Integrado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay y Guyana crean el Foro para el Progreso de América del Sur -PROSUR-, destinado a la coordinación de políticas regionales frente a la cambiante situación. Bolivia y Uruguay no participaron y Venezuela fue excluida.
Por Gerardo Leclercq Foto: LaRed21
Conforme al cambio de orientación político – ideológico que están atravesando los Estados de la Región, los armados continentales transitan la misma suerte.
La creación del Foro para el Progreso de América del Sur – PROSUR – se inserta en el escenario Latinoamericano, como el intento de dar paso a una nueva época, que pretende dejar atrás todo rastro de lo que se conoció como el “giro a la izquierda” en los gobiernos post-neoliberales de la Región.
Integrado por Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Paraguay y Guyana – Bolivia y Uruguay no participaron – la nueva herramienta de la derecha continental busca generar un espacio de encuentro y coordinación, “flexible y sin ideologías”, tal como lo expresa el Presidente de Chile, Sebastián Piñera.
“Los requisitos esenciales para participar en este espacio serán la plena vigencia de la democracia, de los respectivos órdenes constitucionales, el respeto del principio de separación de los poderes del Estado, y la promoción, protección, respeto y garantía de los derechos humanos y las libertades fundamentales, así como la soberanía e integridad territorial de los Estados, con respeto al derecho internacional”, sostiene la Declaración de Santiago firmada por los mandatarios presentes. Punto que sin dudas, implica un bloqueo implícito a Venezuela por su situación institucional.
Las palabras del ex presidente Colombiano, Juan Manuel Santos, deja a las claras, lo que este nuevo espacio representa. “Me parece que PROSUR, o esto que están creando, es lo mismo que UNASUR pero al otro lado”
Como ruptura con el mecanismo anterior, el PROSUR se presenta como una institución sin burocracia, lo que dificulta imaginar el funcionamiento practico de dicha entidad regional, que viene a representar un mecanismo que hace las veces de “foro” o “marco de encuentro” para la coordinación de políticas regionales.
Sin dudas lo más destacado es lo que el PROSUR dejara de hacer, a diferencia de la UNASUR: ya no actuará como un instrumento de solución de conflictos y diferencias regionales, propio y autónomo.
Flexibilización del Armado Regional y Apertura Comercial del Bloque
En las distintas reuniones que Macri ha mantenido con su par brasileño – primero Temer y ahora Bolsonaro – los mandatarios siempre usaron la misma palabra para referirse al Mercosur: flexibilidad. Esto significa ir hacia una zona de libre comercio que mantenga la consistencia del bloque, pero que permita a cada uno de sus socios cerrar acuerdos bilaterales por afuera del organismo multilateral, algo que por definición no está permitido.
El Mercosur atraviesa ahora una doble etapa, que debe ser entendida como un todo.
Por un lado se busca una flexibilización del armado regional, que se logro al impedir que Venezuela se haga cargo de la presidencia pro tempore del bloque en agosto del 2016. A esto se vincula estrechamente un intento de apertura comercial del bloque, que no es más que el deseo que tienen algunos miembros del Mercosur de firmar Tratados de Libre Comercio (TLC) con otros estados y/o regiones. Las posibilidades concretas que se manejan son la firma de un TLC con la Unión Europea, que se encuentra en suspenso por la resistencia que genera en Europa la política medioambiental de Bolsonaro, y el más firme, hasta el momento, la firma de un TLC con Canadá.
Los enormes avances sociales que vivió la región durante la primera década del siglo XXI, las transformaciones culturales, la ampliación de derechos y la re significación del concepto de soberanía, se encuentran hoy jaqueados por el avance y consolidación (en algunos casos) del nuevo – viejo – proyecto de los Estados Unidos en la región.
El surgimiento de esta “nueva derecha regional” debe entenderse en un doble plano. Por un lado está la indiscutible presencia de los Estados Unidos que actuó en toda la región promoviendo factores desestabilizadores y valiéndose de cualquier reclamo para generar un clima de hostilidad social e ingobernabilidad. Los golpes de estado en Honduras, Paraguay y Brasil son una muestra.
Por el otro, encontramos las dificultades y errores propios de los gobiernos progresistas de la región, como pueden ser: la no transformación del modelo económico, el sector empresarial y las oligarquías continuaron enriqueciéndose.
Dados los altos costos de las materias primas y la expansión del mercado Chino había ingresos suficientes para la acumulación privada y para que el Estado implemente políticas distributivas. Pero al caer los costos internacionales de los productos primarios y al mismo tiempo, desacelerarse la marcha de la economía China, los sectores concentrados de la economía nacional no están dispuestos a ceder en sus niveles de ingreso.
Estrechamente vinculado al punto anterior, encontramos que el alza de los productos primarios acentuó el modelo extractivista, y si bien hubo intentos de diversificación de la matriz productiva los esfuerzos resultaron insuficientes. El avance de la soja y la dependencia casi total de la explotación de recursos no renovables como el petróleo y el gas continuaron, y continúan, marcando el rumbo de las economías de la región.
Características de la nueva derecha continental
Es importante distinguir entre la derecha en el poder y la derecha como oposición al poder.
La nueva derecha en el poder tiene más continuidades con la derecha neoliberal de los 90, mientras que esta misma nueva derecha ocupando el papel de oposición adopta una retorica más moderada, adquiriendo posturas de centro.
Queda claro que el plan económico es el mismo en ambos casos y que esta salvedad es solo aparente y retorica. El objetivo final es el mismo de siempre, la entrega de nuestros recursos naturales y la inserción internacional como productor de insumos primarios (para el caso argentino, vinculados con la agricultura y la ganadería).
Resulta interesante de analizar que en la mayoría de los gobiernos progresistas de la región ha habido dificultades a la hora de encontrar cuadros políticos de peso que le den continuidad en el tiempo a dichos proyectos. La alternancia en los cargos públicos resulta necesaria a la hora de encauzar proyectos transformadores, y no sólo para satisfacer la moral republicana de la opinión pública, sino porque sólo se consolidarán los proyectos que creen instituciones fuertes, que garanticen el modelo de desarrollo.
El actual escenario en la región no es muy alentador. Los sectores concentrados vinculados a las burguesías nacionales y los Estados Unidos están disfrutando de una primavera que parecía impensada hace unos años atrás.