Por Carina López Monja (@Carinalopezm)
El gobierno nos lleva a un colapso de proporciones inimaginables. Incertidumbre, desesperación, y la amenaza de que lo viene no es la prometida luz al final del túnel sino que puede ser aún peor.
Frente a las especulaciones y las operaciones mediáticas, la única certeza es que hay que frenar las políticas que buscan destruir todo lo que el pueblo ha conquistado: la educación, la ciencia, la salud, los derechos laborales, el derecho a tener derechos. Si no decimos Basta, nos quedamos sin país. La respuesta es con el protagonismo del pueblo, decidiendo sobre nuestros destinos.
Recalculando, un GPS que no funciona hace tiempo
Argentina está en crisis. Corrida cambiaria, megadevaluación, desabastecimiento en los supermercados, falta de medicamentos, inflación imparable, nuevos despidos, incertidumbre económica, crecimiento de la pobreza y ninguna propuesta para revertir nada de todo esto. No hay más alternativas en el modelo macrista, a excepción de un nuevo ajuste y una explosión más brutal. La necesidad de adelantar dinero y un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional muestra que las condiciones firmadas encorsetaron la economía argentina. No es metáfora. La política económica no la puede tomar el Ejecutivo sino el FMI y ese programa económico nos lleva al abismo, porque siempre es posible caer más bajo en el pozo en el que ya nos metieron.
La crisis económica no la generaron las huelgas, ni las protestas, ni la oposición. La coyuntura de zozobra que vive el país se generó por arriba, por decisiones y errores propios del Ejecutivo y por la respuesta de los mercados. Durante todo el fin de semana, Macri estuvo reunido con la mesa chica evaluando cómo salir de esta Macrisis a la que llegaron por su propio mérito. La primera respuesta fue operar: se recortarán 10, 8 o 9 ministerios, se irán uno o dos funcionarios, se aplicarán retenciones. No hay una sola confirmación del gobierno, pero prueban, ensayan con el conjunto del pueblo trabajador, cual ratas de laboratorio, cuál es la respuesta social. Ninguna de estas decisiones ha sido confirmada, en on, por el gobierno.
Se reúnen con los gobernadores y el PJ y piden gobernabilidad buscando acuerdos por fuera del partido y mostrar signos de fortaleza en medio de la hecatombe para llevárselos como trofeo al FMI, mientras agitan por las redes sociales con el ejército de trolls (que no sufrió el recorte y el ajuste) el rechazo a un “golpe peronista”. También hay operaciones sobre supuestos “saqueos” y acciones de “grupos piqueteros”. Los intentos desesperados de esta caja mediática del gobierno no están teniendo mucho éxito. Muchos de los llamados “saqueos” fueron robos lisos y llanos y los movimientos sociales han sido claros y explícitos en sus reclamos y sus protestas. Es llamativo que no haya habido mayores niveles de conflictividad ante la crisis que se vive en los barrios populares.
Las posibles salidas y el debate de fondo
Poner el eje en la discusión sobre si el gobierno debe terminar su mandato o si hay que “echarlo ya”, dando por hecho que son dos miradas políticas dentro del campo nacional y popular, deja de lado la realidad más concreta y preocupante que es la que gran parte del país vive en estos días. El problema no es Macri ni Marcos Peña ni las modificaciones de funcionarios que pueda hacer el gobierno, sino la realidad de políticas que están desguazando a la Argentina. ¿Una salida anticipada del gobierno y un recambio con el nombre que sea modificaría la política del gobierno de Macri? La realidad es que se necesita un freno de estas políticas ya y asumir que esto fracasó más allá de la especulación política y el 2019.
Una política de déficit cero, de mayor ajuste, sólo nos lleva al peor de los escenarios. Una deuda que no podrán pagar ni nuestros hijos ni nuestras nietas, un crecimiento de la desocupación y el hambre que ya vivimos y aún persiste en la memoria colectiva, un país para pocos, donde se rematen los derechos y se reprima la posibilidad de reclamarlos.
En las versiones que corrieron hasta hoy, se habló de eliminar el Ministerio de Salud, de Trabajo y de Ciencia. No debería sorprender tanto cuando se viene desfinanciando las universidades y no cambio un ápice la política del gobierno después de una inmensa y federal marcha por la educación pública.
Editorialistas de derecha y compañeros de izquierda, como Martín Obregón, coinciden en lo que importa de Fondo: este modelo busca transformar estructuralmente la economía. El rol de los y las trabajadoras, el derecho a huelga, los convenios colectivos de trabajo, el derecho a la protesta, las paritarias, los derechos a una educación y salud públicas y gratuitas y la mercantilización de absolutamente todos los derechos. Un periodista lo decía con estas palabras: la hecatombe tuvo un efecto paradojal porque “arregló por las malas lo que no se podía hacer por las buenas, regularizó variables y parió un nuevo modelo económico”. El dólar que estaba estable, la carrera entre salarios e inflación, el nivel de ajuste permitido, entre otros puntos, se modificaron radicalmente desde la disparada del dólar y el acuerdo con el FMI.
Frente a esto, la realidad es que urge frenar estas políticas porque de continuar así el 2019, gane quien gane, no quedará país para gobernar. Especulan quienes pueden hacerlo, pero el ajuste y la crisis la pagan siempre los sectores más humildes.
La respuesta de lxs de abajo
Lo que mejor ha hecho este gobierno en estos 3 años (para ellos) es hacer funcionar la lógica del “si pasa, pasa”. Lo hicieron con el 2×1 a los genocidas de la última dictadura cívico-militar, con el intento de que el 24 de marzo se convirtiera en un feriado puente, más recientemente con la venta de terrenos de la Universidad de San Martín, entre tantas otras medidas.
Cada vez que el pueblo salió a la calle a manifestarse de manera rotunda y masiva contra los avances del gobierno, retrocedieron en sus políticas. Cada vez que se impulsaron reclamos sectoriales, específicos, el gobierno logró dividir, segmentar y resolver con carpetazos, subsidios, acuerdos, o palos a los reclamos del pueblo. No hay duda de que con las consecuencias que se viven hace 3 años, con mayor pobreza, hambre y desigualdad, no tener un nivel de conflictividad mayor es mérito del gobierno. Pero los tiempos se acabaron. Un gobierno elegido democráticamente tiene que asumir cuando las grandes mayorías rechazan las medidas que se llevan adelante. Y eso es lo que hoy expresa el conjunto de la población. Dejar que avancen con el ajuste hoy es aceptar que la derrota pueda ser más profunda. No son tiempos de especulaciones. Son tiempos para organizarse y salir en unidad a la calle, para gritar basta y exigir que el GPS, esta vez, cambie de rumbo.