Por Damián Lamanna Guiñazú. El encuentro “Tiempos de censura. Listas negras y represión cultural treinta años después”, reunió a artistas e intelectuales prohibidos y perseguidas en la última dictadura cívico-militar. La palabra libre fue la única protagonista en la noche de la ex ESMA.
El lunes por la noche, mientras el agua lavaba el cielo y hacía temblar a los árboles más pesados, un grupo de artistas e intelectuales incluidos en las listas negras que aparecieron recientemente en el edificio Condor de las Fuerzas Armadas se congregó en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (ex ESMA) para recordar los tiempos de la dictadura, reflexionar sobre la censura y reivindicar la democracia y el arte como herramienta de transformación.
El anfitrión del encuentro, cuya dinámica fue la de un micrófono abierto “descontracturado”, y el primero en tomar la palabra fue Eduardo Jozami, director del espacio, quien celebró la posibilidad de “hablar de ese pasado” y de reunir en un mismo lugar “a todos aquellos que comparten principios básicos de la democracia más allá de algunas diferencias.” A continuación, Miguel Ángel Estrella interpretó “en honor a los 30 años de democracia que nunca habíamos vivido antes” una pieza de Chopin a quien calificó como “un patriota polaco.”
Marilina Ross -quien cantó la chacarera “Nunca más” a capela entre algunos aplausos rítmicos tímidos-, Irma Roy, Eva Giberti, Marta Bianchi, Luis Brandoni, Jorge Bernetti, Jorge Lewinger, Noé Jitrik, David Blaustein, Ricardo Halac, Alberto Fernández de Rosa, Jorge Rivera López, Alberto Carlino, Norberto Ciaravino, Oscar Moreno y Juan Carlos “Tata” Cedrón” fueron algunos de los que participaron de la convocatoria –que fue abierta a toda la comunidad- e intervinieron a lo largo de la velada. También llegaron las adhesiones de Víctor Heredia, Martín Fresneda (secretario de Derechos Humanos) y Carlos Gorostiza, entre otros.
“No me importa tanto el relato. Nosotros nos adelantamos a las listas negras. Esto había empezado en el 74 y algunos de nosotros luchamos para que no existieran. Golpeamos puertas, nos fuimos, volvimos. Estoy reconfortado de estar acá” expresó el actor y ex dirigente gremial Luís Brandoni, uno de los primeros invitados en hablar, y agregó en tono crítico: “esto de las listas negras es uno de los tantos impuestos virtuales que pagamos los que nos quedamos en este país. Pero ya pasó, prescribió, pasaron 30 años. Si a alguien se le ocurre dar algún tipo de reparación por estar en las listas negras, yo me anticipo y digo no.”
Desde otra perspectiva, Alberto Fernández de Rosa caracterizó a las listas desde su costado absurdo: “muchos me preguntaron por qué mi nombre está en las listas y no sé qué contestar. ¿Cómo dar razón de lo irracional? Si le diéramos una razón al hecho de estar allí le daríamos un contenido a ese vacío.” Y luego se refirió al retorno de aquella época hacia el presente “ese pasado da vuelta como un fantasma. Estar en un sitio como este [la ex ESMA] es soplarlo para hacerlo desaparecer.”
Además de una instancia para compartir anécdotas y encontrarse con el otro, en algunos casos las intervenciones funcionaron como una autolegitimación ideológica: la pertenencia a esas listas como un orgullo personal. En esta línea, el poeta y crítico literario Noé Jitrik ironizó: “a mí me pusieron el rotulo de actor, será porque he fingido siempre. Si me pusieron en la lista es porque me estaban mirando y me consideraban un enemigo y si es así, algo de respeto hay. Estar en las listas implica que al menos te respetaran como enemigo.” El lugar que se ocupó en el pasado se enunció como una ética para interpelar el presente: un sitio desde donde poder construirse en el campo político/artístico.
Detrás de cada una de las intervenciones, el pasto entre los adoquines fue el cambio de signo (y de posicionamiento) entre el pasado de la dictadura y el presente de la democracia –concebida como imperfecta al tiempo que un valor en sí misma-: en este paralelismo, ahora las fuerzas armadas entregan los documentos al Estado de derecho y es posible celebrar el arte en un espacio que apenas 30 años atrás fuera un símbolo de su represión y censura. El encuentro en la ex ESMA marcó un territorio, el de la amplitud y la neutralización de las diferencias políticas justamente por la posibilidad de hacerlas visibles.
Un espacio de contrapunto para cuentas no saldadas. Tal vez una catarsis. Para finalizar, Eduardo Jozami se refirió a ese consenso: “quiero pensar que esto va a pasar en otros lugares, porque coincidimos en las cuestiones grandes. Este encuentro es un estímulo para seguir recordando la lucha de los ’60 y ’70 y seguir trabajando. Porque nuestra tarea, además de recordar y juzgar, es la de seguir haciendo historia para la cultura argentina.” Minutos después, con la lluvia en paz, el “Tata” Cedrón despidió la noche juntando la intensidad y el barro de sus acordes con unos versos exiliados de su amigo Julio Cortázar.