Todo libro consolida la palabra como una herramienta de transformación, tanto para quien escribe como para quien lo lee. En “Cuerpos internados, poesía libre”, esa cualidad recibe un reconocimiento explícito y radical: cada poeta participante se asume como otro y otra a partir de ejercer el derecho a la palabra en clave poética.
Por Julieta Santos | Foto de Darío Cavacini
En estas líneas Darío Cavacini, su autor, cuenta cómo una batería de recursos gráficos y textuales se convirtió en su segundo libro, recuperando la producción poética de hombres y mujeres que han estado recluidos en instituciones de salud mental de Buenos Aires y Madrid.
¿Cómo se gesta “Cuerpos internados, poesía libre”?
Este proyecto nació como un trabajo documental a mediados de 2014, cuando hice las primeras entrevistas y retratos, aunque en realidad surgió varios años antes con la pregunta básica, inicial, acerca de qué hacía la poesía inmiscuida en contextos tan desoladores como los manicomios, lugares que en principio no parecerían muy propicios para la creación artística en alguna de sus formas.
Sin embargo, la poesía estaba ahí presente e históricamente había tenido un lugar interesante en esos ámbitos. La necesidad de acercarme a esos mundos fue ampliando las preguntas y acotando las respuestas, pero siempre se mantuvo claro el alto valor que el ejercicio poético tiene en las subjetividades de quienes lo realizan.
Aquellas preguntas iniciales quedaron dando vueltas y fueron alimentándose durante varios años a través de mi interés por conocer vida y obra de poetas mal llamados “malditos” como Marisa Wagner, Jacobo Fijman o Leopoldo Panero y cómo, principalmente, en ciudades como Buenos Aires o Madrid existía una fuerte impronta de la poesía como acto resistencial frente al manicomio.
El interés por poetas que habían habitado esas dos ciudades y habían sido internadxs en ellas, me llevó a preguntarme por el valor que podría tener todavía hoy la poesía en esos lugares, específicamente aquella realizada o nacida en un manicomio. Así fue cómo surgió la necesidad de realizar este proyecto entre esas dos ciudades e iniciar la búsqueda de poetas actuales que habían sido víctimas de los manicomios.
¿Por qué se les identifica como víctimas?
Una persona despojada de todo aquello que la recuerda al ser que alguna vez fue se convierte en una víctima de un poder desigual que la doblega hasta, en muchos casos, quebrantarla. El manicomio, como la cárcel, son instituciones totales que desubjetivan a quienes las habitan, transformándolos en objetos funcionales al orden institucional y quitándoles los derechos fundamentales de toda persona.
Cada poeta entrevistadx para este proyecto había vivido la experiencia de internación de una forma muy dolorosa porque tuvieron que confrontarse con todo aquello que el manicomio habitualmente provee a sus huéspedes: la privación de los deseos, la falta de libertad, el aislamiento social. Vieron sucumbir sus historias en un lugar que supuestamente estaba hecho para ayudarlos.
En el proceso de este proyecto, ¿podés identificar 2 ó 3 momentos claves que te dieron pistas para saber que era buena idea publicar este material?
Desde el comienzo de la producción de las entrevistas y retratos se fue generando una cadena poética en la cual cada entrevistadx iba sugiriendo a otrx poeta que había conocido por medio de la poesía y así se fue enlazando, casi naturalmente, el documental. Ese enlace fue una primera clave que me fue mostrando que había algo para contar ahí, vinculado a la resonancia que se producía entre las personas a través del uso de la palabra poética; y cómo el ejercicio poético tenía un valor mayor a la mera creación de un poema, sino que además permitía producir vínculos sociales y decodificar experiencias en común, ampliando la forma de entenderlas.
Al interior de cada charla fue intensificándose esa idea de que la poesía podía ser también una manera de entender(se) con mayor detenimiento, calar más hondo y poner palabras en aquello para lo cual sólo existían gritos desesperados e inaudibles.
Publicar cada una de estas historias era una forma de poner en valor esos viajes al interior de cada unx que se hacía a través del acto poético, revalorizando a la poesía y a quienes se atreven a vivirla, sobretodo en esos contextos.
¿Cuál es la propuesta más importante, o la idea más provocadora, que hace Cuerpos Internados, Poesía Libre a quien lo lee?
El libro invita a deconstruir las ideas preestablecidas sobre la locura, a desarmar el miedo a lo desconocido, respetando las diversas formas de comprender el mundo que nos rodea y por qué algunas personas han sido arrojadas más allá de los márgenes de la sociedad por no encuadrarse dentro de determinados límites y convenciones.
La propuesta es acercarse a la experiencia humana de la locura alejado de todo prejuicio, a una escucha de los procesos internos iniciados a través de la poesía como acto de libertad y de liberación frente a un contexto (el manicomial) cada vez más opresor y con menos espacio para el desarrollo subjetivo.
¿Con qué idea (o ideal) de locura discute el libro? ¿Cuál se propone?
La locura en sí es un gran agujero negro del cual sabemos muy poco y ese es el primer paso que debemos dar para acercarnos a estas situaciones: aceptar que es muy poco y fragmentado lo que conocemos de estos mundos. Podemos aferrarnos a diferentes teorías (científicas y no tanto) para intentar entender algo de estas experiencias y quizás esas teorías van a estar acertadas en varios puntos, pero al mismo tiempo todas van a ser insuficientes porque intentan encorsetar a la locura dentro de los márgenes de esa idea, dejando por fuera el valor de la vivencia personal, subjetiva, esa que es imposible de generalizar, aun siendo lo más ecléctico posible en cuanto a las ideas que se elijan.
La noción que se transmite en el libro acerca de lo que son los fenómenos de locura es el respeto por la vivencia subjetiva de estas situaciones, por el sistema de creencias que cada persona utiliza para decodificar y comprender su propia experiencia.
En el libro se insinúa la palabra como cura y la poesía como redención, ¿o es al revés?
Algunas corrientes psicoanalíticas ubican a la locura como una alteración de la cadena simbólica que conforma al lenguaje, lo que genera una imposibilidad de hacer lazo con un otrx porque es un lenguaje que, en apariencia, está roto, no es compartible y es tan propio e desestructurado que deja de ser un acto social.
La poesía viene a ampliar las posibles estructuras que tienen las palabras a través del uso metafórico del lenguaje, creándose un acto posible de ser compartido ya que no es más ese lenguaje fragmentado sino que ahora entra dentro de las convenciones sociales al ubicarse como obra poética. Una de las poetas entrevistadas en el libro decía que lxs poetas podían decir que la luna lxs miraba o las estrellas les hablaban sin que por eso tenga que ser medicada o diagnosticada por eso, y eso le daba el aire necesario para atravesar procesos internos sin ser juzgada psiquiátricamente.
Entonces esa palabra que en principio no era posible compartir, ahora transformada en poema cambia su estatuto y puede ser la punta del ovillo desde la cual se comience a desentrañar la experiencia humana de la locura.
¿Qué es para vos la poesía?
La poesía siempre es una posibilidad, en cualquier ámbito que se dé, abre una puerta de acceso al enigma que habita en cada quien, a las zonas indecibles de cada persona. En el caso de la poesía realizada en contextos manicomiales, adquiere además otros significados porque se convierte en un acto terapéutico de supervivencia frente a un contexto que arrastra a la despersonalización, a la transformación de las personas en meros objetos de intervención psiquiátrica. Cuando sucede ahí, la poesía es una manera de poder hacer resistencia subjetiva frente a ese contexto y conservar aquello más propio de cada ser, aquello que todavía no ha sido maniatado a base de psicofármacos y encierros. En el manicomio, ese acto de resistencia llamado poesía produce un renacimiento ya que se accede a esos lugares que estaban vedados a la fuerza, generándose un mayor grado de libertad interna al ampliarse el autoconocimiento. Renacimiento en el sentido de salir de la oscuridad, de las tinieblas del oscurantismo para iluminar esas hermosas zonas que habitan en los rincones más escondidos de cada persona.
Darío Cavalcini nació y creció en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Es Licenciado en Psicología de la Universidad de Buenos Aires, se especializó en salud mental comunitaria y realizó una Diplomatura de fotografía e investigación documental. Actualmente trabaja en el área de cooperativas de trabajo con usuarixs de salud mental. Coordinó espacios terapéuticos de literatura y fotografía documental en diferentes hospitales psiquiátricos de Bs. As., fue acompañante terapéutico y psicólogo clínico. Cuerpos internados, poesía libre (2019), publicada por Editorial El Colectivo, es su segundo libro. El primero se llama Depósito de maniquíes, historias detrás del manicomio (2013) y fue publicado por Editorial Punto de encuentro.