Por Agustín Bontempo / @agusbontempo
Luego de casi tres años de gestión macrista, el país atraviesa una de sus peores crisis económicas. La inminente sanción del Presupuesto 2019 podría ser un golpe de KO para el pueblo trabajador. Sin embargo, hay tareas posibles que habiliten un futuro mejor.
El miércoles 24 de octubre la Cámara de Diputados dio media sanción al Presupuesto 2019 enviado al Congreso por el ejecutivo nacional y orquestado por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En las calles, mientras los y las diputadas legislaban a espaldas del pueblo, se desataba una nueva represión sobre miles de personas que se habían acercado a manifestar el rechazo a una ley que garantiza más miseria.
La coyuntura
El mejor equipo de los últimos 50 años no estuvo a la altura de sus bombos y platillos. O sí, si desmenuzamos quienes vienen siendo los grandes ganadores del Modelo M. Estos tres años estuvieron signados por miles y miles de despidos, aumento sostenido de servicios, tarifazos en transporte público, devaluación del peso, inflación imparable. La combinación de estas variables ponen en jaque los salarios e incluso la supervivencia de las personas que cada vez tienen menos posibilidades de llegar a fin de mes con sus ingresos.
Pero están los ganadores. A pesar de que se haya abierto la discusión, e incluso se hayan retomado algunos aportes tributarios, los sectores minero y agrario gozaron de la eliminación de sus aportes impositivos, los grandes capitales pudieron fugar divisas de una manera pornográfica, sin control y con tasas de interés sumamente favorables, los grandes grupos industriales pudieron manipular precios a su antojo e incluso varios sectores internacionales pudieron ganar ante la falta de defensa de la economía nacional, donde las pymes fueron desapareciendo a manos de un mercado que no es competitivo y con una capacidad de consumo cada vez más baja por parte de la población.
En materia económica, la inflación tiene una estimación anual del 45% con un peso que se devaluó en más del 100% solo en este año. El gobierno fue impreciso y sinuoso en cuanto a las estrategias de control: desde subas de la tasa de interés escandalosas, colocación de bonos, baja en la circulación de billetes hasta llegar a la banda de flotación del dólar, que no debería bajar de $34 ni superar los $44, siendo estos extremos los momentos donde el Estado saldría a vender o comprar dólares para intervenir en el valor de cambio. Los resultados no tuvieron variaciones: especuladores financieros siguen ganando mientras las y los trabajadores siguen perdiendo.
En todo este descontrol económico, que incluye la toma de deuda a 100 años, el gobierno que encabeza Mauricio Macri anunció en mayo la vuelta del Fondo Monetario Internacional para terminar de sumirse a los capitales extranjeros. La excusa para esta decisión fue el compromiso que el gobierno tiene consigo mismo de bajar el déficit fiscal lo que sería, según ellos, la base del crecimiento del país. Sin embargo, la sumisión al FMI vino acompañada no solo de mayor endeudamiento (en total, el préstamo es de $56.300 millones de dolares a desembolsar en 36 meses), sino que la pobreza crece de manera sostenida (lejos quedó en el tiempo la promesa de pobreza cero) y las condiciones de vida se hacen cada vez más precarias.
El FMI no hace este desembolso de manera gratuita sino que persigue un objetivo estructural que es cambiar las condiciones económicas y sociales del país. Por eso el intento de reforma laboral (que no pudo colarse en el Congreso gracias a las presiones del pueblo trabajador), la quita de subsidios a diferentes sectores productivos y de servicio, el ajuste tarifario.
La deuda es una hipoteca tan grave para el pueblo argentino que, como señala incluso Ismael Bermúdez en Clarin, el peso de la misma pasó de un 57% a un 77% del PBI.
El presupuesto
Las cifras oficiales del presupuesto son bastante bien conocidas. En materia de metas, se prevé una inflación del 23%, un dólar a $40.10 y una caída en la economía del -0,5%. Si recordamos algunos de los objetivos del gobierno en años anteriores, estos valores son preocupantes.
Para el 2018, la inflación se estimaba en un 15%, valor que sirvió de referencia para intentar fijar el techo en las paritarias. El equipo económico no tuvo un buen partido: el acumulado anual ronda el 45%. No olvidemos que en campaña electoral en 2015, el ahora presidente Mauricio Macri dijo que “El cepo y la inflación son fáciles de resolver”. Siguiendo en la campaña, el ex jefe de gobierno porteño había asegurado que “Vamos a lograr un dólar único y más bajo”, en relación a los $9.50 o $10 que estaba el dólar oficial. Sin embargo, Argentina es el país en el mundo que más ha devaluado su moneda en 2018.
En términos de distribución presupuestaria, hay ganadores y perdedores. Entre los últimos, se encuentra el sector de Educación y Ciencia que tendrá un ajuste que oscila el 17%, Salud que tendrá un ajuste de más del 8% y Cultura alrededor del 15%. Además, se prevé un recorte en la obra pública de casi el 50%, lo que implica una baja importante en el empleo.
Por el lado de los ganadores, se encuentra el pago de la deuda externa que cuenta con una representación total del presupuesto de casi el 20%. Asimismo, las áreas de seguridad, fuerzas represivas e inteligencia, van del 20% al 30% según el caso. Lo previsible: el ajuste cierra con represión.
Las tareas
Lo primero que debemos hacer es desarmar la tesis de “Hay 2019”. Efectivamente, lo hay. Es inexorable. Sin embargo, debemos discutir cómo llegamos a esa fecha y si realmente nos merecemos seguir padeciendo un año más el ajuste y hambre de nuestro pueblo.
Todas las variables que se expresan en los párrafos precedentes nos indican algo ineludible: el ajuste es hoy y podemos derrotarlo. Y esta tesis de lucha real no es una proclama, merece de una táctica concreta y es la mayor unidad de acción posible.
El armado institucional que trata de llegar lo mejor posible a 2019 juega con los roles que se vienen sucediendo estos años. En el caso del peronismo, desde ex bloques kirchneristas que jugaron a la oposición responsable votando sostenidamente todas las leyes de ajuste para luego diferenciarse nuevamente del macrismo por la debacle evidente (los Bosio), pasando por aquellos ex dirigentes que secundaban a Cristina Fernández y que hoy se muestran como una ala opositora buscando referencias más claras en el PJ, como Miguel Ángel Pichetto (actual propagador de la xenofobia como arma de confrontación) hasta llegar a los mediáticamente moderados aunque siempre garantes de la institucionalidad (Massa y compañía). Sectores minoritarios del radicalismo no cambiemita, Evolución de Lousteau, entre otros, han jugado roles similares.
Por su parte, el kirchnerismo -especialmente desde el retorno de CFK al Senado-, ha jugado un rol un poco más relevante, confrontando con el macrismo en algunas leyes claves, como la reforma previsional o el limite a los tarifazos (sancionada en el Congreso y vetada por Macri). Hechos que merecen ser destacados.
El problema de estos sectores es que no se proponen una debacle macrista apresurada. Es decir, para todos ellos “Hay 2019”.
Desde los sindicatos, buena parte de la CGT que había sido garante de la gobernabilidad hasta hace algunos meses, la novedosa Corriente Federal con Moyano a la cabeza y las dos CTA, vienen confrontando con el gobierno en términos discursivos, promueven paros sectoriales ante la discusión paritaria y ocasionalmente impulsan paros generales, habitualmente a destiempo y sin movilización.
La discusión en la Cámara de Diputados sobre el presupuesto del 2019 ha sido catalizadora de los diferentes posicionamientos. Gremios combativos, movimientos sociales, partidos de izquierda e incluso algunos sectores de las centrales mencionadas en el párrafo anterior, han estado en pie de lucha contra la sanción del presupuesto de hambre que se escribió en Washington. A contra luz, hubo sectores que decidieron no movilizar y poner todas sus fuerzas en una caravana a Luján unos días antes, cuando la situación llamaba a gritos al paro general para el 24 de octubre.
Ahora bien, ¿por qué si estamos diciendo que lo que necesitamos es confrontar el “Hay 2019” con la táctica de la unidad de acción y al mismo tiempo señalamos estas cuestiones? Porque la unidad de acción debe ser real y no declarativa. La unidad de acción no es juntarse con cualquiera y perder la posibilidad de delimitarse, sino encontrarse en una serie de planes de lucha con cada sector que realmente quiera hacerlo y en todo caso diferenciarse de quienes no quieren enfrentar al macrismo. La salida política, sin duda, será una etapa posterior donde sí haya posicionamientos programáticos más claros entre los sectores que luchen, pero no hay salida posible si antes no se derrota el plan de ajuste, miseria y represión que vino a instalar el FMI, Macri y los cómplices de siempre. Jornadas históricas como el 14 y 18 de diciembre enfrentado la reforma previsional que atacaba directamente a las y los jubilados, o la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, especialmente el 13 de junio donde la presión popular logró torcer un resultado legislativo que parecía adverso, son una muestra de la potencia de las y los trabajadores.
En algunas semanas será la discusión en el Senado y aunque los porotos parecen estar cantados, es el momento clave para saber quienes seguirán garantizando la gobernabilidad y quienes realmente están dispuestos y dispuestas a poner un punto final a esta crisis. Ninguna persona se merece seguir padeciendo hambre un día más. En unidad, con planes de lucha claros y buscando una salida de fondo, los podemos derrotar.