Por Sebastián Tafuro. A la hora de conformar una lista de 23 nombres para un Mundial, todos hacen sus apuestas. En la gran mayoría, hay coincidencias. Pero siempre un par sorprenden y la pregunta surge rápida: ¿por qué están en la Selección? Un repaso por preferencias extrañas y ausencias polémicas. Los dilemas de Sabella con Romero y Rojo.
Cada cual con su librito es una frase que encaja a la perfección con los directores técnicos. Aunque el fútbol no parece un juego muy misterioso, imperan diversas tácticas (los famosos números telefónicos tipo 4-4-1-1 o 3-4-1-2, por ejemplo) y manuales de cómo hay que practicar ese deporte. En esa línea, los jugadores que eligen los entrenadores para llevar adelante sus planteos son siempre los más observados cuando algo no funciona.
Pero cada DT tiene sus preferidos y muchas veces resisten, contra viento y marea, las presiones populares para que pasen a ocupar un cómodo lugar en el banco de suplentes (o ni siquiera). En el caso dela Selección Argentina, los 40 millones de técnicos que existen en el país ponen sobre la lupa, con mucho mayor énfasis que en los clubes, el rechazo hacia determinados nombres. ¿Caprichos incomprensibles de los seleccionadores o algo que un simple ser humano tiene la capacidad de ver frente a una amplia mayoría que aparenta ceguera?
En la actualidad, Alejandro Sabella parece tener más certezas que dudas a la hora de elegir sus 23 nombres para el Mundial del año que viene, al quela Selecciónclasificó cómodamente, una costumbre con este formato de eliminatorias que impera desde 1998 (con la excepción del camino a Sudáfrica en 2010). Sin embargo, el propio entrenador es consciente de que varios de los jugadores del plantel exhiben un nivel sino pobre, por lo menos no acorde a lo que se pretende para pertenecer a un conjunto que tiene aspiraciones bien grandes. Ahora bien, ¿por qué Sabella sigue insistiendo con darle los guantes a Sergio Romero o consolidar como lateral izquierdo a Marcos Rojo, por mencionar quizás los dos casos más resistidos? Las preferencias muy personales entre los 23 pueden ser “caprichos” aceptables; ya entre los 11 pueden generar resultados no deseados.
Las respuestas son diversas, más o menos comprensibles. El caso del arquero es por demás curioso. Suplente en su equipo y acorralado por rendimientos muy altos de otros guardametas (Orion, Barovero, Saja, Monetti, entre otros), no parece haber demasiadas razones para su permanencia como titular. Un puesto además muy sensible, en el cual por el protagonismo que tienela Selección, hay que estar atento a esas pocas llegadas rivales que se reciben y transmitir la seguridad de que en esos momentos se va a responder con firmeza. Maradona, Batista y el propio Sabella han confiado en él y algunas actuaciones ratificaron esa confianza. Sin embargo, su realidad dista de ser la ideal y si hay un lugar de la cancha donde la actualidad pesa más que en otros es, precisamente, en el arco.
En cuanto al lateral ex Estudiantes, hay que anteponer algunos recaudos. Pese a su endeble perfil en algunas actuaciones, las variantes que podrían reemplazarlo en el 11 titular no son numerosas ni tampoco de una brillantez que no hicieran dudar un segundo sobre su correspondencia. Se podría resaltar a Milton Casco, de Newell’s, que viene manteniendo un muy buen nivel y merecería, aunque sea, una oportunidad. Pero no hay nombres que se puedan implorar a los cuatro vientos, como sucede con Romero.
Ya en el marco de los 23, el paladar sabellista apela a jugadores que sólo podrían estar en un plantel dirigido por… Alejandro Sabella. La escuela “pincharrata” representada por Desábato, Braña o José Sosa son insólitas preferencias futbolísticas, producto más de una visión acerca de la importancia del “factor humano” en el grupo o de “mejor malo conocido que bueno por conocer”. Pero esta convicción que tiene el actual entrenador albiceleste, a quien se le pueden atribuir méritos fundamentales en el alentador andar de la Selección, no es patrimonio exclusivo de Sabella sino de los diferentes DT que han pasado por el banco más candente.
Repasemos los 3 mundialistas anteriores: Marcelo Bielsa, José Pekerman y Diego Armando Maradona. En el caso del entrañable Loco en la triste experiencia Corea-Japón 2002, Pablo Cavallero en el arco titular y la inclusión de un desfasado Claudio Paul Caniggia (a quien le correspondía un lugar 4 años antes) entre los 23 fueron las grandes sorpresas de ese plantel que no pasaría la primera ronda. Sin embargo, lo más relevante no estuvo entre los presentes sino entre los ausentes: un brillante Juan Román Riquelme –que un año antes había llevado a Boca a su segunda consagración consecutiva en Copa Libertadores– vería la dura eliminación argentina desde su casa. La insistencia en no juntar a Batistuta y Crespo entre los 11 formaba parte de otro capítulo y de un estilo táctico muy definido, con poco margen para hacerse eco del clamor periodístico.
Lo del actual técnico de Colombia también impactó por las ausencias: Javier Zanetti, Walter Samuel, Martín Demichelis y Germán Lux parecían número puesto (y, más allá, potenciales titulares) hasta que José anunció la lista definitiva para la competencia en Alemania y no se encontraban. Entre los que sí fueron, quizás el más sorpresivo fue Leandro Cufré, en ese momento en la Roma o, como decisión táctica puntual, la suplencia de un joven Lionel Messi en el duelo de cuartos de final ante el local donde el multicampeón DT de los juveniles apostó, a la hora de los cambios, por Esteban Cambiasso y Julio Cruz.
Respecto al máximo ídolo de todos los tiempos, el gran batacazo estuvo dado por la inclusión, en ese entonces, del lateral de Colón, Ariel “Chino” Garcé, quien recibió varias banderas risueñas pidiéndole que traiga alfajores de su visita a Sudáfrica (el mismo jugador pensaba ir con amigos al Mundial y se encontró formando parte del plantel). También Palermo no parecía a priori “convocable” pero su rol salvador en la clasificación le dio un espacio tan inesperado como merecido por su trayectoria. Además, convertiría un gol en el duelo contra Grecia.
En síntesis, no es fácil tener acuerdo sobre 23 nombres pero como se traduce de la lectura, son pocos los cuestionables en los diferentes casos. El problema se da, como en la actualidad, cuando algunos de esos jugadores son titulares. El riesgo de que una mirada muy “corporativa” del entrenador se imponga sobre la realidad del nivel futbolístico de sus dirigidos puede desembocar en golpes imprevistos, producto de esas preferencias-obsesiones. También, al revés, cediendo a cierta presión popular (como los espacios que logró ocupar Tevez con Maradona y Batista), puede haber desbalances tácticos e inconvenientes internos no menores. Desafíos que todos tuvieron y que ahora le tocan a Sabella. Ojalá los resuelva muy bien.