El pasado 22 de Abril, en el marco del ciclo “Conversaciones sobre la Democracia en América Latina” organizado por la UNQui, IADE y la Revista Realidad Económica, el sociólogo cubano Juan Valdés Paz, Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas 2014, junto al sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón, disertaron acerca de la democracia en nuestra región y en Cuba en particular, a pocos días de aprobada la Nueva Constitución Cubana.
Por Juan Pablo Sorrentino
No es revelador decir que la actualidad de los pueblos latinoamericanos dista de ser ideal o de atravesar un período de desarrollo en el cual sus condiciones de vida se tornen más dignas. No estaríamos aportando ningún dato tampoco si evaluamos negativamente los resultados electorales en países como Argentina, Brasil o Colombia, entre otros.
Pero sí puede resultar un aporte analizar la democracia representativa en la mayor parte de Latinoamérica, en comparación con la democracia en Cuba, para entender cual es la real importancia de este sistema político de representación que no debiera reducirse únicamente al ejercicio electoral repetido cada dos, cuatro o seis años dependiendo en qué país pongamos el foco.
Hablar de participación antes que de democracia significa ponderar la acción de los pueblos antes que la delegación del ejercicio del poder en unos pocos representantes.
Hablar de participación antes que de elecciones genera una mayor valoración y conciencia de lo que se pone en juego en esas mismas elecciones, de lo determinante que resulta la práctica política activa para el desarrollo de las luchas de los pueblos en pos de su autodeterminación y de una mejor calidad de vida.
En este sentido, es enriquecedor el aporte de Juan Valdés Paz, quien siendo testigo protagónico de la Revolución Cubana desde su triunfo en 1959 hasta nuestros días, hace una lectura de la participación del pueblo cubano en la política local, valorando sus rasgos positivos, pero sobre todo analizando los desafíos actuales en relación a las transformaciones que la sociedad cubana se encuentra atravesando en los últimos años.
Valdés Paz analiza e intenta comprender el rol que las últimas generaciones tienen en este proceso, en el cual el recambio generacional, con la asunción de Miguel Díaz Canel como Presidente, y la entrada en vigencia de la Nueva Constitución cubana el 10 de abril último, son dos de sus principales focos de atención.
En su intervención, Valdés Paz expresa que la realización de la democracia siempre va a ser resultado de las luchas populares y sociales a lo largo de la historia, pero no siempre la democracia resulta del mismo modo, por lo cual debe diferenciarse la democracia liberal que casi siempre acompaña al capitalismo y pone el acento en la deliberación y la representatividad, de la democracia socialista, como la cubana, que pone el énfasis en la participación y la igualdad.
Es a partir de esta diferenciación que se debe analizar a la democracia en latinoamericana, sin pretender afirmar que la democracia cubana es una democracia perfecta, sino que es un proceso plagado de desafíos. Es por esto que antes que de democracia, es preferible hablar de desarrollo democrático.
En el análisis del desarrollo democrático cubano es necesario referirse a las instituciones de poder en Cuba que propicien la participación popular. Reconociendo las deficiencias que presentan dichas instituciones, Valdés Paz se refiere a la Nueva Constitución cubana, la cual abre un escenario propicio para el perfeccionamiento de estas instituciones, pero no por ello se confía en un mayor desarrollo de la participación del pueblo cubano, ya que eso lo determinará el propio devenir de los hechos y la forma en que el nuevo texto constitucional entre en vigencia.
Haciendo un pormenorizado detalle del modo en que la participación puede hacerse efectiva, expresa que el desarrollo democrático en Cuba será mayor en la medida que las distintas instituciones orienten su actuación en el mismo sentido: desde el Partido hasta los medios de comunicación, pasando por las Asambleas de Poder Popular y la administración pública.
Reconociendo la importancia de la continuidad ininterrumpida de las transformaciones sociales, políticas y económicas que Cuba está llevando adelante desde iniciada la presidencia de Raúl Castro, Valdés Paz se permite ser prudente en cuanto a tomar una actitud desmesuradamente optimista, y reconoce ciertos límites y obstáculos que actualmente se plantean al desarrollo democrático y al crecimiento de la participación del pueblo cubano ya sea en la demanda, decisión, ejecución, control y evaluación de las medidas tomadas desde el gobierno.
El primero de estos obstáculos, constante en la historia revolucionaria de Cuba, es el rol injerencista que Estados Unidos pretende tener desde dentro o fuera de la isla, que se opone al proyecto de Nación y sociedad cubano, desde Eisenhower a Trump.
En segundo lugar, la necesidad de un recambio generacional, el cual si bien se plantea necesario, también debe ser prudente ya que Cuba no cuenta con una “cultura política en la cual la renovación sea la norma”, en relación a los históricos liderazgos de Fidel Castro y Raúl Castro. Si bien ha sido bien recibido el recambio generacional ocurrido con la asunción de Díaz Canel, no hay que olvidar que en el buró político del partido, el consejo del Estado y el Estado continúan predominando líderes de más de ochenta años.
Pero más preocupante resulta la participación reducida que tienen las nuevas generaciones – “las últimas tres generaciones” – en la política cubana. Valdés Paz destaca que en la población menor a 40 años, son pocas las señas explícitas y los discursos que muestren un panorama alentador ligado a una política de cuadros o a mecanismos de participación política e institucional que integren a estas generaciones.
Su análisis continúa, afirmando que sociológicamente es esperable que estas generaciones no se vean conmovidas por la Revolución hoy en día, ya que son las primeras generaciones de cubanos “que han vivido peor que sus padres”, en comparación con la calidad de vida que han tenido sus antepasados respecto a sus propios padres.
Indicando que la tendencia participativa de estas generaciones no está absolutamente definida ni que sea irreversible, Valdés Paz se muestra auspicioso con el futuro inmediato, resaltando deberá verse como la aplicación de la Nueva Constitución se liga a estas generaciones.
El último desafío que presenta el desarrollo democrático y la participación política en Cuba es la edificación de una cultura que lo acompañe y lo oriente, y que lo convierta en una norma de valor para toda la sociedad.
Previo a concluir su intervención, se pregunta si esos sujetos que tácitamente estamos presentando como aquel que protagonice la participación y la cultura participativa, ¿quieren participar?
Concluye sosteniendo que toda fase de desarrollo democrático y de incremento de la participación sólo será posible en la medida que la Revolución continúe su proyecto histórico iniciado hace sesenta años, al servicio de las mayorías, donde el pueblo cubano es el eje de toda discusión y motivo de toda medida de gobierno. Afirma que la participación debe tener como meta formas de organización cada vez más cercanas al autogobierno y la autogestión, ambas difíciles de alcanzar, pero irrenunciables: si ni siquiera fueran metas, esos ideales siempre serían utópicos.