La pandemia y el aislamiento no impactan uniformemente en todo el territorio nacional. Los barrios, esos lugares donde el Estado está ausente para satisfacer necesidades y presente para reprimir a sus habitantes, tienen sus lógicas propias. Y cada barrio en particular, su propia historia. Desde el conurbano oeste llega esta crónica de Moreno.
Por Cristina Coronel / Franco Fafasuli (Infobae)
Soy Cristina Coronel, de Mujeres al pie del cañón, de Moreno, y de la Asociación Morenense de Amistad Argentino Cubana (AMAAC).
Quiero darles un pequeño pantallazo de la realidad de Moreno Sur, que es el lugar donde yo vivo. En primer lugar, decirles que este resumen es una parte de la realidad bastante parcial, porque no tengo datos de todos los barrios.
En este caso, voy a hablar de seis o siete barrios de Moreno Sur. Y lo que les puedo decir es cómo nos afecta a distintas capas de la clase trabajadora, ya que justamente mi barrio es eso, somos todos de la clase trabajadora. Les contaré los efectos del aislamiento, lo que significa en nuestra realidad, para cada sector al que pertenecemos.
La población de Moreno Sur se divide en tres capas. Los barrios más antiguos, con familias donde tienen un trabajo formal, con salarios, donde algunos son profesionales que cuentan con viviendas propias o alquilan porque sus salarios se lo permiten. Que tienen luz, agua, gas, y que por lo tanto están en mejores condiciones para enfrentar el aislamiento llamado cuarentena. En segundo lugar, en el mismo vecindario se encuentran los pequeños comerciantes, que, al estar cerrados sus locales, no pueden afrontar ni siquiera los gastos más elementales, que serían los gastos de la familia y mucho menos los gastos del mantenimiento del local. Y la tercera capa son los que tienen una realidad mucho más acuciante. En este sector mayoritariamente son extranjeros. Vinieron a buscar un porvenir a Argentina y la mayoría de ellos son de países aledaños. Vinieron con sus hijos o tienen hijos que son argentinos.
Además, Moreno Sur tiene una gran particularidad y es que vive acá una gran franja de comunidad gitana. Ellos tienen sus problemáticas propias en estos tiempos, porque muchos de ellos también tienen una economía informal. La mayoría de ellos tienen necesidades básicas insatisfechas. Diría, para adornar un poco, son más indigentes o más pobres. Muchos de ellos son recicladores, son albañiles, ayudantes, vendedores ambulantes y hay muchos que son jóvenes desocupados que no tienen ni idea de lo que es entrar al mercado laboral porque no tienen esa experiencia. Como decía, en ese sector hay muchos recicladores que con sus carros iban a recuperar y de alguna manera eso se convertía en sustentabilidad para su familia. Hoy no lo pueden hacer porque tienen que estar confinados. Esto significa que la situación para ellos es mucho más urgente, mucho más acuciante.
Pero también quiero destacar que, gracias a las organizaciones sociales y de desocupados (como por ejemplo la “29 de mayo” y otras organizaciones que están en el territorio), se organizan merenderos y comedores en los barrios. Y es ahí donde van a buscar su comida para saciar las necesidades de comer con su familia. En estos momentos donde las escuelas están cerradas, donde muchos de los niños no tienen acceso a otro lugar, también se sumaron a esos comedores, con lo cual aumentaron mucho más los asistentes y están desbordados. No están alcanzando los alimentos para ese cupo, para poder repartir la comida. Con el aislamiento no se quedan a comer en los comedores, sino que retiran una vianda. Y muchas veces no alcanza. Eso significa una preocupación muy grande para las mujeres que están al frente de esos comedores. A ellas les duele la situación porque se triplicó el hambre y las necesidades. Por eso, muchas veces hay que salir a reclamar que den más alimentos los que tienen la capacidad de distribuirlos. Por ahora, se están arreglando como pueden. Y eso que estoy hablando de seis o siete barrios, porque son muchos más.
Debemos decir que la pandemia ha puesto al desnudo la grave situación económica y social de una gran franja de Moreno sur. La verdad es que donde se disimulaba la pobreza, hoy es tan urgente y tan evidente que escapa a que puedan esconder nada. Es muy dura la realidad. También queremos señalar que en este caso tenemos gente con urgencias, sin comida suficiente, como dijimos. Y además, tenemos familias que han ido tomando tierras y haciendo su hábitat como pueden, haciendo casillas o con viviendas más precarias todavía.
Cuando hablan de quedarse en sus casas, una piensa en estas familias con una sola habitación, sin baño, sin agua, sin luz ni gas, muchos de ellos enganchados de los cables para tener un poco de electricidad, con el peligro que significan los cortocircuitos en las casillas de madera.
Esta situación se va agravando día a día. Es un componente explosivo, como decimos con las compañeras, que no sabemos en lo que puede desencadenar. Pensamos que puede desencadenar en un desborde social. Y que nos haga enfrentar entre vecinos. Los vecinos del barrio del Cañón, que es donde yo vivo, nos organizamos con medidas de autocuidado, con cadenas de WhatsApp. Porque mi barrio es de gente laburante pero también vienen de otros barrios con las motos a querernos arrebatar la cartera o el celular. Esto ya pasaba antes de la cuarentena. Y ahora se busca otra manera de querer sacar algo. Intentan entrar a nuestras casas por los techos. Los vecinos estamos atentos.
Es muy difícil para nosotras, militantes populares y feministas, controlar esta situación porque no estamos de acuerdo con que nos enfrentemos pobres contra pobres. Porque nosotras no decidimos los destinos de estas personas; son los gobiernos los responsables, quienes debieran resolver estas cuestiones más urgentes y elementales.
Consideramos también que el presidente intenta apalear estas necesidades, que ha tomado medidas urgentes; pero no es suficiente. Porque esta pobreza estructural es de vieja data; porque los gobiernos con sus políticas neoliberales fueron llevando a esta situación a un gran sector de la población de Moreno. No hay trabajo en ningún lado, pero en Moreno menos. Los únicos trabajos que hay son la docencia, el trabajo para la salud o en la municipalidad. Pero fábricas, talleres, olvidate: no existen. Por supuesto que en estas condiciones donde el hambre es urgente, donde se te enferma un niño y te desesperás porque no vas poder llevarlo al hospital y tampoco vas a comprarle una medicación, entonces empieza la desesperación de la gente. Y uno entiende, pero no sé cuánto tiempo se puede soportar esa situación donde todo es urgente, donde tus necesidades no las podés resolver. Y pedís ayuda pero no hay mucha.
También nos pasa que en Moreno tenemos once casos confirmados del virus y nueve internados sospechados. Pero sabemos que hay más gente sospechada que no ha consultado y otros que están en vigilancia permanente en sus hogares. Nuestro hospital de Moreno es muy pobre. Es un solo hospital para 700 mil habitantes. No hay suficientes camas. Faltan barbijos y guantes para atender los casos urgentes. Si se desborda, que ya ha pasado, no hay capacidad para atender. Esa es nuestra realidad.
También tenemos casos de dengue. Todavía nos falta mucho para organizarnos, pero afortunadamente hay muchas organizaciones y mucha militancia social en Moreno. Pero no nos podemos ayudar porque tenemos que quedarnos en nuestras casas, tenemos que cuidarnos y cuidar a los demás. Sino, ya estaríamos haciendo ollas populares como lo hemos hecho siempre.
El Ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, anunció que va a mandar a Moreno al ejército argentino. Y la verdad que, personalmente, se me estrujó el corazón. Esta película ya la vimos muchos y no nos gustó nada. Sabemos que es necesario el reparto de alimentos y que ellos dicen que van a colaborar con eso. Pero tenemos nuestras reservas, sobre todo los que somos defensores de derechos humanos, siempre guardamos la memoria del pasado negro que tuvimos los argentinos. Y no queremos que eso se repita. Queremos dejar en claro que no permitiremos el avasallamiento de las autonomías de las municipalidades. Para eso los intendentes y las intendentas fueron votados y votadas, ellas y ellos deberían estar al frente de estos problemas y no los militares. Por eso, nosotros como ciudadanos civiles debemos controlar y denunciar los casos de abusos de poder y de violencia institucional, que ya lo está haciendo desde la policía. Es nuestra tarea controlar al cuerpo policial, a la gendarmería y al ejército para garantizar los derechos individuales y las garantías individuales que una democracia nos permite. Y no estamos dispuestos a perder esas libertades individuales y el Estado de derecho. Eso lo tenemos que dejar en claro. Aceptamos que vengan hoy estas fuerzas, pero sobre todo queremos dejar claro que no estamos a gusto. Que colaboren, pero nosotros como sociedad civil debemos controlar a ellos. Eso es lo que pienso.
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