Es muy posible que a Claudia López le vayan a cobrar más duro que a sus antecesores no cumplir con alguna de sus promesas de campaña (en parte por los contratos amarrados que hereda). También tendrá miles de ojos puestos en los programas de inclusión LGBTI que su alcaldía decida continuar o implementar. Ser mujer y lesbiana pesa en esto.
Por Redacción Sentiido* / Foto: Archivo
1.108.541 votos llevaron a que Claudia López se convirtiera en la primera alcaldesa en la historia de Bogotá (2020 – 2024). López obtuvo el 35,2% de los votos, mientras que Carlos Fernando Galán el 32,4%, Hollman Morris el 13,9% y Miguel Uribe el 13,5%. Fue además una votación histórica: en 2015, Enrique Peñalosa fue elegido alcalde de Bogotá con 903.764 votos y, en 2011, Gustavo Petro con 723.157.
Claudia López ganó después de superar una campaña difícil. Más de una persona expresó que no votaría por ella porque le parecía “gritona”, a manera de eufemismo para rechazar que López se salga de la delicadeza y suavidad esperada socialmente de las mujeres. De hecho, ser “gritón” nunca ha sido un argumento para no votar por Álvaro Uribe y hay que verlo en el Congreso:
El hecho de que López hable con un tono que socialmente no es el esperado para las mujeres, se convirtió para muchos en una razón para descartarla. En el fondo, la incomodad radicaba en que Claudia López se aleja del parámetro tradicional de feminidad. (Ver: Hay muchas formas de ser mujer)
De ahí que de manera despectiva acudieran a palabras como “Claudio” o a frases como “esa que ni es mujer”, pasando por alto su hoja de vida e ignorando que identificarse como mujer no es sinónimo de tener el pelo largo o hablar en voz baja y que hay muchas formas de ser mujer. (Ver: A mí no se me nota).
De igual manera, al menos dos de los competidores de López hicieron especial énfasis en sus campañas en un aspecto que en una sociedad como la colombiana es casi un valor agregado: tener una pareja (bajo matrimonio) del sexo opuesto y unos hijos que mostrar. Claudia, por su parte, resaltó su familia (hermanos y sobrinos) y la figura materna, también muy relevante en el contexto colombiano.
A todo esto se sumó el clasismo latente en algunos sectores que apoyaban a otro candidato, quienes se referían a López por su segundo nombre, “la Nayibe” en tono burlón y despectivo. A manera de respuesta, López convocó a varias Nayibe para decir en grupo que se sienten orgullosas de su nombre.
Después de una larga campaña, Claudia López ganó y eso, se supone, es lo único que ahora debería importar. Pero una vez fue confirmada la noticia, ella abrazó y besó a su pareja, la senadora Angélica Lozano, tal cual como lo hacen muchas parejas en un momento de celebración. Desde entonces, no han faltado las críticas de algunos sectores conservadores que señalaron este gesto como “un acto desafiante” con las personas que se oponen a las parejas del mismo sexo. También hubo quienes dijeron que estas muestras de afecto deben ser privadas y no públicas.
Lo raro es que consideren los gestos de afecto entre personas del mismo sexo como un asunto privado mientras que los besos entre hombre y mujer sí son públicos como se ve a diario. El tema llegó a ser “tema del día” en la W Radio, cuando las muestra de afecto entre personas heterosexuales no son tema de discusión radial.
La pregunta es: ¿la orientación sexual y la vida afectiva de los aspirantes y gobernantes heterosexuales sí es pública y las de las mujeres lesbianas como Claudia López debe ser privada?
Además, ya algunos líderes de sectores conservadores-religiosos, inconformes con el hecho de que la ciudadanía no eligió a su candidato, están apelando a sus estrategias de siempre: despertar el miedo, decir mentiras de frente y difundir rumores infundados sobre lo que será la alcaldía de López. Desde ya están acudiendo a su viejo truco de crear pánico.
Para completar, a López también se le avecina otro reto: aunque todos los alcaldes han tenido aciertos y desaciertos en su gestión, a ella muy seguramente la oposición le cobrará más duro un posible incumplimiento en algunas de sus propuestas de campaña, teniendo en cuenta, además, los contratos amarrados que le deja su antecesor Enrique Peñalosa.
Es más, hasta el simple hecho de continuar con los programas de inclusión LGBTI y diversidad de las administraciones pasadas, puede ser utilizado en su contra por cuenta de su orientación sexual. Es decir, cualquier iniciativa que la alcaldía de López decida continuar o implementar al respecto, podrá ser usada por estos sectores conservadores–religiosos para hablar de “tiranía de las minorías”.
Algo así fue lo que le pasó en 2016 a la entonces ministra de educación Gina Parody cuando por cuenta de una sentencia de la Corte Constitucional que le correspondió cumplir, sectores conservadores-religiosos dijeron que ella estaba “imponiendo la ideología de género”, utilizando entre sus argumentos que Parody es lesbiana. (Ver: 5 claves para entender el enredo de los manuales de convivencia).
En todo caso y aunque es un hecho que aún falta mucho camino por avanzar en materia igualdad e inclusión, no se puede desconocer que fue un gran paso elegir a una alcaldesa con una destacada hoja de vida, lesbiana. Pero los retos que se avecinan son enormes, teniendo en cuenta que hechos como este implican intentos de retroceso por parte de quienes se niegan a reconocer que la diversidad propia de la realidad debe estar presente en todos los espacios, incluida la Alcaldía de Bogotá.
*originalmente publicada en Sentiido