La noticia que sacudió el mundo político y económico la última semana ha sido el anuncio de un acuerdo de asociación económica entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. Se trata de un logro diplomático tras dos décadas de negociaciones que el gobierno de Cambiemos está blandiendo en todos los niveles como un gran logro de gestión, como un gesto político en la convicción de esta “vuelta al mundo” que han señalado como rumbo para su programa económico. ¿Pero quiénes se benefician realmente?
Por Francisco Cantamutto
El acuerdo está repleto de problemáticas que hacen entrar en duda hasta qué punto va a ser esto un beneficio para las mayorías. No solo es presentado como una declaración de normalidad de Argentina frente al mundo, sino también que promete las mieles a cierta clase media alta que va a poder acceder a algunos bienes y servicios más baratos. En rigor, lo que se espera de este tratado, de acuerdo a los trascendidos que hemos tenido hasta el momento, es una pérdida gigante de estructura productiva, instrumentos para el desarrollo y empleos.
En primer lugar, lo que hay que tener en claro es que a pesar de las declaraciones del gobierno y el cuerpo diplomático de haber hecho consultas con los distintos sectores sociales que potencialmente podrían verse beneficiados o interesados, esto es falso ya que el propio gobierno ha salido a declarar que es necesario esperar a ver los detalles del acuerdo para poder criticarlo. La mayor parte del empresariado no ha sido incluido en las negociaciones de manera directa y, en algunas ocasiones, ni siquiera de manera indirecta. Las quejas de algunas agrupaciones de empresarios PyMEs en este punto se encuentran con los mismos reclamos que los dirigentes sindicales, que hace años reclaman poder participar en las negociaciones, en la medida en que esto se involucra con el formato de negociación previa que no solo incluía la liberalización comercial, sino elementos de integración política y cooperación internacional, lo cual daba lugar a incluir a la mesa a actores extra políticos.
La decisión del gobierno de Macri fue rescindir de este tipo de elementos para enfocarse en la cuestión económica y avanzar de manera altamente ideologizada bajo el precepto de que el libre comercio es la mejor estrategia posible para el desarrollo del país y que cualquier cosa que se interponga frente a ello es una traba que debe ser eliminada.
No solamente se trata de un acuerdo negociado en secreto y con un alto componente ideológico y como gesto de “normalidad” de lo que pasa en el mundo, sino que todo eso se conjuga con la urgencia por cerrarlo de cara a las elecciones. En ese sentido se han alineado los intereses y necesidades de la Argentina con los de Brasil, que finalmente destrabó las negociaciones con la presidencia de Bolsonaro, necesitada de demostrar algún logro en el medio una economía en franco declive. Esta gestualidad política en las relaciones internacionales, pensada con miras en un muy corto plazo con la expectativa de generar mejor imagen política para la gobernabilidad momentánea, tiene muchos efectos de largo plazo muy severos.
Lamentablemente, los gobiernos progresistas de la región no han tenido demasiadas herramientas, por falta de compromiso, voluntad o capacidad, para desmontar esta institucionalidad perversa que van heredando los gobiernos neoliberales. Los gobiernos de los ‘90 legaron a la Argentina 55 tratados bilaterales de inversión, que constriñen las posibilidades del país de poder desarrollarse y tener una política económica soberana, como lo demuestra el hecho de que es el país más demandado en el CIADI. Este gobierno de Macri había anunciado la firma de tratados bilaterales de inversión y de comercio y no había logrado éxitos de gran escala hasta el momento.
Por otro lado, la firma del acuerdo reconoce una premura por el lado europeo, como uno de los 4 grandes países-bloque que ordenan el poder a nivel global y que está perdiendo posiciones al igual que Japón. La disputa por el reparto y la organización del mundo está siendo protagonizada hoy por EEUU y China. Este segundo país, en particular, ha sido el que desplazó en términos de proporción en el comercio a la UE y, en particular, en la asociación con América Latina y el Caribe, donde se volvió el 1er o 2do socio comercial y de inversión. Este desplazamiento relativo y la incapacidad para proponer un nuevo ordenamiento más general ha dejado a la UE por fuera de la lógica protagonizada por sus dos principales competidores, que sí han propuesto tratados regionales y otras estrategias para ordenar los flujos de cambio de capital a nivel mundial. En ese sentido, la UE lo que ha propuesto es una serie de lógicas concéntricas donde busca ampliar en distintos grados su asociación interna con otros países o bloques de países. El más relevante de los firmados en los últimos tiempos es el caso de Japón.
En relación a los efectos que ya fueron adelantados en otra nota publicada en este mismo espacio, deben resaltarse algunos puntos. Por un lado, el intercambio comercial entre la UE y el Mercosur ya se encuentra enormemente desgravado y esto, en realidad, terminaría de avanzar en esa desgravación en áreas particularmente sensibles. Una de ellas es la industria en general y la industria automotriz en particular. Esta última es uno de los sectores protegidos dentro del Mercosur. El hecho de que la industria automotriz pierda ese estatus especial probablemente genere la importación masiva de autos desde la UE y la pérdida, no solo de la producción automotriz, sino de la cadena de valor asociada. Esto significa que hay miles y miles de empresas y puestos de trabajo en juego detrás de esta apertura.
Por otro lado, también en el sector industrial, debido a que la UE tiene denominaciones de origen más bajas que en el Mercosur, corremos el riesgo de una inundación de productos industriales que en realidad hayan sido producidos en terceros países, a más bajos costos, y que hayan pasado por la UE solo para un tratamiento de valor agregado menor que puede ser packaging o servicios asociados a la venta final.
Como contrapartida, si bien se propone que los países del Mercosur aumenten la exportación de bienes primarios, no necesariamente existirá este efecto y se debe a varios motivos. Por un lado, porque los cuatro países integrantes plenos del Mercosur producen bienes muy parecidos para exportar a la UE. Por otro lado, porque los productores agropecuarios organizados de la UE no quieren perder los privilegios que poseen mediante subsidios y eso le quita cierta competitividad a la producción local que, en efecto, no ha sido desgravada o se le han puesto aranceles. Un tercer elemento tiene que ver con el hecho de que la producción de los países del Mercosur está masivamente hecha en base a agrotóxicos que son arduamente discutidos por parte, no solo de los productores agropecuarios de la UE, sino de los grupos ecologistas y los consumidores en general de aquel bloque. En tal sentido, no es tan esperable que haya una promoción significativa de la producción primaria hacia la UE. Es decir, nos inundan de bienes industriales pero no hay una contrapartida de bienes primarios semejantes.
Otros puntos del acuerdo están aún siendo revelados y, por lo tanto, carecemos de información segura. Qué se firmó exactamente, en términos de regulación de servicios, no está claro aunque sí está claro que una de las primeras demandas por parte de la UE es la extensión de las patentes que va a encarecer, entre otras cosas, la medicina. Otro hecho que se ha informado desde la UE tiene que ver con permitir el trato nacional a las empresas de la UE para competir con todo lo que tiene que ver con licitaciones y compras directas por parte del Estado, sean obras públicas o empresas estatales, y se está discutiendo esto a niveles subnacionales. Esto significa que se pierde una palanca clave para el desarrollo y para la promoción local no solo PyME sino también si se extendiese al compre cooperativo u otras semejantes. En ese sentido, la competencia de las firmas europeas va a representar otra pérdida masiva de empleo y capacidad productiva en nuestra región.
Con todo, el acuerdo aún necesita ser ratificado por todos los congresos de los países miembros de ambos bloques, con lo cual hay una disputa aún por dar que no está claro cómo vaya a resolverse. En cualquier caso, no se puede esperar nada positivo para las mayorías populares de este tratado tal como está siendo negociado y presentado. Cualquier tipo de vinculación con esta economía central requerirá de otros términos sobre la mesa que difícilmente el poder económico europeo esté dispuesto a aceptar.