El jueves 20 de febrero será el juicio contra Luz, una joven a quien acusaron de “intento de homicidio, robo agravado y privación a la libertad”. Cuenta, en voz propia cómo fue la noche de los hechos y porqué la están inculpando. Luz es otra condenada por los prejuicios y las normas sociales y no está sola.
Por Camila Parodi y Laura Salomé Canteros / Fotos y Audiovisual: Vida Simple
Luz Aimé Díaz es una travesti de Embarcación, Salta. Nació el 20 de marzo de 1996 y llegó a Buenos Aires a mediados de 2017, a los 21 años. Después de vivir un tiempo en provincia, llegó al Hotel Gondolín, en Palermo, en plena jungla capitalina. Lo primero que hizo fue estudiar, lo hacía los días de semana y salía a “trabajar” los fines de semana. Luz Aimé se autodenomina “trabajadora sexual”. Es tímida y se la nota agradecida. Al momento de la entrevista, a la que accedimos junto a otras periodistas y reporteras populares, recibía la visita de Higui, una lesbiana del conurbano, quien confiada le dijo a la cara: “Ojalá nos dejen cumplir nuestros sueños Luz, porque todas tenemos derecho a tener sueños y cumplirlos, nosotras también”.
Luz comenzó su relato. Fue desde la noche en que se encontró con quienes la acusaron, sin pruebas, de un delito que no cometió: “se acercaron dos chicos, lo primero que hice fue guardar el celular”, empezó. Luz le comentó a quienes la abordaron sus términos para el intercambio sexual y tras varias vueltas -aunque con insistencia de parte de ellos-, acordaron. “Fui al departamento confiadamente”, relató. “Entré ciegamente”, dijo, y nos comentó que tiene ceguera de un ojo, “yo tengo dificultades de noche, pero estaba la luz de la habitación prendida”, recordó. “Fuimos a la habitación y pasó lo que pasó”. Luz aclaró que no conocía al propietario del departamento y que uno de los varones que se le acercó en la calle, en la zona de Palermo, le contó que era “su tío”.
Contó que esa noche “estaba careta”, que los dos varones “estaban borrachos” y que en varias oportunidades intentaron que tomara vodka, a lo que ella se negó por desconfianza. “Hacía frío”, recordó, y también recordó la sensación de inseguridad que sintió al hacer algunas preguntas sobre detalles que vio en el departamento. “Mejor me hago humo”, dijo que pensó en ese momento.
“Cuando salgo de la habitación, los chicos estaban afuera. Uno tenía una bolsa negra. Entonces, salí del departamento, del edificio y caminé buscando un taxi. Ellos me seguían”, contó Luz. “Me fui a una confitería casi en la Avenida Santa Fe, entré al baño y cuando salí ahí estaban otra vez”. La siguieron hostigando, haciéndole propuestas a las que Luz ya les había dicho que no.
“Seguí mi vida, seguí estudiando hasta que un 19 de agosto (2018) a las 2 de la mañana, estaba parada en la calle -en Oro y Godoy Cruz- y se me acercan tres oficiales de la federal -dos varones y una mujer-, me pidieron documentos (Luz tenía en ese momento solo la fotocopia del DNI) y me dijeron que me siente a esperar”. Al rato le dijeron, “vos estás denunciada”. A lo que le siguieron prácticas institucionalizadas: la requisa de sus pertenencias sin orden y el abuso de autoridad que se traduce en violencias físicas y simbólicas sobre los cuerpos y las subjetividades de las travestis.
“Había un grupo de chicos ahí mirando, yo pensé que me habían denunciado ellos”, dijo Luz recordando el momento de la detención y significando que jamás pensó que los varones que se encontró aquella noche anterior eran quienes la habían señalado. “Me subieron a la camioneta esposada, me hicieron preguntas incoherentes”, contó Luz, quien se defendió en digna reacción.
“Tenemos un video tuyo entrando al edificio”, le dijeron los integrantes de la fuerza represiva a Luz, a lo que ella respondió: “¿qué edificio?”, a lo que le devolvieron informándole la dirección del departamento en que se encontró con estos dos varones que la hostigaron semanas atrás. “¿Qué pasó?”, preguntó Luz a los federales, y le dijeron “te están denunciando por intento de homicidio, robo agravado y privación a la libertad”. Lo primero que pensó Luz fue en las similitudes entre el abuso de poder del mundo de los machos y el de la institución policial y se los dijo: “estos que me denunciaron son iguales que ustedes, que van a buscar a putas para imputarlas por delitos de drogas. Yo qué sabía que eran chorros. Me están culpando sin pruebas”. Nunca la habían detenido.
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Luz se encuentra privada de su libertad desde agosto de 2018 y a la espera de un juicio en el que deberá defenderse de un delito que no cometió y del que fue acusada sin pruebas. Desde ese momento, la Comisión por su Absolución, que está conformada por su defensa legal y por docentes del Bachillerato Popular Mocha Celis, activaron diferentes acciones por su completa libertad.
Según declaraciones, los varones que se le acercaron esa noche, habrían secuestrado y violentado a otro, perteneciente a la comunidad LGBTTIQ+. Lo hicieron en una habitación contigua a la que habría estado Luz. La víctima fue abandonada y encontrada posteriormente por su hermana, quien lo hospitalizó y sobrevivió pero con graves lesiones. Luz no tenía un vínculo con quienes la acusaron. Sin embargo, fue señalada en una repetición de prejuicios que en ocasiones, y cuando se trata de una travesti en situación de vulneración de derechos, se vuelve una condena sin juicio.
Luz estuvo encerrada ocho meses sin condena en uno de los penales de Ezeiza. Hoy cumple prisión domiciliaria, derecho al que accedió en mayo de 2019 gracias a la acción de su equipo de defensa, integrado por Luciana Sánchez, Lara Bertolini y Natalia D’Alesandro, quienes apelaron, amparadas por la Ley 24.660, a su discapacidad visual, una secuela de un ataque de odio y abuso de poder.
Luz relató también el momento de la liberación. “La celadora me llamó para que agarre mis cosas y me vaya, y yo le dije ´si me hablas, es para darme la libertad´, y la miraba sin creerle”. Contó que no recibió ni una llamada que confirmara que esto era así. Pero también fue una oportunidad para reflexionar sobre los apoyos que recibió desde ese momento. “Me siento segura aunque también me da vergüenza”, dijo “nunca me imaginé (la exposición), si hubiese cometido un crimen, bueno, me hago cargo, pero así, inculpándome sin pruebas, no”, agregó. Las consecuencias del encierro cayeron sobre su memoria y sobre su entorno y activaron solidaridades en el movimiento LGBTTIQ+ y feminista: “hay mucha gente que no me conocía en el pueblo y ahora todo mundo me conoce; acá también y lo agradezco, hay gente que no conozco que se está movilizando por mi”.
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El juicio contra Luz Aimé será el jueves 20 de febrero con sede en el Tribunal Oral en lo Criminal y Correccional Nro. 8 de la Capital Federal. En esta causa, la acusación realizada por la Fiscal carga con importantes señalamientos y prejuicios que tanto estigmatizan como desconocen las historias de vida y el cotidiano del colectivo trans y travesti. En ese marco, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) participó como perito de parte para proveer un dictamen técnico sobre la situación de Luz y afirmó que “a lo largo del proceso se evidenciaron sesgos, prejuicios y estereotipos basados en su identidad de género travesti, se ignoraron sus necesidades de atención específica por tener una limitación visual progresiva discapacitante y su detención tuvo un impacto desproporcionado en ella, adicional al propio del sistema carcelario”. En caso de ser condenada, Luz sería privada de su libertad con cadena perpetua ante un fallo judicial estigmatizante de persecución, control y disciplinamiento de los cuerpos travesti-trans.
De parte de la defensa legal, de quienes integran la Campaña por la Absolución de Luz, de sus compañeras travestis-trans en el Gondolín y de la militancia LGBTTIQ+ y feminista se instará al Tribunal a cumplir con los parámetros de Derechos Humanos y de respeto para la comunidad que consagran Leyes nacionales vigentes y Tratados Internacionales a los que están obligadxs quienes integran el Poder Judicial en el país. El objetivo es, con esta sentencia, contribuir a la reparación en primer lugar; y en segundo, a la erradicación de la discriminación por cuestiones de clase y a prácticas de violencia o desigualdad por géneros. Para que ninguna más vaya presa por pobre, migrante, por su situación de prostitución, por su identidad de género o por su discapacidad.
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Ante la adversidad de su relato en el aire circula una sensación de seguridad y cercanía, el encuentro y la tranquilidad de sabernos juntas interrumpe la posibilidad de pensar distinto. Porque somos genealogía, historias de absoluciones y liberaciones colectivas, porque fuimos Tejerina, Yanina Faríaz, las Hermanas Jara, Higui, Yanina Gonzáles, hoy somos Luz Aimé y así hasta que todas seamos libres.