A la creciente ansiedad que genera la actualización hora a hora de la información respecto del avance de la pandemia de coronavirus se agregan las dudas que presenta la economía mundial. Esto no es mera diatriba intelectual sino una preocupación muy real. No hay respuesta certera a cómo abordar la crisis.
Por Francisco Cantamutto | Foto de Reuters
Vale recordar que el mundo viene de más de una década de bajo crecimiento, bajo intercambio comercial y elevada financiarización que se expresa tanto en la creciente especulación sobre los precios de los bienes así como en las deudas de Estados y empresas, que se suman al endeudamiento de las familias que ya arrastraban desde antes. Esto se combina en una auténtica bomba de inestabilidad. De hecho, eso es lo que hizo el coronavirus. Hacer estallar una bomba que estaba apagada pero cada vez más cargada de pólvora.
El coronavirus y las medidas de cuarentena lo que hacen es quitar demanda de la economía, frenando la tasa de actividad. Este freno impacta aún más sobre aquellxs que no tienen trabajos estables sino que viven con lo que ganan en el día a día. En el caso de los países centrales esto incluye un montón de gente, siendo los y las migrantes particularmente vulnerables. En la periferia, como es nuestro caso, dependiendo del país, entre un 30 y hasta un 70 por ciento de las personas tienen trabajos informales sin relación de dependencia.
Estas personas deben optar entre sostener su economía o sostener su salud. El desguace del Estado de bienestar de las últimas décadas hace que todos los países estén menos preparados para hacer frente a la pandemia porque los sistemas de salud están más desmantelados, con menos camas y menos medicamentos y con trabajos más precarizados, por lo que no se logra mantener los ingresos sin ir a trabajar.
Fruto de esta caída de la demanda y de la necesidad previsible de moverse hacia activos seguros para protegerse de la caída, los precios internacionales de los bienes se están desplomando, tanto por la pérdida de demanda como por la fuga de los capitales especulativos que habían inflado sus precios y ahora se retiran a activos más seguros. Esto produjo el desplome de los precios de las commodities, por ejemplo, y, al mismo tiempo, el aumento de las tensiones entre los países que empiezan a cerrar sus fronteras y a competir por mercados. Estos dos fenómenos se conjugan en el caso del petróleo. Eso ha hecho que su precio cayera, produciendo una verdadera debacle en las economías mundiales.
Los distintos gobiernos del mundo se enfrentan a la necesidad de actuar para que los efectos de la crisis económica no excedan a los de la propia pandemia. Un informe reciente de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) habla de que se van a perder entre 5 y 25 millones de puestos de trabajo en el mundo, superando a la crisis del 2008. Por si fuera poco, la crisis se va a desarrollar en el marco de una prolongada recesión.
Las respuestas de los gobiernos de los países centrales atravesaron una primera fase ambigua con respuestas poco claras. En el caso de Estados Unidos, la respuesta fue bajar la tasa de interés, utilizando un mecanismo semejante al de la crisis de 2008, que resultó inefectivo para reactivar la economía y además sembró las bases de la crisis actual.
En los últimos días, los distintos países, entre los que se encuentran Italia, España, Francia, Alemania, Inglaterra y el propio Estados Unidos, han comenzado a lanzar paquetes con un contenido, si se quiere, más keynesiano, con el objetivo de tratar de aumentar la demanda que es lo que está alicaída, en vez de seguir sosteniendo rebajas monetarias. Esto implica aplazamientos en el pago de impuestos, moratorias en las deudas con los organismos oficiales, incentivos fiscales directos sobre algunos sectores productivos, el pago de asignaciones o beneficios tanto a quienes trabajan como a quienes no trabajan; todos mecanismos para mantener el poder adquisitivo y preservar los trabajos, de manera que cuando se pase la fase de aislamiento se pueda reactivar la economía. Que la economía mundial va a caer no hay dudas. La pregunta es cuánto.
La única certeza en este escenario es la incertidumbre absoluta sobre lo que se viene. No hay claridad sobre cómo se va a subsanar este elemento y el problema es que estas medidas para reactivar la demanda se enfrentan a este escenario desfavorable pero además a que en este momento la mayor parte de las producciones se estructuran a través de cadenas globales de valor en un contexto donde se están cerrando las fronteras. Esto quiere decir que puede llegar a crecer la demanda y que no encuentre oferta que la pueda abastecer.
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¿Qué pasa con Argentina?
Nuestro país viene de una crisis de estancamiento, inflación, caída de los salarios y mayor pobreza, producto de las medidas tomadas por la gestión anterior. El gobierno de Alberto Fernández, que estaba tratando de renegociar la deuda para poner en marcha un plan de reactivación, ha reaccionado con cierta celeridad a esta crisis. No solo respecto a las medidas preventivas del contagio, sino en relación al paquete económico que puso en marcha, semejante al descripto más arriba que se aplicó en todo el mundo, por un monto total de alrededor del 2% del PBI. Eso se encuentra en línea o por debajo de lo que han hecho otros Estados pero en nuestro caso no hay recursos debido a que no se ha resuelto el problema central del endeudamiento.
En este plano, el programa de reactivación que ha propuesto el gobierno tiene la idea de sostener los ingresos de la gente y para eso ha arreglado con empresas evitar los despidos a cambio de exenciones en moratorias para los pagos de impuestos y haberes de distinta clase. Ha generado un bono para quienes cobran las Asignaciones Universales por Hijo (AUH), jubilaciones y pensiones. Se pusieron precios máximos para 50 productos y se han dado ciertos alivios en relación con las deudas con el ANSES, extendiendo los plazos. Por otra parte, se pusieron en marcha los Programas de Recuperación Productiva (REPRO) y distintas medidas de impulso e incentivos para sostener la actividad. Una llamativa laguna es que no se imponga ningún aporte particular al paquete por parte del sistema financiero, que podría, por ejemplo, lanzar una moratoria o reducir la tasa de interés. Asimismo, éste sería el contexto adecuado para avanzar en la imposición tributaria sobre las grandes fortunas
El paquete de medidas que se ha dado a conocer pone en pausa el problema central de negociación de la deuda. Ante la reinante incertidumbre, los precios de los bonos de la Argentina se han desplomado y el Riesgo País ha superado la barrera de los 4000 puntos, lo que coloca al país en una situación de default ya que sería imposible financiarse con las tasas de interés actuales. Pero a diferencia de lo que ocurría hace unos meses atrás, esta situación ahora es mundial. Al volverse un problema global, nuestro país se encuentra con un escenario donde ni los grandes actores económicos saben cómo reaccionar.
Esto podría dar pie a que algunos fondos buitres aprovechen para comprar más bonos y especular y bloquear aún más la negociación pero a la vez reduce tanto el precio de los bonos argentinos que hace que quitas de capital de muy alto porcentaje sean necesarias para poder negociar. Si los bonos están cotizando por debajo del 30%, como ocurrió en el día de anteayer, esto significa que incluso con una quita del orden del 65 o 70% estos actores estarían obteniendo ganancias de capital. La estrategia de agresividad puede ganar lugar en este contexto.
Queda la duda si será suficiente este paquete de medidas para contener la situación de quienes viven de changas, con trabajos informales, y no necesariamente con el bono de 3000 mil pesos podrán sostenerse. El desmonte de las protecciones sociales hace que se distribuyan beneficios de modo segmentado. Por ejemplo, no está claro qué beneficio recibirá la población que trabaja precarizada como monotributista. A pesar del gran avance que fue la creación de la AUH, es muy difícil contener a estos sectores que se exponen día a día a condiciones ultra precarias de trabajo y a ser contagiados no solo por el coronavirus sino también por otras pandemias como la del dengue que está muy presente en la Argentina.
Qué pasará con este sector social no está claro, ya que las enormes restricciones a la movilidad producto de la cuarentena total ahondan este panorama. Al mismo tiempo, surge la duda de qué va a ocurrir con las tareas de cuidado en este escenario: si habrá un reparto más equilibrado de estas tareas no remuneradas entre varones y mujeres o nuevamente va a recaer sobre estas últimas, con todo lo que ello acarrea no solo con la exposición de la salud en cuanto al contagio sino en relación a la sobrecarga de tareas y las ansiedades y la posible depresión vinculada a los riesgos de esta actividad. Esto es parte de la discusión que una economía distinta tiene que poner sobre la mesa. La crisis del coronavirus no es que bloqueó un proceso positivo que venía dándose, sino que de hecho se monta sobre una serie de desigualdades e inequidades muy fuertes que la crisis exacerbó.