Por Lucila D’Urso* | Foto de Nayko
La ciencia y técnica en el país: institutos deteriorados, sueldos que no alcanzan y ausencia de derechos laborales. Análisis del deterioro de un área pública que puede dejar a la Argentina sin futuro.
Hace poco más de dos semanas el gobierno anunció la eliminación de trece Ministerios, entre ellos el de Ciencia y Técnica que, bajo la denominación de “Secretaría de Ciencia y Tecnología”, pasará a integrar el “Ministerio de Educación, Cultura y Tecnología” a cargo del Ministro Alejandro Finochiaro.
Esta reestructuración se inscribe en el marco del acuerdo concertado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de una profunda crisis económica que se expresa en el aumento del desempleo, la pobreza y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios de trabajadores y trabajadoras, tendencia que se intensificó aún más luego de la devaluación de la moneda.
El Ministerio de Ciencia, Técnica e Innovación Productiva (MinCyT) se creó en el año 2007 con el objetivo de incentivar el desarrollo científico y técnico nacional a través del financiamiento de proyectos de investigación en diversas disciplinas y de promover su vinculación con la esfera productiva. Con esta meta, fundamentalmente a través del CONICET (organismo dependiente del MinCyT), se amplió significativamente la planta de científicos/as como así también de trabajadores/as que desempeñan las tareas de apoyo requeridas para la consecución de las investigaciones.
En 2015 el cambio de gobierno despertó un clima de cierta desesperación en gran parte de la comunidad académica respecto al futuro de la ciencia. Las inquietudes parecieron apaciguarse cuando el Ministro kirchnerista Lino Barañao confirmó su continuidad ahora, bajo la gestión macrista. Para algunos/as, la permanencia de Barañao reafirmaba el modelo de ciencia y técnica alumbrado durante el kirchnerismo. Ahora bien, ¿qué características tenía aquel modelo?; ¿qué elementos lo diferencian del actual?; ¿qué significa la eliminación del Ministerio de CyT en un contexto signado por el avance de las políticas de austeridad?
Responder estos interrogantes implica colocar la mirada en elementos que van más allá del aumento o disminución en el número de becas y/o del presupuesto. Tales análisis aportan evidencias fundamentales, sobre todo, para luchar en pos de defender lo conquistado. Pero también, resulta urgente comprender las bases sobre las cuales se constituyó el sistema científico para reflexionar acerca de la orientación que el mismo asume en la actualidad.
De la cuestión presupuestaria a las condiciones de trabajo y de vida
Desde hace tiempo el porcentaje del PBI nacional de nuestro país destinado a ciencia y técnica es insuficiente. Esto puede observarse al establecer comparaciones con la inversión en I+D (investigación y desarrollo) de otros países de América Latina como Brasil, donde en el 2014 fue del 1,17% mientras que en Argentina, ese mismo año, apenas alcanzó el 0,59%. Partiendo de estas condiciones, desde la creación del MinCyT es posible identificar un incremento en la fracción del presupuesto nacional destinada a ciencia técnica. Esta tendencia cambia en 2014 cuando se fijó un porcentaje de 1,48% que resultó insuficiente luego de la devaluación de la moneda ocurrida a inicios de ese año. En 2015 el presupuesto vuelve a incrementarse (1,53%) alcanzando un máximo histórico que buscó compensar parcialmente el desfasaje del año anterior. Con posterioridad, las partidas presupuestarias no hacen más que disminuir, llegando al 1,22% en 2018.
La inicial escasez en los recursos destinados a la investigación pública y su precipitado agotamiento a partir del año 2016, con el cambio de gobierno y las recurrentes devaluaciones de la moneda, asumen formas concretas: la imposibilidad de continuar con diversas líneas de investigación, las dificultades en la compra de insumos (dolarizados), el deterioro de los espacios de trabajo y los obstáculos que se presentan para garantizar el funcionamiento de laboratorios e institutos de investigación que, al día de hoy, no pueden afrontar el pago de servicios básicos como el gas y la luz. El escenario para el 2019 no es promisorio, más bien todo lo contrario. Si bien se prevé un “incremento” del 27,7% en el presupuesto, este porcentaje da cuenta de una reducción en tanto no consigue compensar la inflación proyectada para el 2018 que, como es de público conocimiento, superará el 40%.
En este cuadro, la propuesta del gobierno es aquella que el pasado ministro y actual secretario Lino Barañao siempre defendió y que nunca pudo implementar con éxito: incentivar la vinculación de actividades científicas con el ámbito empresario para, de este modo, reemplazar la falta de financiamiento del sistema científico nacional.
El recorte presupuestario tiene su correlato en las condiciones de vida de quienes decidimos dedicarnos a la investigación pública en Argentina: salarios que pierden su poder adquisitivo al menos desde el año 2010 y que en la actualidad apenas superan la línea de pobreza, inestabilidad y falta de reconocimiento de derechos laborales básicos. Pero lo particular (y aquello que suele quedar invisibilizado) es que estos elementos no son una novedad del macrismo. Desde hace más de 12 años las becarias y los becarios incluimos entre nuestras principales reivindicaciones ser reconocidos/as como trabajadores/as lo que nos permitiría acceder, por ejemplo, al cobro de un aguinaldo, a poder contar con una verdadera licencia por maternidad o con algún tipo de licencia por enfermedad (actualmente no existen). Este reclamo ha sido negado sistemáticamente por todos y cada uno de los funcionarios y funcionarias que integran e integraron el directorio del CONICET.
La orientación de las políticas científicas
Desde el cambio de gobierno se han multiplicado las voces que señalan que la ciencia y la investigación son elementos prácticamente ausentes en el diseño de las políticas públicas del gobierno. El pasado 16 de agosto, la consigna “Sin ciencia no hay futuro” reunió miles de trabajadores/as del ámbito científico en una audiencia pública realizada en el Congreso de la Nación que estuvo acompañada por una masiva movilización y feria de ciencias. En aquella oportunidad abundaron las interpretaciones en torno al fin de la ciencia basadas, fundamentalmente, en algunas de las cuestiones que enumeradas en esta nota: el recorte presupuestario, la reducción en el número de becas e ingresos a la planta permanente del CONICET, la eliminación del MinCyT, la pérdida de poder adquisitivo del salario, por retomar algunos ejemplos.
Si bien en el escenario actual es preciso tomar nota de estos aspectos y organizarnos para revertirlos, también reviste particular importancia colocar la mirada en aquellos elementos que remiten a las bases sobre las cuales se gestó el sistema científico nacional: institutos deteriorados, sueldos que no alcanzan y ausencia de derechos laborales. Estas condiciones configuradas en el pasado reciente e intensificadas en el cuadro de ajuste actual son cabales para comprender las incertidumbres acerca del futuro de la ciencia y los límites de una política científica discutida en términos antidemocráticos y orientada a los intereses de las minorías.
*Doctora en Ciencias Sociales. Becaria posdoctoral CONICET. Delegada de Jóvenes Científicxs Precarizadxs – Bs. As.