Por Mariana Brito Olvera
Este martes 2 de octubre se conmemoran los 50 años de la masacre estudiantil de Tlatelolco, en México.
Hace 50 años, el 2 de octubre de 1968, a diez días de que se comenzaran los juegos olímpicos, ocurrió uno de los hechos más sangrientos en la historia del siglo XX mexicano: el asesinato de decenas de estudiantes a manos de las fuerzas policiales, paramilitares y del ejército mexicano. En medio de un mitin que se llevaba a cabo en la Plaza de las Tres Culturas, ubicada en el conjunto urbano Nonoalco-Tlatelolco de la Ciudad de México, las fuerzas armadas abrieron fuego contra todxs lxs que se encontraban ahí. Las cifras son inexactas hoy en día: los medios hegemónicos hablaron de una treintena de muertxs, pero otras fuentes hablan de 100, 200, hasta 300 asesinados/as, además de las y los cientos de heridos y alrededor de 2000 presos y presas políticas.
El movimiento estudiantil mexicano de 1968, surgido en el mes de julio y cuyo mayor esplendor fue entre los meses de agosto y septiembre, se caracterizó por el hecho de que sus demandas excedían lo estudiantil: encararon la lucha contra el autoritarismo del PRI. De las seis demandas de su pliego petitorio, ninguna se constreñía al ámbito universitario, todas tenían un alto contenido anti-represivo:
1) Libertad de todos los presos políticos
2) Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal (que restringían las libertades democráticas y que sancionaban los delitos llamados de “disolución social”).
3) Desaparición del cuerpo de granaderos, encargado de ejercer la represión en las protestas y manifestaciones
4) Destitución de los jefes policíacos Luis Cueto, Raúl Mendiolea y A. Frías.
5) Indemnización a los familiares de todos los muertos y heridos
6) Aclaración de las responsabilidades de los funcionarios culpables de los hechos represivos de los primeros meses del movimiento.
Asimismo, el movimiento del 68’ generó simpatía y apoyo en los sectores populares, fruto de métodos de participación social como las brigadas, encargadas de ir a sectores populares de la ciudad e incluso a las afueras, con el objetivo de llevar a cabo mítines y establecer relación con la clase popular y trabajadora.
Así como el movimiento logró aglutinar rápidamente a miles y miles de personas movilizadas, a medida que se acercaba la celebración de los Juegos Olímpicos la escala represiva por parte del gobierno se aceleró también de forma vertiginosa, siendo el crimen de Estado cometido el 2 de octubre de 1968 el punto más álgido de la represión.
Actualmente, el movimiento estudiantil de 1968 se ha llenado aún más de contenido a partir de la desaparición forzada de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, quienes el 26 de septiembre, día de su desaparición, se dirigían a Iguala con la finalidad de “botear” y conseguir autobuses para poder asistir a la marcha conmemorativa de la masacre de Tlatelolco, en la Ciudad de México. El 2 de octubre de 2014, marchabamos en México llenos y llenas de dolor e indignación por las y los estudiantes caídos en Tlatelolco y por la reciente desaparición de los 43. Nuevamente, estudiantes; nuevamente, impunidad, ocultamiento de los hechos. Hoy en día, en ambos casos se continúa con la petición de esclarecimiento de los hechos y de castigo a lxs responsables.
Si bien el movimiento del 68’ está marcado por la represión, es importante no sólo hacer memoria y denuncia del terrorismo de Estado del gobierno mexicano, sino también hacer memoria de la lucha y las reivindicaciones de estos y estas jóvenes de entre 15 y 25 años que decidieron darle otro rumbo al país, que decidieron pelear contra la represión y la defensa de las libertades democráticas. Hoy en día, después de un sexenio lleno de dolor, de represión e impunidad bajo la presidencia de Enrique Peña Nieto, las consignas de lxs estudiantes de 1968 son fundamentales y eso es lo que este dos de octubre, a cincuenta años, no olvidamos.
En Buenos Aires, la Asamblea de Mexicanxs en Argentina realizará un panel a las 18 horas en la Facultad de Sociales de la UBA (Sede Constitución) para recordar la represión del gobierno mexicano y para reivindicar las demandas estudiantiles, pensándolas en función del movimiento estudiantil actual.