Por Maii Kisz – @MaiiKisz / Fotos: Luis Perrone
En un contexto en el que las expresiones artísticas en la calle están en el centro de atención de los colectivos culturales, la Casa Cultural Quetzal, ubicada en Guatemala 4516, apuesta una vez más por renovar su mural que tiene como escencia que las paredes del patio sean una continuidad de las calles.
Al entrar al espacio lo primero que llama la atención son las pinturas que recubren las paredes y el techo del lugar. Murales llenos de color y con una temática que los une y que cada año son renovados para que no pierdan vigencia, como cuenta Mariano Viceconte, parte de la cooperativa.
“Nuestra intención siempre fue que el patio del Quetzal sea una extensión de la calle misma”, explica Mariano y describe que en las paredes del exterior suele haber varias intervenciones, unas sobre otras, porque la gente dibuja, completa, interviene y hasta se tiran abajo paredes llenas de arte. “Lo efímero del arte muralista en estos tiempos es algo que lo define en sí mismo y queríamos que nuestro patio no sea distinto de eso”, explica Viceconte.
La temática año a año varía y siempre se relaciona con el muralista. Desde el Quetzal eligen al artista, que claramente siempre tiene un concepto personal y de la unión de artistas van surgiendo las obras completas que hacen al mural general. “Nuestra búsqueda en los últimos años se concentra en una exploración de la identidad. Estamos constantemente explorando entre artistas que saquen lo identitario de nuestras tierras y culturas, que sepan hacernos sentir adentro de las paredes, que nos hagan reflexionar sobre nuestro rol en la sociedad como individuos y nos empujen a un movimiento colectivo”.
Este año, una de las imágenes más impactantes es la de una mujer indígena que observa con mirada reflexiva.Se trata de un retrato psicológico que actúa como un espejo del estado de ánimo de quien la observa, explica Daniel Cortez (Decertor), quien vino desde Perú para participar de esta 7ma edición de renovación del mural. Decertor pintó sobre una pared de ocho metros de alto a una señora de una zona de la selva, de una ciudad que se llama Lamas. El artista cuenta que dibujó a una indígena quechua hablante, una lengua y una cultura que se están perdiendo. “La occidentalización cada vez es más fuerte. Me gusta trabajar con esta comunidad porque sigue manteniendo sus costumbres y utilizando sus propios recursos”, detalla.
La Pintura callejera está completamente marginada en nuestro país, tiene muy poca promoción, y se bandaliza a los pibes que pintan en la calle constantemente. Cuenta Mariano que mientras pintaban el mural leyeron la noticia de la muerte de un grafitero en Almagro porque un vecino le pegó tres tiros a quemarropa mientras se bajaba de una obra en construcción. “Estamos en un momento de mucho odio y de violencia exacerbada por el mismo Estado que reprime reclamos todos los días y fogonea el odio entre las personas constantemente”, afirma Mariano y agrega que en este contexto la reforma del Código Contravencional da más armas institucionales a los intolerantes de siempre y al mismo Estado para accionar porque desde esta modificación basta con que alguien considere que algo es un ruido molesto para que quién lo produce sea sancionado. Viceconte culmina: “Ahora, a través de denuncias anónimas, que todxs sabemos pueden ser inventadas por ellos mismos, para que las personas no puedan ocupar el espacio público que les pertenece por derecho”.