Por Gerardo Leclercq
Mientras se acerca la fecha para la posible salida de Reino Unido de la Unión Europea, nuevas tensiones y contracciones ocupan el escenario de la discusión.
En junio del 2016 el Reino Unido celebró un referéndum histórico a favor de la salida de la Unión Europea. En la votación un 51,9 % de los participantes (33.5 millones de personas – 71% del padrón) optó por la opción llamada “Brexit” es decir Gran Bretaña “exit” de la Unión Europea. La salida Británica del bloque continental esta prevista para concretarse el próximo de marzo del año 2019.
“El Reino Unido es libre de revocar unilateralmente la notificación de su intención de retirarse de la Unión Europea”. Con esas palabras el Tribunal de Justicia Europeo (TSE) se expreso respecto de la posibilidad de que el Reino Unido pueda revocar el pedido de salida del bloque.
Este dictamen abre un panorama de mucha complejidad política, que debe ser comprendido en un doble plano. Por un lado, se refuerza la ya clásica afirmación de perdida de soberanía y autonomía en las decisiones con la que los miembros de la euro-zona deben lidiar al integrarse a la misma. Basta con mencionar los casos de Italia y Grecia.
En Italia la Unión Europea le encargo al tecnócrata Mario Monti la conformación de un gobierno encargado de aplicar las políticas de austeridad y ajuste encargadas por Bruselas (2011 – 2013). En el caso Griego las presiones ejercidas sobre Alexis Tsipras, lo indujeron a aplicar un programa totalmente opuesto a lo prometido a su electorado y provocando el final de su carrera política.
Por otro lado, otro caso a mencionar de perdida de autonomía es el tristemente llamado “reparto de refugiados”, el cual se planteó como obligatorio y hablaba de “repartir” personas cual naipes de un mazo de cartas.
En el caso británico las declaraciones del TSE sólo generan más turbulencias en su política doméstica, la cual no atraviesa uno de sus mejores momentos.
Todo parece indicar que mediante un proceso parlamentario y/o político partidario se busca desandar el camino recorrido hasta la fecha. Con esto me refiero al proceso de “voto de confianza” que los legisladores del propio partido conservador de la ministra Theresa May, han decidido iniciar (votación llevada a cabo el 12 de diciembre de 2019). May será destituida del cargo de primera ministra del Reino Unido si 158 de los 315 legisladores conservadores votan en su contra (dentro de las filas de May hay optimismo de que esto no suceda). Sin ninguna duda el cambio de liderazgo pone en tela de juicio las negociaciones respecto del Brexit.
El ejemplo antes expuesto del partido conservador y los casos mencionados de Italia y Grecia, ponen de manifiesto la peligrosidad de pertenecer a una institución o bloque regional total, que pretende asumir – en algunos casos lo hace – el rol de estado – nación.
Resta saber el resultado de la votación del partido conservador y al margen de lo que suceda en ella (cosa que no es para nada menor) es importante remarcar que el injerencismo de organismos, instituciones o en este caso el bloque Europeo (donde corresponde hablar de influencia directa) no debe dejarse de lado, ni tampoco quedar solapado como una discusión doméstica del Reino Unido. Las instituciones son las que deben reflejar el sentir de la sociedad que la conforma, y no debería ser al revés.