El Fondo Monetario Internacional (FMI) presentó en Washington su último informe sobre ‘Perspectiva de la Economía Mundial’, en donde prevé una desaceleración de la economía global y un crecimiento menor al previsto para América Latina y el Caribe, tanto en el 2019 como en el 2020.
Por Gerardo Leclercq
El organismo liderado por Christine Lagarde, recortó su previsión de crecimiento para la región latinoamericana, la recesión en Argentina y las dudas sobre el futuro de Brasil hicieron que el Fondo Monetario Internacional (FMI) rebajara sus proyecciones de crecimiento económico para la región.
El optimismo dio paso a la cautela, luego que el organismo recortó la expectativa de expansión regional para este año a 1,2%, cuatro décimas por debajo de lo que calculaba en julio. En su reporte, el FMI describe algunas situaciones que colaboraron con la contracción de las economías y que debilitaron su expansión —muchas aún vinculadas al 2018—, impactando en el primer semestre del año.
“Si añadimos las importantes tensiones políticas de algunas regiones, estimamos que, incluso para el futuro más inmediato, la probabilidad de sorpresas desagradables sobrepasa la de que vayamos a recibir buenas noticias imprevistas”, dijo Maurice Obstfeld, el economista jefe del FMI.
A pesar de asegurar una desaceleración económica en general, el organismo de crédito mostró cierto optimismo con algunos países de la región. Planteando un “moderado desempeño” de las economías Brasileña y Mexicana, y mostrando un crecimiento por encima del promedio de lo que pronosticó para Bolivia.
Una de las caídas más abruptas en los pronósticos afectó a la República Argentina. Hace apenas medio año el FMI esperaba una expansión económica de 2% para nuestro país, hasta que “llegó la tormenta y pasaron cosas” y en cuestión de meses se disparó la inflación, la tasa de interés fue elevada por encima del 60%. En suma, el gobierno de Mauricio Macri terminó con un rescate del FMI de US$57.000 millones de dólares, el mayor préstamo otorgado en la historia de la institución.
En este contexto, la Argentina cayó en “la lista roja” con una expectativa de crecimiento negativo de -2,6%, en medio de una crisis que ha desatado protestas y ha elevado la incertidumbre en los mercados, sobre todo respecto en la capacidad de pago. Esta falta de confianza en el cumplimiento de los pagos de la deuda, es lo que hace subir el riesgo país.
En tanto que el conflicto comercial surgido de la política proteccionista del presidente Trump, ha desestabilizado las bases de los principales acuerdos globales, como la negativa al acuerdo de París (medio ambiente), la puesta en duda del NAFTA (Tratado de Libre Comercio en América del Norte, en español) y los cortocircuitos políticos con sus tradicionales socios en Europa – Alemania, Francia y ahora el bloque en general –, no hacen pensar que a futuro, la situación política se estabilice y genere certidumbre para los mercados.
Ante tal escenario no es de extrañar el que el informe señale que la vulnerabilidad a los shocks externos ha aumentado en el mundo y que cualquier giro repentino en las economías emergentes, puede significar una amenaza para el sistema.
Queda en evidencia que el contexto internacional no es favorable para economías como la de Argentina, en donde la volatilidad de los mercados, producto de los vaivenes de la geopolítica global, no hace prever un futuro prometedor. Menos aún si el Estado no es puesto al servicio de preservar los intereses nacionales como la soberanía económica y el bienestar de la población general.
Más allá de lo que diga o deje de decir el informe del FMI, la República Argentina debe afrontar un calendario de pagos muy ajustado y complejo de llevar adelante, y ante la siempre latente posibilidad de una renegociación, el FMI impondría una serie de medidas por demás antipopulares, a saber: una reforma laboral, que busca elevar la edad de jubilación y avanzar contra otros derechos laborales; una reforma previsional, la cual apunta a una mayor flexibilización de los términos jubilatorios y la posibilidad del ingreso de entidades privadas al sistema jubilatorio, y lo más complejo en términos Estatales, la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, en pos de “otorgar una mayor autonomía a la entidad bancaria”, lo cual equivale a perder el control de la política monetaria del Estado.
Si bien el panorama no es muy alentador ya está planteado, y sea cual fuese el resultado electoral en Argentina, la futura administración debe hacer frente a una compleja situación financiera, pero sobre todo a una delicada situación social.