Las cárceles, que no son un lugar para vivir, están en emergencia. En Sierra Chica, la huelga de hambre se levantó pero temen represalias de parte del Servicio Penitenciario como traslados compulsivos. Sobre las condiciones inhumanas, entrevistamos a María, familiar de un preso en esa unidad penitenciaria.
Por Vivian Palmbaum / Foto Andar Agencia http://www.andaragencia.org/
María es la compañera de un detenido cuya sentencia es equivalente a la mayoría de edad: 18 años. Ella asiste regularmente a visitar a su compañero que está alojado en ese penal, que tal como ella nos cuenta, “es muy viejo, está abandonado y no tiene mantenimiento”.
La unidad penal de Sierra Chica está ubicada en la Provincia de Buenos Aires. Tiene régimen cerrado y una población que está cercana a las dos mil personas. De este complejo además dependen las unidades penitenciarias 2, 38 y 27 (todas de Sierra Chica) y la Unidad 17 de Urdampilleta, que así duplica la cantidad de personas detenidas.
“Acá los techos se caen a pedazos, se llueve por todos lados, hay filtración por pérdidas de agua por todos lados, a veces no tienen luz y tampoco agua”, nos contó María. A esta compleja situación edilicia se agrega la cantidad de personas que deben albergarse allí y que se reproduce en las distintas unidades penitenciarias del país, y que obligó a las y los detenidos a realizar una medida de protesta. Son situaciones cotidianas y se reflejan en esta entrevista a una familiar de un detenido en Sierra Chica, provincia de Buenos Aires.
“Hay que darle la oportunidad al preso”
“La sobrepoblación hace que en una celda a lo mejor haya tres o cuatro personas amontonadas”, contó María. “Imagínense, unas celdas muy chiquitas se prestan para cualquier situación de roce o problemas para peleas, más allá del hambre y la falta de medicación”, avanzó. Una situación que fue relevada por los organismos de Derechos Humanos y hasta la misma Defensoría de la provincia de Buenos Aires afirma que el número de colchones para las y los detenidos es inferior a la cantidad de personas alojadas.
María tiene mucho coraje y está decidida a acompañar. Por eso, con un tono enfático pero tranquilo narró: “la situación de los detenidos en Sierra Chica es muy mala, porque hay sobrepoblación y no hay abastecimiento de nada, para la cantidad de gente que hay. Si bien esto viene pasando hace mucho tiempo, hoy la situación es peor, ya no alcanza para darles de comer. No hay medicamentos, no hay nada de nada. La situación es muy fea”.
Ella conoce las condiciones cotidianas de habitabilidad, “es asqueroso cómo se vive; conviven con ratas, cucarachas, con las chinches, pulgas y lo que se puedan imaginar.
En las actuales condiciones de detención las cárceles se parecen más a un espacio para el tormento que a otra cosa. María hace muchos años reflexiona casi en soledad sobre la vida carcelaria: “hay que darle la oportunidad al preso para que estudie, trabaje, tratarlo como humano, que vean que no solo la vida delictiva es la que existe y se puede vivir de otra manera. Pero si los encerramos, los privamos de su libertad y encima se los tortura años, pregunto, ¿cómo pretenden de que ese ser humano se reinserte en la sociedad, que salga con cariño amor y paz? Esto no es de ahora, hace años y años que es así”.
“El tema de los buzones o celdas de castigo es escalofriante, es inhumano como los tienen”, explicó María. Además afirmó, “que cumplan su condena porque delinquieron, pero las cárceles deben estar aptas para reinsertar a la sociedad, porque de lo contrario salen peor de lo que entran”. “La sociedad muchas veces no comprende la situación personal de lo que se vive en un encierro. No pueden pretender que no vuelvan a delinquir”.
Juzgados, condenados y olvidados
Con su experiencia, María también nos contó que “a nivel juzgado no hay beneficio, hay un montón de gente que está para un beneficio y no llegan, como es el caso de mi compañero que está con una condena de 18 años, lleva 16, le quedan dos años para irse y el beneficio todavía no le ha llegado”. “La situación es muy triste. Es como que nadie nos ve acá en Sierra Chica, la gente del Comité de la Memoria, de DD.HH. suelen venir pero las cosas aquí siguen igual”.
Para terminar nos contó: “acá ya se levantó la huelga de hambre, fue en forma pacífica. Ahora pueden venir las represalias como los traslados compulsivos pero hasta ahora la situación estuvo tranquila”. “Esperemos que con estas huelgas, pidiendo por sus derechos, nos escuchen y la situación cambie”. Es una luz de esperanza que propone María y una demanda de justicia social para las y los detenidos en las cárceles de todo el país.