Por Bárbara Komarovsky y Damián Lamanna Guiñazú. Jorge Julio López desapareció por segunda vez en democracia, luego de declarar en el juicio contra Miguel Etchecolatz. Siete años después, Luciana Rosende y Werner Pertot presentaron en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti el libro Los días sin López.
-¿En qué momento surgió la idea del libro?
Luciana Rosende: Hacia el cuarto aniversario de la desaparición, por puro interés en el tema, sin saber qué había en la causa.
Werner Pertot: Notamos que el tema había desaparecido de la agenda de los medios, de la agenda política del oficialismo y de la oposición. Esperábamos que para el cuarto aniversario hubiera algún revuelo, y nada. Además la causa judicial no estaba avanzando. Desde nuestro lugar de periodistas quisimos hacer nuestro aporte para que eso cambiara.
-En el libro cuentan que durante los primeros días el poder político tomó el caso como un hecho de extravío y no como una desaparición, ¿por qué creen que fue así?
L: Arslanián dijo que esto se tomó desde el primer momento como un secuestro.
W: No había otro caso de gente secuestrada y después desaparecida. Esa posibilidad no existía. Hay que ver qué rol jugaba la Policía Bonaerense, qué información circulaba. Hubo un nivel de confusión en el gobierno hasta la desaparición de Luis Gerez. Ahí el gobierno hizo un click y enfatizó que no iba a haber ningún tipo de amnistía ni se iba a ceder a la extorsión. Los funcionarios cercanos a Kirchner decían que su razonamiento era: si estos tipos quieren detener los juicios tenemos que hacer exactamente lo opuesto, poner el pie en el acelerador para que se den cuenta que esa estrategia no les sirve. Vamos a presionar más a la justicia para que aceleren los juicios. Y hay una evaluación de Kirchner: si yo cedo en esto, después vienen por la economía de guerra.
-¿Por qué creen que se produjo ese bache en el que se habla de un señor grande que se perdió y después se redobla la apuesta?
L: Felipe Solá dijo una semana después que López “era el primer desaparecido que desaparece en democracia”. El problema es que la policía y los investigadores siguieron la línea de “un viejito que se perdió”. Hay un desfasaje entre el discurso político -de Solá en ese momento y de Kirchner después- respecto de la investigación judicial, que no toma medidas para investigar a los represores del entorno de Etchecolatz.
-Por qué creen que se desvió la investigación a pistas falsas, ¿respondió a la necesidad de captar la atención de los medios o a presión política?
W: Lo que nosotros podemos ver es que se hizo todo pésimo. Desde la primera etapa, la investigación se desvió hacia pistas ridículas y falsas. La pregunta es, ¿lo hicieron porque son ineficientes y la Bonaerense es capaz solo de detener a un pibe pobre y no de investigar crímenes complejos o fue un hecho de encubrimiento? Si me remito a la cuestión jurídica, lo que dice la Cámara cuando aparta a la Bonaerense es que hubo “negligencia manifiesta”. No los acusa de encubrimiento, no existe hoy la causa López II como existe en otros casos. Nosotros podemos decir que si se observa el patrón que tiene la Bonaerense durante el año y medio que tiene la investigación es que la llevó hacia cualquier lado menos hacia donde debió apuntar, que es a los represores. Y cuando se empieza a investigar el entorno de los represores, todas las medidas se demoran en forma inexplicable.
-En la introducción del libro plantean que hay estructuras que, desde la dictadura para acá, no se pudieron tocar. ¿Fue más fácil acelerar los juicios que encontrar a los responsables de la desaparición de López?
W: En ese sentido, es interesante lo que planteó (el ex director de la Policía de Seguridad Aeroportuaria) Marcelo Saín que, usando una metáfora provocadora, afirmó que es más fácil bajar el cuadro de Videla que bajar el cuadro de los comisarios. La Bonaerense es la única policía que durante la dictadura orquestó el circuito represivo. Esto trae consecuencias. En el libro tratamos de pensar que la desaparición de López no involucra solo al Gobierno, sino también al Poder Judicial y al Legislativo. Y tratamos de dejar en claro qué rol tuvo cada uno.
-¿Por qué se asocia a López con la figura de víctima y no de militante, sobre todo en los medios de comunicación?
L: El discurso de la familia era que López iba a la unidad básica, jugaba al fútbol y listo. En la casa no sabían demasiado de su militancia. Recién en 2006, cuando va a declarar, hay un acercamiento pero hasta ese momento la familia no avalaba, ni conocía ni quería conocer demasiado.
W: El rol del familiar es central en este tipo de casos. La familia López resolvió el trauma social que genera una desaparición diciendo “de esto no se habla más, esto ya pasó, ya está, no nos metamos más en política, ni vayas a declarar”: un tema tabú.
L: Se revivieron algunas reacciones de la dictadura, como “si mi viejo no era militante, ¿por qué le hicieron esto?”.
-¿Se modificó en algo la figura del testigo a partir de la desaparición de López?
L: Los testigos no dejaron de declarar en los juicios. Quizá piensan “esto es peligroso, pero me comprometo igual”.
W: Lo primero que se discutió con la desaparición de López fue la protección de los testigos, entendida como “un policía al lado de cada sobreviviente”.
L: Nos preguntan mucho por la figura del testigo clave. No estamos de acuerdo con esa idea, creemos que López era más vulnerable que otros para ser secuestrado.
W: Es contrafáctico, pero si a López le hubieran puesto toda la seguridad del mundo, hubieran buscado otro lugar donde pegar para boicotear los juicios.
-Pero siguiendo esta lógica, López era una víctima más fácil de obviar, de invisibilizar…
W: Hay una hipótesis que sostiene que en los días previos a la desaparición de López alguien lo citó bajo amenaza o engaño con un argumento con suficiente peso para que no fuera al juicio. Hay indicios de que querían que se desdijera de su testimonio, que asegurara que todo era falso. Seguramente esto no impactaría en el resultado del juicio contra Etchecolatz, pero sí sobre la opinión pública. El dato que refuerza esta hipótesis es que a partir de la desaparición de López todas las páginas Web cercanas a los represores empezaron a reproducir el mismo discurso: López mentía en su declaración y se había escapado porque no podía comprometerse con lo que había dicho, cosa que no tiene verosimilitud.
-¿Ustedes se refieren a la caída de la premisa del “Nunca Más”?
W: La idea del nunca más un desaparecido se quiebra con el hecho de que vuelven a desaparecer a un testigo en la primera causa que se abre después de la anulación de las leyes de impunidad. Esto no quiere decir que estamos igual que en la dictadura. Lo que ocurrió es que los que integraron el aparato represivo intentaron frenar el proceso de juzgamiento con la misma metodología, ahora como un grupo más pequeño. Saín nos decía que no creía que hubiera sido la Bonaerense, porque la Bonaerense “está interesada en sus negocios” y que si algún sector participó fue por negocios actuales o porque le debían algo a alguien.
-¿Se preguntaron por qué la reacción de los organismos de DD.HH que sostuvieron en agenda el tema de los desaparecido fue tan dispar?
W: Tiene que ver con la polarización kirchnerismo-antikirchnerismo. Desde hace un tiempo, hay dos marchas por el 24 de marzo, pero no hay dos marchas por López. El kirchnerismo se fue retirando de las marchas de López. No es una cuestión de kirchneristas o antikirchneristas, sino de un reclamo que corresponde a la democracia y no debería haber una división en enfrentar a los tipos que quisieron parar los juicios y secuestraron y desaparecieron a un sobreviviente de la dictadura. Si como sociedad fuimos capaces de salir de la inercia que habían generado las leyes de impunidad y los indultos para juzgar a los que cometieron los peores crímenes de nuestra historia, tenemos que ser capaces de encontrar a quienes intentaron atentar contra este proceso, juzgarlos y condenarlos.
-Así como dicen que el caso había desaparecido de los medios, la revista Barcelona lo mantuvo desde la ironía, ¿qué creen que va a pasar con este libro?
W: Ojalá sirva para abrir debates y sobre todo para pensar qué está pasando con la causa y tener un alerta sobre eso.