Por César Saravia y Laura Salomé Canteros
Con gran nivel de abstención, se realizaron las elecciones presidenciales en El Salvador y Nayib Bukele es el nuevo presidente del país centroamericano. Quién es y qué se espera de un “insider” que la jugó de “outsider” y porqué su victoria representa un giro más a la derecha en la región.
Hay quienes consideran, aun en el evidente contexto político- económico- social de crisis de bienestar para la población que atraviesa la región nuestroamericana, que “izquierda” y “derecha” son categorías perimidas al momento de analizar las opciones/ plataformas electorales ante una elección. Durante 2019 viviremos un año clave, serán seis las presidenciales en las que la izquierda con sus variantes locales y la derecha tradicional enmascarada en iniciativas ciudadanas; en las que el progresismo ideológico y la ultraderecha nacionalista y fascista; dirimirán el control de las administraciones, los recursos de Estado, la defensa o la vulneración de los derechos, la institucionalidad y la generación de sentido común.
La primera parada fue en El Salvador, donde poco más de 5 millones de salvadoreños y salvadoreñas estaban llamados a votar, pero sin embargo menos de la mitad asistieron. Los resultados electorales, informados por el Tribunal Supremo Electoral, arrojaron que con el 99,94% de las actas de votación procesadas, Nayib Bukele, candidato por la Gran Alianza Nacional (GANA) de corte derechista, es el nuevo presidente de la nación centroamericana. Obtuvo el 53% de los votos mientras que la coalición de ultraderecha que llevaba al empresario Carlos Calleja (ARENA), obtuvo el 31% de los votos y la candidatura del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) con Hugo Martínez, el 14% de los votos.
En El Salvador ganó la antipolítica, un proyecto personalista millenial, que no debatió con sus adversarios, que no tiene un programa sustentable para las y los más humildes; surgido en las filas del partido de izquierdas y amparado por otro que avala la pena de muerte y el mantenimiento de las leyes que condenan a más de 40 años a mujeres por abortos espontáneos. Finalmente la esperanza no fue tal ni fue tan convocante. Ganó el desgano, ¿perderán las políticas públicas?, y aunque lo disfracen de novedad y cuento de hadas Bukele presidente significa un giro a la derecha para la región.
¿Quién es Bukele?
Nayib Bukele es un joven empresario del sector publicidad, parte de una de las familias acaudalas en El Salvador. Su llegada a la política fue utilizando como vehículo a la izquierda del FMLN, en un pequeño municipio al sur de San Salvador. Desde ahí, Bukele inició un intenso aparato comunicacional que tenía como su principal plataforma las redes sociales. Su popularidad creció tanto que en 2015 fue elegido como candidato a gobernar la capital, San Salvador.
En su paso por esa alcaldía, Bukele inició un proyecto que tenía como principal apuesta la restauración y renovación de determinados espacios urbanos, principalmente el Centro Histórico, una de las zonas más deterioradas de la ciudad. Esto le permitió generar simpatías con la población basado en un discurso que buscaba vender la idea de la “eficiencia” por encima del contenido político e ideológico. En 2017, luego de un cruce de declaraciones contra el gobierno y contra el FMLN y tras agredir verbalmente a una concejala de la alcaldía de San Salvador, fue expulsado del partido. En el fondo, la ruptura de éste con el FMLN se da al identificar que sus posibilidades de ser candidato presidencial por dicho partido eran limitadas por la resistencia de importantes cuadros históricos.
Ya fuera del FMLN, Bukele anunció que buscaría una candidatura para acabar con “el bipartidismo”, una idea que difundieron muchos en su campaña, pero que dista de la realidad: otras voces, como la del reconocido polítologo Álvaro Artiga señalan que en El Salvador no hay bipartidismo sino “pluralismo polarizado” y que con el gane de Bukele se transformaría en un “pluralismo político moderado” esto, entre otras, porque en El Salvador desde hace décadas, ningún partido político ha tenido mayoría calificada en la Asamblea Legislativa y con dificultades en algunos años han llegados dos partidos a tener juntos la mayoría simple,lo que indica que todos deben negociar con todos a la hora de aprobar o no las layes que dirigen la nación.
Por otro lado, Bukele terminó compitiendo con GANA, partido bisagra que en los últimos años tuvo la llave de la correlación de fuerzas en el órgano legislativo, justamente por ser el partido con el cómodo tercer lugar y poder decidir a quién y porqué apoyar a tal o cual partido. Su primer intento fue el de formar un nuevo partido, pero los tiempos de inscripción no fueron cumplidos y tuvo que optar por ir con este partido de derecha que surgió de una escisión de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), histórico partido ultraconservador.
Si bien es una incógnita quien formará parte de su gabinete, Bukele representa un nuevo giro a la derecha en la región. Sus acercamientos a Luis Almagro y sus críticas al gobierno electo de Venezuela (no casualmente Almagro y Guaidó fueron de los primeros en saludarlo), definen una línea de restauración de la derecha en Centroamérica, esta vez basada en un discurso que evoca al pragmatismo y que anuncia el fin de las ideologías. GANA, partido por el cual Bukele se postuló a la presidencia, tiene entre sus principales figuras a Guillermo Gallegos, político que abiertamente se ha mostrado a favor de la pena de muerte y contrario a la despenalización del aborto por las causales riesgo de vida y/o salud para las mujeres.
En su discurso de triunfo, frente a un pequeño grupo de simpatizantes, Bukele aseguró que con su llegada al gobierno se lograba poner un fin a la posguerra. Esto en un contexto donde muchas comunidades libran todavía una lucha contra los crímenes de guerra y el Estado aun debe la condena a genocidas y dictadores por las masacres y los crímenes de lesa humanidad en El Salvador. “Es tiempo de ver al futuro”, señaló. Y eso sin lugar, por la experiencia de los 20 años de gobiernos de ARENA, suena a olvidó e impunidad.
Qué sigue en el paisito
Durante los últimos diez años, a partir de los dos gobiernos del FMLN, la recuperación económica del país; el incentivo a las industrias locales; el reconocimiento de que la tierra es de quien la trabaja para las y los campesinos; la asistencia social; la garantía de salud y educación sobre todo hacia las niñas/os, mujeres y adultas/os mayores; la legislación en materia de prevención, sanción y erradicación de la violencia machista y las políticas para la reducción -en ese período a la mitad- de la cantidad de salvadoreños/ as que migraron al exterior, son evidentes.
¿Sostendrá Bukele esas políticas públicas? ¿O en nombre de la derrota del bipartidismo sostendrá el vacío discurso de que un partido de izquierda y uno de derecha son lo mismo? Bukele gobernará sin números propios en el órgano legislativo y con una legitimidad relativa, luego de que el porcentaje de participación en la elección de ayer fuera de un 50%, un número por debajo del promedio de 55% con el que se habían realizado las elecciones presidenciales de la firma de los Acuerdos de Paz.
En el FMLN, este año habrán elecciones internas. El partido llega con la votación más baja de sus historia y luego de dos derrotas contundentes, en un escenario de ruptura con el sistema político de la posguerra. Hay voces que piden cambios profundos en el Frente, principalmente en su dirigencia, tomando en cuenta que Medardo González es Secretario General del partido desde 2004. No obstante, entre las alternativas a la actual dirigencia se perfilan dirigentes como Oscar Ortiz, acual vicepresidente, quien sostiene una línea más empresaria y corporativista. Fuera de esta disputa al interior del partido, todavía no hay ejes claros de cuáles podrían ser esos cambios que hagan recuperar la confianza en la población, en un escenario de política abierta y en que el contexto regional es poco favorable.
En la última semana se conoció que se gastó, solo en el período de campaña, cerca de 26 millones de dólares. Esto solo del gasto que fue transparentado. El candidato que más gastó fue Nayib Bukele con más de 9 millones de dólares, sin transpartentar a sus financistas. Lo anterior hace preguntarse, ¿quiénes están detrás de esta figura? ¿Estamos frente a un proceso de restauración neoliberal en el que Bukele es su “lavada de cara”?
Quedará pendiente observar qué otras alternativas pueden surgir desde los movimientos sociales. En los próximos años se vislumbran batallas importantes como la defensa del agua y por la despenalización del aborto, por mencionar algunas de las más claves. En el movimiento de mujeres y en la defensa que hacen las comunidades de los bienes comunes descansan algunos de los elementos que dan potencia a la posibilidad de un resurgir de la izquierda popular. La juventud necesita más que un espejo en el que mirarse. Las mujeres, más que una virgen de mirada perfecta a la que adular. Bukele necesitará más que spots publicitarios para gobernar y la población lo sabe y quizá la baja participación tenga que ver con eso, con la certeza de que solo el pueblo salvará el pueblo, y que sus luchas son más que una moda.