Por Redacción Marcha
Palabras urgentes mientras los machosfachos al acecho intentan avanzar. América Latina será la tumba del fascimo o no será.
Agazapados. Al acecho. Usan la justicia. Son la justicia. Retuercen las instituciones. Matan. Insultan. Son xenófobos, misóginos, racistas y quieren todo, pero todo, lo que puedan pagar. Nuestra América nos duele. Brasil nos duele. Las mujeres en las calles, millones en la calle, dijeron #ElleNao. Sin embargo, esperan al acecho, agazapados, para dar el zarpazo que agriete la democracia representativa. Y la sangre corre. Las Marielle son asesinadas. Lxs pibxs en las favelas son asesinadxs. Y hay millones en las calles, pero ellos tienen las instituciones y la justicia. Son la justicia que hoy ya no tiene balanza, sino una masa que golpea fuerte las esperanzas de las millones, de los millones, que salen a la calle, que trabajan todos los días, que no comen todos los días, que siguen soñando porque aún es gratis y colectivo.
Ya cuando el escrutinio de las recientes elecciones en Brasil confirmaban el arrasador triunfo de Jair Bolsonaro, estas palabras comenzaron a intercambiarse. Se trata de el candidato presidencial por el Partido Social Liberal (PSL) que acaba de alzarse con el 47% de los votos en la primera vuelta electoral mientras que, por su parte Fernando Haddad (PT) candidato de la fuerza progresista lo sigue con un 20% de distancia para la segunda vuelta que se realizará en menos de un mes.
Bolsonaro, originario del Estado de São Paulo, ex capitán del Ejército, diputado nacional hace 27 años y admirador de la dictadura de 1964-1985 en Brasil. Fundamentalista católico y aliado al lobby de las iglesias evangélicas. Víctima de la propia violencia que fomenta, fue agredido físicamente en un acto de campaña, hecho que lo impulsó en las encuestas. “Si alguna vez alguno de nosotros, civil o militar es atacado y toma represalias con 20 disparos, debería ser condecorado y no condenado”, afirmó en agosto pasado.
No se trata solo del odio que destila su programa, una especie de futuro repitiendo el pasado, sino que es el candidato que promete llevar adelante la profundización de las multinacionales. Para combatir la violencia en Brasil, que el año pasado alcanzó el récord de casi 64 mil homicidios, Bolsonaro propuso flexibilizar las leyes sobre el porte de armas para los “buenos ciudadanos”, señalando que son inherentes al ser humano ya que “están en la Biblia”. El dominio macho hegemónico de los mercados mundiales necesita que gane Bolsonaro para continuar con la militarización y el recorte de recursos del Estado que comenzó con la dictadura de Michel Temer.
Tras la inmensa movilización del 29 de septiembre de las mujeres antifascistas, organizadas, en todo Brasil y varias ciudades del mundo, Bolsonaro subió en las encuestas. Es que la reacción machista está de su lado, y ahora se ve seducida por las masas a la que anhela conquistar como si fuera un novio violento y celoso con ansias de dominio.
Por eso, la resistencia de las mujeres, lesbianas, travestis y trans y feministas brasileñas introduce una discusión urgente en la región en relación a la participación política y la representatividad de quienes somos más de la mitad de las poblaciones del mundo. Y también vale para Argentina, sede de la próxima Cumbre del G20. La pregunta es clave ante el ascenso de las políticas ultraliberales: ¿hasta cuando será posible pensar las estrategias de los movimientos -otrora progresistas hoy antifascistas-, sin que el objetivo sea cuestionar a esta democracia para iniciar el camino de derribar, finalmente, al capitalismo junto al heteropatriarcado, el racismo y la xenofobia?
#DictaduraNuncaMás #BrasilDecide