No es una novela de Saramago, esta vez. Es la historia argentina que se escribe en un vuelco repentino desde la noche del domingo, cuando multitudes atónitas descubríamos con alegría y alivio que el macrismo comenzó a vivir su ocaso político.
Por Ana Paula Marangoni
Después de una insólita y vergonzosa espera que añadió con la instrumentación del software Smartmatic (una suerte de monorriel simpsoniano) una nueva promesa incumplida a la gestión PRO, Mauricio Macri anunció la contundente derrota antes de que los datos oficiales fueran públicos.
Las PASO, que prometían ser apenas un anticipo de una contienda reñida y difícil, se transformaron en el anuncio del final de la era cambiemita. No hubo encuesta (esos profanos oráculos pagos) que pudiera prever semejante panorama. La proyección de las elecciones primarias como sondeo y puesta a prueba de cada fuerza política, devino inusitadamente en la confirmación de que el experimento duranbarbista tiene fecha de vencimiento. Las urnas sepultaron a la coalición amarilla. Para sorpresa de Todes, y contra todo pronóstico oscuro, las PASO fueron una suerte de adelanto de las elecciones generales. Fernández ya ganó.
Octubre se anticipó: los números son casi imposibles de revertir. La Provincia de Buenos Aires vuelve a ser, igual que en 2015, tierra donde los milagros son posibles. El niño bonito de la era K le sacó 17 puntos al hada buena, paladina de Cambiemos. Así como en las anteriores elecciones presidenciales, una mujer no peronista y sin experiencia como gobernadora le otorgaba a Macri una de las llaves para ganar la elección nacional, dejando atónito a más de un experto en real politic conurbana; hoy Kicillof repite la hazaña, garantizándole a Alberto Fernández una victoria cómoda en primera vuelta que solo requerirá conservar los votos cosechados.
Pero como también sabemos, y más allá del resultado sorpresivo, para octubre faltan dos largos meses. La furia de los mercados ya se hizo sentir elevando el dólar hasta un pico de 60 pesos en el transcurso de ayer, cerrando en 55 al finalizar el día.
Ensayo sobre la ceguera
Si el resultado de las elecciones primarias marcó una cuenta regresiva para el final de la era Macri, la conferencia que brindó el mismo presidente un día después marcó un definitivo punto de no retorno.
Similar a los balbuceos de La Rúa en el apogeo de la crisis de 2001, Mauricio demostró estar más que lejos de revertir su negativa imagen, que pasó a ser palpablemente desde el domingo de consenso nacional. Si no pudo leer en la aplastante derrota un enojo ante la falta de respuestas del gobierno (dejando de lado las discursivas) a la creciente crisis económica, redobló la apuesta emulando el monólogo de un loco que ofende la inteligencia de cualquier ser humano. No anunció ninguna medida económica para bajar la furia del dólar. Negó cualquier responsabilidad de su gestión sobre lo que está ocurriendo. Volvió a la desopilante metáfora de “cruzar el río”, ignorando que sin herramientas la imagen es una invitación al suicidio colectivo. Responsabilizó al gobierno anterior (y por venir) de la catastrófica situación en la que nos encontramos. Evadió las respuestas de cada uno de las y los periodistas con fórmulas vacías y un remix de las frases hechas que viene reproduciendo desde que tuvo un micrófono en mano. El fuego de la inestabilidad política y económica (la segunda como consecuencia gráfica de la primera) se aviva, y Macri lo apaga con kerosén.
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Falsos profetas y animales sueltos
El macrismo como experimento de las nuevas derechas en democracia representaba un modelo a seguir para los países de América Latina. Por eso contó con el apoyo irrestricto del establishment mediático, de los capitales financieros, del sector agrario y empresarial nacional y del FMI. Su continuidad expresaba la posibilidad de que los países latinoamericanos incrementaran su dependencia respecto de las grandes potencias y que asumieran este rol subsidiario de manera permanente. Un país monitoreando por EE.UU. en las decisiones gubernamentales, convertido en el paraíso fiscal de las grandes trasnacionales y con una creciente militarización de las calles para contener la revuelta social.
En las horas posteriores a la publicación de los resultados electorales, los agoreros de La Nación y Clarín salieron a anunciar la corrida del dólar del día siguiente. Acusaron a Fernández de pretender “traicionar a los mercados” a través de la suspensión de pagos de Lelics y deuda del fondo en caso de asumir como presidente, potenciando el pánico de quienes hoy gobiernan el país: los que vienen enriqueciéndose exponencialmente con la bicicleta financiera a costa de la mega devaluación y empobrecimiento de las clases medias y populares.
Carlos Pagni sacó bandera blanca y brindó su presagio funesto comparando la situación actual con la crisis alfonsinista del ´89. Morales Solá hizo propio un mea culpa sobre la estrategia de Durán Barba y emotivamente mencionó el “legado de la libertad” del actual presidente. Majul y Lanata no pudieron esconder su lamento y entre los animales sueltos de Fantino, ninguno pudo encontrar siquiera un argumento que pudiera acudir en rescate del presidente a pique. Cada tanto convierten a Marcos Peña en chivo expiatorio. Eduardo Feinmann, erigido bajo la figura del votante arrepentido, decidió volver a nado antes de sucumbir en la corriente (y que el río lo cruce otro).
Macri chau, ¿y ahora qué?
Mientras que el fin de la gestión macrista trae el retorno de la esperanza para millones de argentinos y argentinas que hemos vivido una enorme y acelerada pérdida de garantías y derechos básicos en estos casi cuatro años, aún queda por delante el desafío de semanas más que complejas que tendrán un alto impacto nuevamente en la vida cotidiana.
Sabemos que el ensayo de los Magnettos llega a su fin. Pero desconocemos aún el alcance del costo social. Hasta el día de hoy nos encontramos con un país con sus pilares principales devastados: con escuelas y universidades en agonía; hospitales colapsados y sin insumos, con fábricas que cierran día a día; desempleo en aumento; con cifras exorbitantes de pobreza e indigencia y con salarios mega devaluados que transforman en una tarea heroica llegar a fin de mes.
Los mercados marcan la cancha. Y las calles ensayarán su jugada en respuesta a tanta ceguera. Para pruebas, me remito a las urnas.