Por Francisco J. Cantamutto. La crisis que estalló en España en 2008 dista de haberse resuelto. La Troika europea, con el FMI a la cabeza, junto al gobierno del derechista Partido Popular insisten con el ajuste y llevan al país a la ruina.
En 2007 la crisis estalló en Estados Unidos, quebrando la expansión capitalista basada en las finanzas. No se trató de la primera crisis de este tipo desde que a fines de los setenta la oleada neoconservadora llegara al poder, pero sí la más significativa. Por su extensión, es comparable con la crisis de la década del treinta. Como parte del sistema mundial que es, en Europa la misma crisis se expresó principalmente en su “periferia” interna: Portugal, Irlanda, Grecia y España, por lo que el periodismo los llamó peyorativamente con el acrónimo de PIGS (cerdo, en inglés). Estos países son incapaces de imponer su política al interior de la Unión Europea (UE), a diferencia de Inglaterra, Francia o, principalmente, Alemania. Y, en parte por eso mismo, sufren la receta del ajuste por orden de quienes mandan.
España ha estado atravesando una prolongada crisis desde 2008 hasta la actualidad. Su estallido, como en el resto de los países centrales, fue financiero luego de haber participado de una importante expansión inmobiliaria. En el negocio de la construcción se conjugaba el reciclaje de fondos de la clase alta española y la corrupción de la obra pública. Sobre esa base, se valorizaron terrenos e inmuebles, cuya financiación permitió expandir el negocio infinitas veces, engañando a jubilados y a pequeños ahorristas con promesas de rendimientos imposibles de cumplir. Y en efecto, no se cumplieron. Y con el fin de la expansión ficticia, se quebró la fuente de demanda laboral, elevando el desempleo a más de un cuarto de la población activa. Entre los y las jóvenes, menores de 25 años, el desempleo supera el 55%, prácticamente pulverizando sus posibilidades económicas. El turismo europeo además se ha resentido por la crisis.
Hoy en España es un escándalo público los engaños en los que recurrieron los banqueros para convencer a los ahorristas y pensionados para invertir en turbios bonos. Mientras pasa su tiempo veraneando y haciendo cruentos safaris, Miguel Blesa -ex presidente de Caja Madrid-, es investigado por la justicia por estos engaños. En estos días se conoció cómo su empresa entregaba a los pequeños ahorristas planillas de evaluación de perfil ya completadas, es decir, definiendo al ahorrista en lugar de testearlo. Esto permitió embaucar a la gente con activos tóxicos que se volvieron peso muerto luego de la crisis.
Mientras tanto, la troika se reunió la semana pasada en Bilbao para evaluar la situación. El rescate financiero de España no es gratuito: viene plagado de condicionalidades. La reunión de la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), tras una breve evaluación, dio con la recomendación política. Como mantra conocido, su propuesta fue ajuste fiscal y reducción de salarios. De la apabullante deuda externa, por supuesto no dijo ni palabra. El gobierno del derechista Partido Popular (PP), bajo el comando del presidente Mariano Rajoy, no pierde minuto en este camino. Recientemente se anunció el programa de simplificación de aportes patronales, que reduce el elemento previsional y de seguridad social en el costo de contratación laboral para las empresas a cien euros por empleado. Con esta medida, dice el gobierno, se fomenta el empleo. Sin embargo, lo que ha ocurrido es que las grandes empresas están despidiendo a sus empleados y recontratándolos con esta nueva modalidad, mucho más barata. Mientras tanto, las cajas de seguridad social se vacían, afectando a los y las trabajadoras, y a su futuro. Se trata de las mismas medidas que se implementaron en Argentina a finales de la convertibilidad, con exactamente las mismas excusas. Sabemos que no funcionó.
Los españoles y las españolas también saben que éste no es el camino. Especialmente la juventud, con ninguna perspectiva de futuro; lo ha expresado cuando se levantó hace tres años en el movimiento de indignados, conocido como 15-M, por el 15 de mayo, día que se inicia la ocupación de la Puerta del Sol en Madrid. Pero el sistema político español es sumamente reacio a aceptar cualquier cambio que ponga en cuestión el modelo. La apatía política de la población se explica por la nula diferencia entre los partidos que se alternan en el poder, el PP y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que -contra sus propios nombres- no tienen hoy nada de populares, obreros ni socialistas. Los funcionarios del poder se suceden sin alterar los fundamentos del modelo económico y político, desestimando toda voluntad de participación.
La crisis económica ha afectado principalmente a la juventud, aunque también tiene efectos regionales importantes. El sur español y el País Vasco sufren particularmente la situación. Por otra parte, en Cataluña al incrementarse sus aportes al gobierno central, se exacerban las tendencias autonomistas e independentistas. El gobierno central les niega incluso la posibilidad de hacer una consulta popular no vinculante, provocando mayor angustia entre la población catalana. La unidad de España tiembla por su presente. Y con base en este temor justificado, algunos sectores promueven un sistemático ataque a la población inmigrante. Como en otras partes de Europa, la xenofobia no es ajena a la crisis. En vistas de las elecciones europeas, ha aparecido un partido situado más a la derecha del PP, Vox España (VE), cuyas tendencias xenófobas son inocultables. Sin salida colectiva y popular, algunos sectores promueven culpar al más débil.
España está atrapada en una crisis que no ceja y un gobierno que promueve mayor crisis para la población. La UE sólo presiona por no perder un céntimo de su dinero, a cuesta de quien sea. A seis años del estallido de la crisis, la salida no parece ser la indicada por la troika.