Por Luciana Mignoli / Foto: las2orillas
Se nos murió otro joven y sólo cabe la tristeza. Alí tenía 18 años, era artista callejero y viajaba con su amigo, Ciro, de Mar del Plata a Buenos Aires en el techo de un tren. Recibió una descarga que lo mató. Cuando se torna evidente que los pibes no son peligrosos sino que están en peligro.
José Fonseca era artista callejero. Le decían Alí. Estaba en la costa bonaerense laburando con su amigo de toda la vida, Ciro Ferreyra. Uno de La Plata, el otro de Berisso. Uno de 18, el otro de 20.
Intentaban juntar unos mangos haciendo malabares. Pero la temporada no anduvo para nada bien. La crisis económica, política y social impacta duro a quienes tienen algo para ofrecer en la calle. No tenían plata. Quisieron volverse a dedo de Mar del Plata. Caminaron varios días -como 40 kilómetros- con sus mochilas a cuestas. Y nadie los levantaba. No tuvieron suerte (los morochos siempre tienen menos suerte).
Estaban exhaustos, las piernas entumecidas de tanto andar. Y vieron que justo había parado un tren que venía a Buenos Aires. Primero dudaron. Nunca lo habían hecho. Pero pensaron que era su golpe de suerte. “Esta es la nuestra”, se dijeron y se subieron al techo. Todo anduvo bien hasta Escalada. Faltaban sólo 20 minutos para llegar a Constitución. Ciro se dio vuelta a buscar algo en su mochila y de repente vio volar a su amigo hacia atrás. Había recibido una descarga de 25 mil voltios. Descomunal.
Fue a la mañana. El ramal del Tren Roca, como siempre, estaba atestado de gente que viajaba a sus trabajos en la Capital en condiciones inhumanas. Tan inhumano como empezar a sacar fotos y filmar lo que había pasado. Una violación a la intimidad y una falta de empatía todavía más descomunales que la descarga que había recibido Alí.
Su cuerpo quemado se multiplicó al instante. En medios masivos y redes sociales. “Impactantes imágenes”. “El video viral del electrocutado”. ¿Alguien puede imaginarse la tortura que debe haber sido para seres queridos verlo con el 80 por ciento del cuerpo quemado todo el tiempo por todas partes? ¿Hubiera pasado igual si no hubiera sido un pibe pobre que se coló en el techo del tren?
Que no quería pagar el boleto, que era un negro de mierda, que se joda por idiota. Y muchas frases más. Es que el odio es tan brutal y siniestro que es difícil sistematizarlo. Y también se burlaron y lo humillaron. Era su culpa.
Alí permaneció varios días en la terapia intensiva del Hospital Fiorito de Avellaneda en muy grave estado. Y falleció. El 7 de febrero “Murió José Fonseca” fue lo más comentado en Twitter durante varias horas. Al igual que el día del accidente, convivían mensajes de personas conmovidas por el final fatal con muchas otras que celebraron la muerte y volvieron a destilar ese desprecio inusitado.
“Un paro cardiorrespiratorio motivado por las severas lesiones producidas por la descarga eléctrica, con quemaduras que comprometían casi el 80% del cuerpo, lo que generó la falla orgánica”, dice el frío informe oficial. ¿Cuántas cosas tuvieron que fallar para que ni José ni Ciro tuvieran trabajos dignos? ¿Para que no pudieran pagar un pasaje en tren desde Mar del Plata?
“Yo no lo culpo a mi hijo, es parte de una sociedad marginada. Duele mucho ver que un chico puede morirse por tener que subirse al techo de un tren para viajar gratis. Es muy triste vivir todo esto”, dijo Julia, la mamá de Ciro. Días antes había advertido que José estaba muy delicado y que estaban buscando “cómo trasladarlo” porque “aparentemente no encuentran lugar en el Instituto de Quemados”.
¿Habrá Alí recibido la atención que requería su grave estado de salud?
¿Habrá alguien pensado en la matriz de odio social que genera un gobierno cuando reprime, desaloja o desconoce a las y los artistas populares, a las y los vendedores en las calles?
Murió José Fonseca y se dijo muy poco de la falta de empleo digno para los y las más jóvenes, de cuánto asigna la empresa ferroviaria a una seguridad pensada para la exclusión y la propiedad privada de los transportes ex públicos, de los tarifazos brutales que hicieron cada vez más inaccesibles los viajes de media y larga distancia. Del derecho de los pibes a viajar, a planificar sus vidas y a disfrutar de vacaciones. Tal como lo hacen los que tienen acceso por haber nacido en clases medias o altas.
Alí murió en la insensibilidad de una parte de la sociedad y de los medios pero se mantendrá su nombre y su historia en la memoria de quienes tenemos en claro que los pibes no son peligrosos: están en peligro.
Ciro es nuestra oportunidad de hacerlo mejor. Sigue internado pero sufrió quemaduras más leves. Dicen que está desmoronado por Alí, su amigo, su hermano de toda la vida. Que era pura vida, simpático, lleno de ánimo.
“Murió José Fonseca”. Una tendencia de Twitter que pasa de largo. Una noticia que queda sepultada. Un caso que no se investiga y se cierra. Por eso estas palabras. Para que al andar por el Roca o por cualquier transporte público, al ver a un pibe haciendo malabares en un semáforo, o haciendo dedo en la ruta; recordemos al artista, a alguien que creía que él y su amigo merecían algo mejor de una sociedad y un sistema que solo tiene exposición, burlas y exclusión para los y las de abajo.
“Murió José Fonseca” y a mí me duele.