Por Débora Ruiz. Adrián Cayetano Paoletti habla sobre el negocio de las discográficas, la decisión de editar sus propios discos, la estética road movie y la experiencia de trabajar con Cerati.
Un largo recorrido musical por el circuito alternativo local posiciona a Adrián Cayetano Paoletti no sólo como una de las voces más representativas de dicha escena, sino también como un referente para los músicos jóvenes que eligen el camino de la autogestión.
Con residencia en Monte Grande, su apellido se suma a una extensa lista de talentosos músicos que desde hace muchísimos años viene arrojando la Zona Sur de Buenos Aires.
Fue la voz de Copiloto Pilato, publicó poesías y fanzines y editó, a través de su sello Cecilia Records, todas sus producciones solistas.
Él mismo cuenta que esto se dio luego de ofrecer su material a distintos sellos, sin que ninguno haya demostrado demasiado interés, “tampoco me ofrecieron nada que no pudiese hacer solo”, afirma. Por eso rescata que, más allá de las contradicciones o las dudas, el hecho de haberse animado a editar sus discos provocó “que estén ahí, que existan. Hay pibes que en su momento los compraron, los escucharon y tal vez los haya influenciado o inspirado en hacer lo mismo”.
En relación al negocio discográfico, Paoletti trae el recuerdo del presidente de una multinacional “puteando por las bajadas, diciendo que ellos defienden a los artistas; y pensaba que cuando firmas contrato, por cada disco que venden, te dan el 0, 10%. Entonces, si tanto te interesan los artistas ¿por qué no das un porcentaje mayor?” se pregunta.
Para el músico, la baja en la venta de discos no tiene que ver tanto con la cuestión de la descarga sino con el precio de venta y, si bien dice que no le molesta que el público descargue su música, no deja de advertir sobre cierta quietud de quienes escuchan: “a veces me llegan a mi página consultas sobre dónde se pueden bajar mis discos y pienso, “bueno, clickeá diez minutos más, lo pones en el buscador y están”. Y recuerda cuando antes “uno se compraba un disco porque había leído una crítica en una revista, se arriesgaba en la compra y capaz después el disco no te gustaba, pero era una cuestión de interés, mover el culo, leer, ir a la disquería, hablar con el disquero y eso, frente a estar en la computadora y bajarte discos es como una dicotomía”.
También le asombra “que mega estrellas, como los Metállica, que están ultra forrados en dinero, hagan juicios por este tema, que sean tan heavy metal y tan empresarios. Porque la gente se baje música no va a desaparecer el disco, ni van a quebrar las discográficas, que son re ladris”.
Solo en la ruta
Cabe destacar que Paoletti, quien en estos momentos se encuentra a punto de lanzar una nuevo disco que se llamará Los mandos no responden, aumentaré la potencia al máximo, tuvo un parate de once años sin grabar, entre Casa Rodante y Soy yo por ahora.
Cuenta que uno de los motivos principales que lo alejaron de los estudios fue atravesar una época de cambio, de quiebre: “Venía cansado de la rutina de la música, del rock, y en ese momento quería parar un poco, ver dónde estaba parado y hacia dónde disparar, y contemporáneo con eso, surgió el tema de estudiar derecho, así que estuve seis años en la facultad y finalmente me recibí de abogado”.
Durante ese tiempo hizo presentaciones en vivo esporádicas pero, puertas adentro, siempre siguió escribiendo, componiendo o estudiando con la guitarra.
Es notorio como los discos de Paoletti son reconocidos por una estética road movie que no solo se asocia con los títulos de las placas o los pasajes de algunas letras, sino también con historias propias de viajes o largos trayectos recorridos con un Ford Falcon que tuvo hasta hace un tiempo.
Las imágenes ruteras se gestan en Casa rodante, disco que Adrián asocia con hacer un viaje estando quieto, en casa, de la mano de las canciones: “a partir de eso todo surge con más claridad en La ruta del árbol, placa que tiene 24 temas y fue pensada como un disco doble, influenciada por materiales de los años 60, títulos largos y el disco Mellon Collie and the Infinite Sadness, de Smashing Pumpkins”.
Adrián comenta que casi toda la gráfica de ese disco surgió de un viaje que realizó con un amigo: “hicimos Monte Grande, Santiago de Chile, Arica (en la frontera con Perú), y a la vuelta pasamos por Mar del Sur, en provincia de Buenos Aires. Fueron casi ocho mil kilómetros en un mes y la mayoría de las fotos con el Falcon celeste que aparecen en el disco son de ese viaje, pegan con el título, y se suma a que muchas letras hablan de viajes, de búsquedas, o de estar en movimiento”.
Los pájaros tocando tu canción
Paoletti fue convocado como letrista en el último disco de Gustavo Cerati, Fuerza Natural, el cual se caracterizo por incluir ritmos folk y una imagen cercana al universo rutero, asociado a la impronta de Paoletti.
El trabajo conjunto arrojó tres temas: Magia, Amor sin rodeos y Sal.
Aunque para Adrián, el hecho de trabajar con Cerati fue genial, admite que tenía algunos prejuicios con respecto al artista: “como en toda actividad profesional, al exitoso se le tiene prejuicio. Tengo 43 años y de las bandas pop argentinas siempre fui ultra fanático de Virus por una cuestión lírica, que era re grosa. De Soda Stereo lo que más criticaba o recelaba era eso, no me representaba porque tenía otro imaginario, mas asociado con la moda, el glamour. Y cuando Gustavo se hizo solista me gustó, me parecía que musicalmente había avanzado un montón y me gustaban mucho las canciones, el tema de la producción, el sonido”.
El momento de trabajar juntos fue increíble, asegura Adrián, ya que “se dio de una manera muy natural. Al momento de estar con él la distancia entre indie y mega estrella del mainstream no existió. Una de las primeras cosas que me dijo fue “tu banda era “Copiloto Pilato”, ¿no?”; “si”; y ahí ya estuvo todo bien. En lo profesional aprendí un montón; tuvimos encuentros puntuales para trabajar el tema de las letras; Gustavo tenía un montón de material, yo le llevé un montón mío, e intercambiamos. También compartimos algunos momentos sociales, vino a mi casa a comer un pescado a la parrilla, fui a su cumpleaños… Y tuve la posibilidad de estar durante la grabación del disco en su estudio, lo vi laburar y el tipo es un obsesivo total, hasta el mínimo detalle, entonces ahí se te borran, se te caen los prejuicios, porque decís “bueno, no es casualidad”, es un profesional re groso”.