Aunque la fórmula presidencial Fernández-Fernández sorprendió a la mayoría, lo cierto es que los equipos económicos detrás venían trabajando desde hace ya un largo tiempo. De hecho, el año pasado no pocos de estos equipos económicos estuvieron pronunciándose sobre alternativas posibles de salida a la crisis y uno de estos fue el Grupo Callao que se reconoce como el grupo asesor en ideas, sobretodo económicas, de Alberto Fernández. ¿Qué proponen?
Por Francisco Cantamutto
El Grupo Callao está compuesto por un grupo de intelectuales, muchos de ellos funcionarios públicos, con vínculos a determinados sectores, sobretodo PyMEs y algunos sindicatos. Este grupo estuvo discutiendo, a puertas cerradas, alternativas posibles de salida a la crisis. Como primer punto, vale resaltar que identifican el origen de la crisis en las políticas cerradas aplicadas por el gobierno de Cambiemos para beneficiar a pocos. Pero, sobre todo, ligadas a un mal diagnóstico y a un conjunto de señalamientos ideológicos de corte neoliberal.
El eje de las propuestas de este grupo es la idea de una economía política de salida de la grieta, una suerte de modelo de desarrollo del Coreacentrismo. ¿Qué quiere decir esto? En el documento que publicaron en junio de 2018, complementado con una nota publicada por Matías Kulfas, uno de sus referentes, en Revista Anfibia, señalan que habría que terminar con dos grandes dicotomías de la economía argentina: por un lado, la idea de que los modelos distributivos suponen una irresponsabilidad de tipo demagógica que no toma en cuenta las tensiones de la producción y que la solución sería el ajuste ortodoxo que busca llevar adelante Macri. Esta tensión entre lo que se llama esta demagogia económica distributiva y el ajuste ortodoxo es falsa. Lo que señalan es que hay que ir hacia una expansión moderada, controlando las variables macroeconómicas y fiscales.
La otra gran dicotomía que señalan como necesaria de superar es la de agro versus industria, que atraviesa al país desde hace 80 años. En este caso son enfáticos al señalar, y esto es uno de los ejes centrales de su propuesta, que si bien hay que proteger la industria para generar empleo, no se trata de ir contra el agro sino de ir hacia lo que definen como una economía orientada a la producción intensiva en conocimiento.
La salida a ambas dicotomías sería, entonces, una expansión moderada junto con una redirección de las medidas de política económica del Estado hacia la producción basada en el conocimiento.
En torno a la caracterización, no sólo enfatizan la posibilidad de compararse con otras economías con abundantes recursos naturales, sino también el hecho de que Argentina ocupa sistemáticamente un lugar alrededor del puesto 25 de las economías con mayor producto industrial, lo cual no la ubica en la cúspide pero no deja de ser un lugar relevante. En ese sentido, tanto la industria como el agro pueden promoverse hacia un giro intensivo de conocimiento que no solamente podría generar demanda de mano de obra calificada, sino además una mayor agregación de valor y, por lo tanto, una superación de la restricción externa por la vía de las exportaciones.
En ese sentido, el fomento de las exportaciones aparece explícitamente dentro del programa, así como determinada protección inteligente respecto de las importaciones, justamente aquello que podría ser producido en el país con un pequeño o gran esfuerzo de aplicación de conocimiento. Señalan como ejemplos de estos los casos de políticas de largo plazo, donde la Argentina ha quedado en una zona competitiva que tiene que ver, por ejemplo, con la industria ligada a los satélites y a la energía nuclear. Esos serían los modelos que querrían desarrollar pero con un entramado productivo que los vincule no solamente a la iniciativa estatal.
Los grises de la propuesta del Grupo Callao
A esta propuesta de giro, por fuera de las dicotomías que establecen como centrales, el Grupo Callao tiene una serie de dudas sobre las cuales habría que trabajar. Si bien son enfáticos en que entienden que la incorporación de tecnología no debería ser una excusa para precarizar el trabajo -hablan en contra de la “uberización” del trabajo-, lo cierto es que tras los ajustes sufridos en la etapa de Cambiemos, no proponen un shock de distribución, sino mejoras pautadas y pausas que estén guiadas bajo la lógica de una gran coalición duradera.
En este sentido la lógica del pacto social no sólo forma parte de la discusión política sino además parte de un programa económico donde los sectores populares, que han perdido en la participación, deberían resignar sus urgencias en aras del desarrollo del conjunto del país, lo cual incluye a los sectores más poderosos. En este punto, aunque hay un claro sesgo favorable al empresariado PyME, fruto de la propia experiencia del grupo de intelectuales en cuestión, lo cierto es que no hay un enfrentamiento directo a las fracciones del poder económico, que serían consideradas posibles socios en este modelo de desarrollo. La duda que emerge de esto es por qué estos grandes actores, tanto del agro como de la industria que en las últimas décadas han orientado claramente a la captación de rentas vinculadas a recursos naturales o a la protección estatal, tendrían un giro productivista intensivo en conocimiento. Ahí es donde la duda es grande y no está claro cómo se resolvería.
Por otro lado, son enfáticos en que, en línea con el último tramo del kirchnerismo y la discusión sobre la sintonía fina, no se trataría de una protección generalizada a la producción local sino bien segmentada en función de las posibilidades de cada sector. La otra gran pregunta que surge es quién seleccionaría esos sectores: un conjunto de técnicos que pueden tener buenas herramientas para decidirlo o se va a tratar de un resultado de la puja de los distintos sectores económicos y el capital que aporten a la construcción de esta nueva etapa de la política económica argentina. Si son los mismos actores poderosos los que van a estar determinando quienes reciben los beneficios de la protección no queda claro por qué lo harían en favor de un esfuerzo de investigación y desarrollo que les quite posibles protecciones o rentas a futuro.
Otra duda que emerge respecto de este planteo es que el atraso de la Argentina en relación a las principales potencias es significativo. Argentina no participa de manera relevante en la generación de patentes a nivel mundial, tiene una participación insignificante. Son los grandes centros de poder, incluyendo a la potencia en ascenso China, quienes producen la mayor parte de patentes en el mundo. De hecho, la agenda de protección de los derechos de propiedad intelectual es la agenda de las negociaciones internacionales por parte de las potencias del mundo que están tratando de guardar por siglos provechos de la innovación.
¿El sistema comercial internacional estaría dispuesto a tolerar este ingreso de la Argentina a competir en esos rubros? ¿O se trataría solamente de pequeños nichos de mercado? Y si fuera esta segunda opción, ¿bastaría para una economía de 44 millones de habitantes? No queda claro en la propuesta del Grupo Callao.
Por último, con el único sector que se vislumbra una crítica más frontal es con el sector financiero. Hay una crítica directa al actual modelo de Cambiemos, que supondría la regulación de tanto de la balanza de capitales financieros como de la propia actividad del sistema financiero local, sobre todo en términos de segmentar el crédito y obligar a dar crédito a PyMEs o sectores productivos y evitar la fuga de capitales poniendo algún tipo de restricciones al consumo en el exterior o la salida veloz de capitales. Si todo esto fuera cierto, bajo un esquema que no busca confrontar, habría que ver el margen de tolerancia del capital financiero internacional ante esta propuesta.
De conjunto, las propuestas económicas del Grupo Callao no dependen solamente de los intelectuales que lo conforman para hacer política económica sino del juego de presiones de los distintos actores sociales y en ese punto, aunque se pueden detectar elementos interesantes en cuanto a las posibilidades de desarrollo dentro del marco de una economía periférica capitalista, no deja de ser cierto que depende de la buena disposición de los mismos actores que hasta el día de hoy no han estado dispuestos a hacer este esfuerzo de desarrollo e innovación. Por otra parte, y aun cuando así fuera, suponen que los sectores populares estarían dispuestos a “aceptar el esfuerzo” y posponer la resolución de necesidades y demandas urgentes que tienen, en aras de un nuevo desarrollo futuro.