Brevísimo recorrido sobre la etapa solista del músico. De Clics Modernos(1983) a Filosofía barata y zapatos de goma (1990). Los enfermeros como una nueva etapa significativa en su obra y en la vida de (casi) todos.
Por María Ayelén Spinelli | Sesión de fotos del primer CD de Los enfermeros Cómo conseguir chicas (1989)
Sin duda, es una empatía personal. Tal vez la escritura funcione en estos casos como un reflejo de ello pero que, no obstante, intenta socavar, destruir, volver a cero, cualquier intento de consagración subjetiva de la idolatría. En ese sentido, no es García ni soy yo; no es el entorno crítico y maquiavélico de los años noventa ni toda su majestuosa superficialidad. Son sus letras. Ellas, no sólo cantan, gritan, susurran y balbucean. Esas letras en conjunto sentencian tanto la vida y la muerte como, al menos, dos grandes momentos de nuestra democracia.
En principio, la crítica especializada se jacta en reconocer el mérito de García y parece cercenar su obra al CD Clics modernos (1983) que se instala como neurálgico en su etapa solista y que pregona, con toda la nostalgia habitante de un mundo desaparecido, la instalación de la imagen del “sobreviviente” (Kozac, Claudia en “Estética del sobreviviente: una letra contemporánea”). No obstante, el camino ególatra y mesiánico que luego comienza el músico con una fuerte inscripción de su “yo lírico” es el inicio de otra magistratura.
Por un lado, ya han sido analizadas dos grandes etapas en la producción solista del músico que pueden describirse como a) un carácter contestatario frente a la dictadura y b) la consagración de la superestrella de rock. Sin embargo, existió un punto de quiebre con respecto al primer momento de
García y que, a la vez, posibilitó el pasaje hacia la segunda etapa, y fue el surgimiento de Los enfermeros como un momento de composición musical dedicada a la circunscripción de un “yo” que no hace mención a los cuerpos desaparecidos pero que tampoco quiere ser meramente un producto de consumo; de allí, todos los esfuerzos multimediales que realizó el músico para no quedar atrapado dentro del confort y el escándalo de una sociedad con vistas al neoliberalismo.
Así es como la banda que estuvo integrada por Fabián Quintiero en teclados, Fernando Samalea en batería, Fernando Lupano en bajo, Carlos García López en guitarra e Hilda Lizarazu en coros, trabaja fuertemente con la performance que mantiene bien en el centro de escena a la estrella de rock que el mismo Charly se encargó de construir y que expulsa con una risa excéntrica y burlona la isotopía de la dictadura; si antes existía una significación que repudiaba a todas las formas del Terrorismo de Estado, ahora ese contenido se comienza a vaciar lentamente al mismo tiempo que empieza a cuestionar el espacio simbólico de los años noventa del que la banda se apropia tanto como cuestiona.
En ese sentido, la puesta en escena es tan importante como la música y las letras, ya que se reconquista el espacio musical con un cuerpo escénico y lírico que incesantemente necesita hacerse ver e incomodar; una saludable elección fue entonces llamarse Los enfermeros, porque parece ser un elocuente disfraz para la incómoda envergadura del “sobreviviente” pero también, porque en el mismo momento que se evoca la vida privada del músico y la consagración de un rockero desfachatado se instala una operación artística que reúne vestuario, escenografía y cortometrajes para poder desmantelarla.
La fuerza perlocutiva de las letras reunidas en los dos CD´s realizados por esta banda, Cómo conseguir chicas (1989) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990), se ven reforzadas y amplificadas por la performance, ya que los tópicos que presentan muchas de ellas en relación al tránsito por lo mediático, o incluso la descripción de los estados de ánimo del músico con una intensa recurrencia a lo fantasmal, a lo tétrico y a lo subterráneo, adquieren un alcance artístico adicional con la puesta en escena que pone en evidencia la ridiculización de lo que significa ser un rocker. Sin embargo, la operación de Los enfermeros llega a un extremo cuando luego de la internación de García por problemas con las drogas, la banda ingresa en diciembre de 1991 al Estadio Ferrocarril Oeste en una ambulancia y se proyecta al principio del recital el cortometraje llamado Los enfermeros trabajando que tiene como elenco a los integrantes de la banda encarnando el papel de enfermeros que justamente lo que no hacen es trabajar como tales, sino que les roban las pertenencias a quienes someten como sus pacientes y toman alcohol, en contraposición a Charly García que se lo retrata como un hombre pacífico y agradable que recorre su vecindario como un ciudadano ordinario.
De esta manera, la inversión de los estereotipos entre el músico de rock y los enfermeros evidencian a la enfermedad como una estética de la ironía. Por un lado, García construye su voz yoista, transita la fama, se codea con lo mediático, pero a su vez muestra conocimiento de los parámetros del star system y ríe infinitamente con un cuerpo escénico y enfermo de todas aquellas fanfarronerías; ese gesto, tal vez, requiera considerar la producción musical y lírica de Los enfermeros como una etapa tan egocéntrica como socialmente significativa.