Por Virginia Nessi y Paula Shabel* (Nurit Shabel) / Foto por Estefanía Ruffa
El 12 de junio, día internacional contra el trabajo infantil, nos han bombardeado con lecturas laxas sobre esta problemática. Celebramos el repentino interés de las y los políticos y medios de comunicación en poner a pibes y pibas en agenda, pero creemos necesario que se alejen de miradas cargadas de sentido común, donde se etiqueta abiertamente un “está mal” sin medir responsabilidades. Mucho más, como lo hace La Nación, retractándose un poco de la nota basura que sacó hace pocos días.
En esta nota, La Nazzion hace foco en el trabajo infantil, pero en el rubro televisivo y deportivo. Empieza mal, afirmando que las y los pibes de clases altas trabajan en estos sectores y comenta lo extenuantes y perjudiciales que son estos trabajos para niños y niñas. El problema es que nos quiere hacer creer que solo son las y los pibes ricos quienes laburan ahí para sacar el trabajo infantil de la cuestión de clase. Sin embargo, quienes laburamos estos temas sabemos que son personas bien de barrio las que se van a probar 1, 2, 100 veces al club para poder entrar a las inferiores, yendo de un club a otro para quedar y cumplir el sueño del pibe. Ni hablar si es el sueño de la piba, que encima lo tiene que hacer gratis. Son las y los pibes pobres quienes van a los castings de tele, a toparse con un mundo exagerado de mandatos y estereotipos.
Es que la nota la escribe desde su vivencia personal un ex gerente de la cultura y felicidad (increíble pero cierto) de Paez (las alpargatas lindas), con un cúmulo de lugares comunes y un moralismo que huele a podrido. El ex-gerente quiere demostrar que las problemáticas en torno al trabajo infantil nos afectan a todas las personas por igual, que incluso él, como padre, sufre porque le resulta inhumano que haya pibes y pibas que laburen o familias que les permitan laburar porque les hace perder la INFANCIA.
Así, desde su lugar, se encarga de menospreciar a madres y padres que se ven empujados a llevar a sus hijos e hijas a laburar porque no tienen donde dejarlos o porque necesitan que las y los ayuden. Se encarga de menospreciar a todas las familias que toman al trabajo como una instancia de aprendizaje, de transmitir aquello que saben hacer. Se encarga de menospreciar a todos los y las pibas que eligen laburar, porque, queramos o no, hay quienes quieren hacerlo, porque sienten una responsabilidad, porque sienten un interés, porque les gusta.
Pero al gerente, desde un medio hegemónico, no se le ocurre correr la mirada y preguntarse dónde está el Estado cuando hay menores laburando. Habla de un “Argentina” como responsable sin especificar que este gobierno ha empujado a más pibes y pibas a la pobreza, dejándolos por fuera de todo canal de contención. Él no problematiza qué proyectos tienen para que niños y niñas no deban trabajar y qué posibilidades tienen de no hacerlo cuando ven que en su casa no hay para comer. A él no se le ocurre pensar que si hay un pibe laburando es porque hay lugares que los contratan. A él no le resulta inhumano que un empresario gane millones a costa del laburo de menores, citemos a la primera dama Awada, por ejemplo. A él no se le ocurre pensar que la industria de la moda y la televisión necesitan de esos niños y niñas modelando, apareciendo, figurando para aleccionarnos.
Todos los medios de comunicación pusieron en agenda a las y los pibes, pero otra vez, sin escucharlos, sin hablar con ellos y ellas, sin preguntarles qué es lo que piensan sobre el trabajo. Reproducen normativas que poco ayudan a evitar aquello que prohíben, que solo invisibilizan y estigmatiza. Y con ello, también reproducen la desprotección de menores, en vez de alejarlos del trabajo. Reproducen un mensaje de No Al Trabajo Infantil sin brindar alternativas fehacientes. Reproducen una lectura que no toma en cuenta el aprendizaje que significa para algunas comunidades el trabajo de sus jóvenes.
Claro que hay trabajos que las y los pibe no tienen que hacer (tampoco adultos en la mayoría de los casos), que es inadmisible la explotación, la inserción de menores en tareas peligrosas o que atenten contra su salud. Por supuesto que deberían estar en la escuela, pero ¿Cómo lo van a hacer si hay escuelas que cierran, no tienen clases porque no hay agua, no hay vacantes ni transportes que los lleven hasta allí? ¿Cómo elegir lo que hacer con el tiempo si el gobierno no destina dinero para actividades de recreación y formación extraescolar?
Entonces, le decimos a La Nación que no. No es lo mismo el pibe rico que labura, que el pibe pobre que lo hace porque su familia no tiene para comer. No es lo mismo la que labura en un espacio de contención comunitario que la que lo hace sola, desprotegida y en riesgo. No es lo mismo el pibe o la piba que elige laburar que aquel que lo hace obligado por una situación. No es lo mismo que los empresarios hagan caso omiso a una reglamentación y tengan menores trabajando ilegalmente a que un pibe labure junto a su familia, aprendiendo mientras hace. No es lo mismo echarle la culpa a la familia que echarla al Estado, que hace 4 años está ausente para esta juventud.
Por eso, aprovechamos que un día toda la clase política se puso de acuerdo para hablar de los y las pibas (todavía les falta para hablar directamente con ellos y ellas) y que marcaron una problemática que los atraviesa, para preguntarles: ¿Qué proyectos tienen? ¿Qué propuestas concretas tienen para mejorar su calidad de vida, sus posibilidades, sus elecciones? ¿Qué planes tienen para evitar que se metan a laburar por necesidad? ¿Cómo pretenden garantizarles sus derechos? ¿Conocen cuáles son? Estamos a disposición para escuchar.
*Educadoras de AulaVereda