se encuentra cerrada, se siguen recibiendo consultas e información. Desde Marcha entrevistamos a Guillermo Amarilla, nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo en 2009.
Por Luz Ailín Báez | Foto de Rolando Andrade
El nombre que a uno le asignan al nacer es uno de los primeros pilares sobre el cual una persona edifica su identidad. ¿Cambió el modo en que te presentabas como persona, luego de saber tu verdadera identidad?
Cómo me presentaba yo ante mí mismo y, a partir de eso, cómo poder presentarse al resto de las personas, el adentro y el afuera de uno, cambió desde el vamos con la misma construcción que significó desde un primer día, como una red de contención. Presentarme como Guillermo, a diferencia a como me presentaba antes, como Martin. Pasar de llamarme Martín a Guillermo ya es un gran cambio, entre otros. El nombre es parte de un todo, es una parte esencial, pero es parte de un cambio en general. Me tomó un tiempo tomar la decisión de hacer ese cambio. No fue simple, me llevó casi cuatro años. Lo que sí quise hacer instantáneamente es cambiarme el apellido. Yo antes era García de la Paz que era el apellido de mi apropiador, un integrante del Batallón 601 de Inteligencia y parte de las Fuerzas Armadas. Eso no dudé un segundo en cambiarlo. Lo que sí me costó fue el nombre, no necesariamente porque me gustara el nombre Martín, sino porque no sabía qué nombre ponerme. Me costó mucho elegir mi nombre. Me autobauticé. Es muy difícil elegir un nombre propio desconociendo el nombre que hubiesen elegido mi mamá y mi papá. Entonces elegí llevar el nombre que llevaba mi papá, que era Guillermo. No sé si les hubiese gustado pero bueno, lo elegí yo. Esta vez me tocó elegir a mí.
En el año 2007, Guillermo estaba viendo un capítulo de Televisión x la Identidad.
Yo ya tenía un montón de dudas que venía trayendo en esos 27 años. Que empezaron siendo una y se fueron transformando. Se fueron transformando porque empezaron con la pregunta de si yo era de esa familia o no, si era o no adoptado. En un principio, esa duda empezó por el día a día y por la edad que tenían ellos. Costaba entender que ella podría haber sido mi madre teniendo 50 años de edad el día de mi nacimiento.
Allí surgieron sus primeras dudas, que se sumaron a la falta de fotografías del supuesto embarazo de su madre. Según el relato de sus apropiadores, Guillermo era su hijo biológico.
Es algo que pasa, es parte de la apropiación también. Yo nunca les pregunté, fue un recorrido que inicié en soledad y lo continué hasta el momento de acercarme a Abuelas. En 27 años, prácticamente nunca lo hablé con nadie. Ahí ves que cobra mucha importancia toda la sociedad, no sólo el trabajo de las Abuelas, sino el trabajo de los medios, el arte. Está Televisión x la Identidad, Teatro x la Identidad, Danza x la Identidad, Música x la Identidad, el trabajo de las escuelas, muchísimas tareas que se hacen desde muchos espacios para que cientos de nietos y nietas se puedan encontrar.
Cuando tomé la decisión de ir a Abuelas ya venía con otra información, con otro conocimiento. Ahí está uno de los puntos esenciales a los que me interesa hacer referencia ahora, en tiempos de cuarentena, que tienen que ver con la difusión y con el conocimiento a través del trabajo mediático e informativo, de hacer llegar algunos detalles que parecen pequeños pero en el momento de tener una duda, de estar inquietos por saber de dónde viene uno, si puede pertenecer a este grupo de personas que las Abuelas vienen buscando hace más de 40 años, tiene mucho valor. Esos rastros de ausencia de fotografías durante el embarazo, de saber que él formaba parte de las fuerzas armadas en tiempos de dictadura, del ocultamiento permanente a nuestra historia, no querer hablar de ciertas cosas. En mi caso se dio así, no hay dos historias iguales entre nosotros. Mi partida de nacimiento estaba firmada por un médico que ya había entregado a otros bebés.
Tras ver Televisión x la Identidad me presenté en 2007 con todas estas inquietudes. Les dije “bueno, a mí me está pasando esto” y fue un descargue de dudas que tenía cargadas hace 27 años en la espalda. Hay algo que purgaba todo el tiempo por algún lugar, a veces visible, a veces invisible. Entonces tanta inquietud a mí me forzó a presentarme. Allí se determinó que lo mejor que podía hacer era cotejar una muestra de ADN mía con el Banco Nacional de Datos Genéticos, otro logro del largo camino de las Abuelas, donde se conservan las muestras de quienes nos están buscando y de quienes nos presentamos con nuestras dudas.
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El cotejo dio un resultado negativo. No había ninguna compatibilidad con ninguna de las muestras que se encontraban en ese momento en el Banco.
Ahí bajé la persiana: las dudas que tenía ya tuvieron sus respuestas, era un sí o un no y acepté el no. Era un alivio tener una respuesta.
¿Cómo se dio el reencuentro?
En el año 2009 estaba en proceso una causa por el ex Centro de Detención, Tortura y Exterminio de Campo de Mayo, lugar donde dio a luz mi mamá, Marcela Molfino, en el Hospital Militar. Fue una gran victoria hablar de Campo de Mayo y del Hospital Militar, fue el corazón del plan sistemático de robo de bebés. Un hospital diseñado exclusivamente para que las mujeres vayan a tener a sus hijos y a sus hijas ahí, mujeres que estaban en el centro clandestino de detención. Campo de Mayo, que sabemos que son miles de hectáreas, entre los galpones y la cárcel, donde tenían alojadas a más de 5000 personas que pasaron por ahí. En un principio, daban a luz ahí y luego eran trasladadas al área de epidemiología del Hospital Militar de Campo de Mayo, un lugar diseñado para que después de nuestro nacimiento seamos entregados a familias que estaban en lista de espera, en su gran mayoría pertenecientes a las Fuerzas Armadas. Nacimos cerca de 30 personas en ese lugar. Las causas que se desarrollaban sobre ese centro, en ese momento, no eran puntualmente sobre apropiación de bebés. Una sobreviviente declaró que mi mamá, Marcela Molfino, estaba embarazada en Campo de Mayo. Ella no la vio, sino que uno de sus captores le contó que no iban a permitir que hombres y mujeres estén detenidos juntos por lo que había pasado con Marcela Molfino y Guillermo Amarilla. La sobreviviente hizo referencia a ese relato suponiendo que ella estaba embarazada. Lo que sabía era en base al relato que hizo ese secuestrador, de apellido Santillán. No es que ella había quedado embarazada en cautiverio sino que lo que pasó es que empezó a notarse su embarazo durante su cautiverio.
Cuando ella declara eso se toma y se suma a la investigación de Abuelas. Si hay un joven que se acercó, nacido en 1980 en Campo de Mayo, por el cual no había ninguna denuncia pero todo señala que podía ser uno de los nietos que estaban buscando, por la profesión del apropiador, por el médico que firmaba la partida de nacimiento, ¿de dónde viene?.
Si Marcela Molfino estaba embarazada durante su secuestro, había que despejar las dudas.
A partir de ese testimonio se acercan a la provincia de Chaco, de donde es mi familia, piden muestras de sangre a mis familiares paternos y maternos y los cotejaron directamente conmigo. A los quince días ya estaban los resultados y en noviembre fue el reencuentro, dos años después de mi presentación. Con muchas idas y vueltas, pero con la importancia que tiene el avance de la Justicia, aunque no se trate necesariamente de un caso de apropiación.
Si tuvieras que resumir en una oración o frase qué es para vos la identidad, ¿qué dirías?
Es muy difícil resumirlo en una frase. La identidad la voy construyendo y la vamos construyendo con el correr del tiempo y con la construcción misma de la historia. La historia hace a nuestra identidad. Una vez que fui restituido no resolví mi identidad, encontré la verdad. Las Abuelas me devolvieron la verdad y, con la verdad, las herramientas para construir esa identidad que había sido dañada, engañada, falseada y destruida. Con el correr de los años voy construyendo esa identidad. Recordando con mis sobrinos, con mis hermanos, con mi tío, con mi hija que nació con su verdadero apellido, con su verdadera historia. La identidad tiene un vínculo pleno con la historia. Tengo 27 años de una identidad falsa y 10 de una identidad verdadera. O de una historia verdadera en la que voy construyendo mi identidad. Hablar de la identidad en pocas palabras me es imposible, porque la identidad la voy haciendo en el día a día, la vamos a haciendo en el día a día. La identidad tiene una relación inclaudicable con la verdad. No puede haber identidad sin verdad. Una verdad que es social y que entregan las Abuelas cada vez que hay un nieto o una nieta restituida.
Si conocés a alguien que podría ser uno de los nietos o nietas que estamos buscando, escribí a denuncias@abuelas.org.ar. Si necesitás que te orientemos en el proceso de búsqueda, para que estés listx cuando finalice la cuarentena, mandá un mail a dudas@abuelas.org.ar . Que estar en casa nos ayude a que otros y otras también puedan volver a casa. Mientras #NosQuedamosEnCasa ayudemos a que otros y otras #VuelvanACasa.