Por Juan Manuel De Stefano. Perdió con All Boys 2 a 0 y se despidió del campeonato. Riquelme se lesionó a los 15 minutos y Boca no jugó más.
No había razones futbolísticas, nunca las hubo. Sólo ráfagas, momentos, un par de buenos partidos y de actuaciones convincentes. Sí se consumaba era para quemar todos los libros del fútbol. No ocurrió el milagro. Boca no pudo sostener nunca las chances matemáticas que siempre tuvo. En esta ocasión, el verdugo fue All Boys, un equipo que de la mano de un histórico del club y del ascenso como el Negro Rodríguez, lo derrotó por 2 a 0 y no se consumó la goleada por imperfecciones varias de Colazo, Matos y Núñez.
Boca comenzó bien los primeros 15 minutos y después se quedó. Riquelme salió lesionado y el equipo sintió el impacto de perder a su líder futbolístico, quien estaba jugando un correcto encuentro. Es que éste Boca no se sustentó en el equipo. Fue un cúmulo de individualidades desperdigadas en la cancha, sin ideas ni rumbo fijo. Riquelme jugó, sin dudas, su peor torneo con la camiseta de Boca. Pero así y todo, era importante por su presencia. Esa que nunca tuvo el equipo de Bianchi. Le faltó autoridad, fútbol y consistencia para aprovechar alguna de todas las oportunidades que le concedieron los demás equipos. El entrenador tiene mucho que ver en todo esto, jamás encontró el quipo. La excusa del cuerpo técnico pasará por la cantidad de lesiones (más de 50 en todo el año) y ahí, también se deberá realizar un análisis sesudo del motivo real de las mismas. Lo cierto, es que nadie podrá negar lo que significa Bianchi para el Mundo Xeneize, pero la misión del periodismo es analizar el presente.
Desde que llegó el exitoso entrenador, Boca tuvo un primer semestre pésimo en el que no terminó último de casualidad, con una buena participación en la Copa Libertadores quedando eliminado a manos de Newell´s, por penales, en dos partidos muy parejos. En el segundo semestre la realidad indica que la relación entre los números y el juego no existe. Boca jugó dos partidos a la altura de lo que se espera del equipo: los triunfos ante Racing y Vélez fueron las dos mejores performances, de la mano de un Gago formidable, conduciendo al equipo y siendo figura. Las paradojas del destino dirán que el partido en el que volvió Gago, se lesionó Riquelme. Las ausencias reiteradas de ambos, se analizarán de ahora en más y buscar la razón por la que con los dos en cancha, el conjunto no pudo estar a la altura de sus posibilidades. Queda la sensación de que nunca se encontraron a pesar de lo cerca que están en el campo. No se entendieron ni se buscaron demasiado. Pero los problemas no se terminan en Gago y Riquelme. El mediocampo nunca quedó claro a qué jugaba. Ledesma alternó un par de buenos partidos con actuaciones decepcionantes, lo mismo Méndez que tiene como aliciente el haber pasado por varios puestos, hasta inclusive de marcador de punta. Sánchez Miño no termina de afianzarse y después se terminó lesionando. Erbes sufrió un par de lesiones en momentos buenos de su rendimiento y termina el torneo de mayor a menor. Y en la defensa el entrenador no sabe qué hacer; probó con todos y de todo. Queda la sensación que la mejor dupla de centrales que pudo conformar es la de Daniel Díaz y Ribair Rodríguez. Por jerarquía, fiereza, actitud y voz de mando fueron de lo mejorcito del equipo. Chiqui Pérez a pesar de tener algunos buenos rendimientos se sabe sobradamente que no tiene nivel para jugar en Boca. Caruzzo perdió terreno en la consideración del técnico y hasta terminó jugando de lateral derecho.
En realidad, los problemas se dieron en todas y cada una de las líneas del conjunto. De ningún modo se pudo plasmar en la cancha un estilo de juego determinado, se jugó a lo que salía, a los ponchazos. Y aquí se resalta nuevamente, la responsabilidad ineludible del entrenador. Él formó el equipo a su imagen y semejanza y compró los jugadores que le gustaban, ofició casi de presidente, se podría decir que le dieron las llaves del club, pero no resultó. Decisiones inentendibles, discusiones constantes con el periodismo, fastidio continuo en las conferencias de prensa, y excusas, siempre las excusas. Poca autocrítica de Bianchi, se supone que el Virrey las realiza puertas adentro, de lo contrario sería más preocupante aún. Las malas lecturas en la gran mayoría de los encuentros no se pueden dejar de soslayar. Boca peleó el campeonato hasta el final por las miserias de los demás, muy poco por virtudes propias. El milagro no se produjo, ocurren en algunas ocasiones pero para que se produzcan hay que ayudar al destino y cumplir con la parte que toca, y Boca no lo pudo hacer. Ahora sí, chau campeonato.