Ya han pasado unas semanas del discurso del presidente en la apertura de las sesiones legislativas, pero aún tenemos frescas algunas de sus cínicas afirmaciones en este año electoral que recién comienza. Mauricio Macri habló de diversas problemáticas, como la pobreza, la inflación, el desempleo, la justicia, la corrupción. En esta nota un análisis de su discurso desde una perspectiva niña.
Por Virginia Nessi y Paula Shabel (*) / Foto: Hernán Nersesian
Si bien resulta evidente la tergiversación y manipulación que ha hecho a lo largo de su discurso, en esta ocasión vamos a comparar las afirmaciones del presidente con la realidad que viven lxs niñxs en nuestro país. El presidente no sólo falsea información y brinda datos inconsistentes, sino que también deja en evidencia su mirada retrógrada y neoliberal sobre la niñez y adolescencia, principalmente cuando toca temas de educación, salud, economía y seguridad.
Educación
Este primer tópico, el educativo, es retomado en distintos momentos del discurso del señor presidente, pero su primer acercamiento es cuando afirma que “Lanzamos programas para trabajar por la calidad educativa”. Si ahondamos un poco, podemos recordar que la partida destinada a la educación en el presupuesto nacional ha ido disminuyendo desde el año 2015. De este modo, el desfinanciamiento se siente en programas de Fortalecimiento Edilicio de los Jardines de Infantes y Plan Nacional de Educación Digital, que cayeron un 68% en términos reales. Otro tanto ocurre con las partidas para infraestructura y para formación docente, pilares clave para la educación.
Sin tomar en cuenta estos datos, el discurso continúa tergiversante, volviendo al ruedo con la primera infancia: “más de 114 mil chicos son cuidados en 1.614 espacios de primera infancia construidos en todo el país”. Lo que no dice el presidente es que en su campaña prometió cientos de jardines y en cambio abrió algunos centros para niñxs dependientes de Desarrollo Social que no cumplen con los estándares educativos ni edilicios de una escuela, que no tienen concursos docentes ni rinden cuentas sobre su trabajo. Además del desfinanciamiento ya mencionado a la educación, esta política no toma en cuenta los miles de niñxs que son expulsadxs del nivel inicial porque ninguna provincia cuenta con las suficientes vacantes para salas de 4 y 5 años, obligatorias por ley. Tampoco toma en cuenta lo difícil que es asistir a un establecimiento educativo cuando este queda a kilómetros de distancia y no hay transporte público para movilizarse.
Dejando de lado el cierre de espacios de formación docente (que merece un análisis aparte), al hacer el vínculo entre la educación y el trabajo, Macri sostuvo que es necesario conocer las evaluaciones globales que permiten brindar datos sobre la calidad de la educación argentina. Desconoce que esas evaluaciones tienen un carácter paupérrimo en materia pedagógica y han sido criticadas por muchos profesionales del área porque busca igualar a todxs lxs niñxs en sus diferentes situaciones sociales. Cuando dice “nuestros hijos” no distingue en lxs hijxs que asisten a escuelas privadas de doble escolaridad y una cuota de más de 30 mil pesos mensuales, de aquellxs que asisten a una escuela rural en un paraje provincial. No se les puede aplicar la misma evaluación porque los procesos de enseñanza y aprendizaje son distintos. La mejora de la calidad educativa tiene que saldarse en lo material a través de formación docente e infraestructura, y, el objetivo evaluativo, en estudios realizados por quienes investigan sobre la problemática educativa desde una mirada centrada en la niñez y desde el sur.
Por otro lado, llegando al final de su discurso, Macri pregona sobre los avances en materia digital, para que docentes y niñxs se acerquen a la tecnología. Nuevamente, el presidente hace caso omiso a la falta de presupuesto y evita mencionar que su gestión cerró el Programa Conectar Igualdad, que significó una alfabetización tecnológica para millones de niñxs y docentes. En cambio, felicitó los logros del nuevo Programa Educación Digital que se implementó en las escuelas, que viene fracasando en sus intenciones dado que no toma en cuenta el hecho de que la alfabetización no es solo al interior de la escuela, sino es permitirle a lxs niñxs tener acceso desde sus hogares para la continuidad de la educación y también para la recreación.
Salud
En materia de salud, el primer punto en el discurso presidencial giró en torno al supuesto éxito de gobierno en impulsar “una mayor conciencia y un plan de acción para la prevención del embarazo adolescente”. Nuevamente, no hace referencia a programas específicos ni a sus presupuestos, todos recortados, y desconoce los datos publicados en 2018 por Naciones Unidas, donde afirman que la tasa de fecundidad adolescente es del 65 por mil, superior al promedio mundial. El presidente tampoco hizo referencia a su decisión de disolver el Ministerio de Salud, para empalmarlo al de Desarrollo Social, reduciéndole las partidas destinadas a todos los programas y demostrando en este gesto político la importancia que la gestión Cambiemos le da al sistema de salud público.
En cuanto a la política en salud sexual y reproductiva, Macri apenas mencionó las aberraciones cometidas en hospitales públicos (de provincias aliadas al PRO) sobre los cuerpos de las niñas obligadas a parir y, en cambio, lamentó su condición de mujeres violadas afirmando que: “el Estado que no pudo protegerlas antes debe estar ahí para garantizarles sus derechos.”. Parece reírse de todas las mujeres que día a día luchan por la implementación de la ILE y de las docentes que día a día luchan por la implementación de la ESI, así como de las trabajadoras públicas que abordan estas problemáticas desde programas de protección integral a la mujer cada vez más desfinanciados. Mención aparte merece su lectura sobre la maternidad, cuando se jactó de valorizar el rol de las madres “porque todavía son ellas las que más se ocupan del cuidado de sus hijos”, dejándonos bien clarito que este gobierno no pretende generar ninguna política concreta para que esto se invierta.
Economía
En los aspectos de índole económico, un primer punto a remarcar es cuando sostiene que se ha bajado la pobreza. Segundos más tarde, afirmará resignado que “la pobreza ha vuelto a los niveles de antes”, quitándose responsabilidad y aludiendo a factores externos a su gobierno como los causantes de la misma. Lo que no dice el presidente es que en el primer año de su gobierno, casi 2 millones de personas cayeron en la pobreza, según datos de la UCA. Pero sí hay una verdad en su discurso: lxs más afectadxs son lxs niñxs pero, por supuesto, no se anima a dar números. En el primer trimestre de 2018, según datos de la EPH, en el grupo de 0 a 14 años, un 41% es pobre, para el segundo trimestre de 2017, un 39% lo era. Si se focaliza en los niveles de indigencia, para el primer trimestre del año 2018, un 8% de lxs niñxs es indigente, frente a un 7,6% del segundo trimestre del 2017. Es decir, casi un 10% de lxs niños de nuestro país no alcanza a los niveles mínimos de alimentos para reproducirse. Dos consideraciones deben retomarse en estos datos: los porcentajes para adultxs, se reducen drásticamente: un 23% es pobre en el 2018 contra un 21 en 2017; un 4% es indigente contra un 3,6% en 2017. Por otro lado, estos datos de la EPH son realizados en 31 conglomerados urbanos, que si bien buscan ponderar la situación de la totalidad del país, dejan de lado a una masa de población rural, que de haber sido tomados en cuenta, hubieran mostrado datos muchos más altos sobre la situación de pobreza e indigencia. Frente a esta situación, la única solución que propone el presidente es el aumento de la AUH del 46% es una medida irrisoria frente a la debacle que ha generado en materia de niñez a través del ajuste y la desfinanciación, sumado a que la inflación ha sido de casi 50% interanual. En esta línea, la AUH bajo un 17% interanual en términos reales, sumado a los intentos de quita por zona desfavorable en 2018.
En otro plano económico, el presidente sostuvo en su discurso inaugural que frente a los problemas económicos no buscó salidas “que comprometiesen el largo plazo”, cuando en el año 2017, tomó un préstamo por 2750 millones de dólares con vencimiento a 100 años, comprometiendo a más de tres generaciones de argentinxs a su pago. Lxs niñxs que están naciendo en estos años, deberán hacerse cargo de los pagos de esa deuda. Pero además el nuevo préstamo solicitado al FMI compromete al país a aplicar políticas de ajuste a través de la baja del gasto público, el desfinanciamiento de la salud, la educación y la ciencia. Nuevamente, lxs niñxs quedan atrapadxs en una lógica de ajuste sobre sus derechos.
Seguridad
No podía faltar en su discurso el aspecto de la seguridad. Al igual que sucedió a principios de este año (y en una réplica de años anteriores) su discurso comenzó mencionando a la Reforma del Régimen Penal Juvenil. Como se sostiene desde distintos ámbitos, el cambio del Régimen es necesario, pero no de la manera en que la plantea este gobierno. Aquello que el presidente nombra como un detalle al sostener “que es mucho más que la baja de un año en la edad de imputabilidad para algunos delitos graves”, es en realidad su caballito de batalla para este año electoral, que es culpar a lxs pobres de su pobreza y buscar castigos ejemplares que calmen el descontento social. Específicamente, el argumento de la baja de edad de punibilidad está basado en la desinformación porque los delitos cometidos por menores de 16 años no supera el 5%, mientras que dentro de ese porcentaje, los delitos graves rondan en el 1,5%. Además de ello, tiene de trasfondo una perspectiva retrógrada respecto a la niñez y juventud, que no es solamente aterrador, sino también es una violación a la misma normativa del Estado argentino, que se sostiene en los principios de progresividad: no se puede realizar modificaciones legislativas que disminuyan los niveles de garantías y derechos ya obtenidos. Como ocurrió en otras oportunidades, el Presidente argumentó que el proyecto es “una respuesta del Estado a muchos chicos que van [en] camino de convertirse en delicuentes”, asumiendo que muchxs niñxs están predestinadxs a la delincuencia y que el Estado puede identificarlxs porque tendrían conductas predelictuales, dadas por naturaleza. Detrás de esto, hay una mirada estigmatizante de la niñez, que recae sobre lxs más vulnerables, lxs pibxs de familias más pobres. No conforme con esto, continuó el presidente diciendo “Y, hay que contenerlos, darles una oportunidad de hacerse responsables de sus actos” ¿Esa es la forma de contención? ¿No se podrá, en cambio, invertir en educación y en salud? ¿O garantizarle un trabajo digno a las familias donde viven esxs niñxs?
Como punto extra, el discurso hizo referencia al ingreso de Gendarmería en las villas y en zonas vulnerables, y sostuvo que esta es una herramienta para frenar el narcotráfico, que ha dado buenos resultados. Lo que no cuenta el discurso son los casos de gatillo fácil que se han dado de mano de esta fuerza y a los que se le suman los de la Policía Federal, fogoneados desde el mismo gobierno nacional. La doctrina Chocobar recae sobre lxs más pobres y de ellxs, son lxs pibxs lxs más afectadxs.
En suma, la tergiversación del discurso presidencial no sorprende y mucho menos en un año electoral. En todos los flancos a los que apuntó ha brindado información inexacta y en muchos casos, falsa, sobre la situación del país. Pero en otros, reproduce una lógica conservadora sobre el desarrollo de la sociedad, orientándose a mejorar la situación de lxs que más tienen en detrimento de lxs que menos. En materia de niñez y adolescencia, deja en claro su enfoque punitivista y culpabilizador de la pobreza. La falta de datos exactos a lo largo de su discurso, ocultan la situación de precarización a la que se enfrentan lxs niñxs de esta y próximas generaciones.
(*) Educadoras de AulaVereda
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