Por Luz Ailín Báez
Hace pocos días se celebró el 40 aniversario de lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo en Tigre. El evento estuvo atravesado por un operativo de las fuerzas de seguridad que, más allá de los hechos en sí, impone un hecho de gravedad en democracia. Marcha dialogó con Correpi.
El domingo 5 de agosto se desarrolló en el playón de la terminal de trenes de Tigre un festival en conmemoración de los 40 años de lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo. Una verdadera bocanada de aire fresco, potenciado por la reciente noticia de la restitución del nieto 128, un festival familiar y pacífico. Sin embargo, al cierre del día, comenzó a circular por las redes sociales un comunicado de la CORREPI (Coordinadora contra la Represión Institucional) donde se alertaba sobre la represión y detención- por parte de la “policía bonaerense, gendarmería y efectivos de civil”- de un cierto número de personas en las inmediaciones del predio en el cual se había desarrollado el evento “utilizando muy simbólicamente un Falcon verde” y un audio de la testigo de esas detenciones. No había ni fotos ni videos de las mismas.
Simultáneamente, el diputado nacional Horacio Pietragalla, nieto restituido por Abuelas, explicó por su cuenta de Twitter que durante el festival de Abuelas “no hubo represión” y que el festejo “terminó con total normalidad”. Agregó, además que “hubo 6 demorados por cuestiones menores”. Así mismo, aclaraba que la foto del Falcón verde que circulaba no correspondía con la situación ni el clima del soleado e inesperadamente primaveral domingo de agosto. Desde la organización del festival y cuenta oficial de Abuelas no se expidieron al respecto.
Quienes asistimos al evento y seguimos las actividades de ambas organizaciones- Abuelas y Correpi- nos vimos en la encrucijada de no saber qué había ocurrido realmente. En las redes, las y los seguidores de ambos comenzaron a cuestionar la veracidad de los hechos, ante la ausencia de fotografías y videos. Algunos y algunas exigian los nombres de lxs demorados. Incluso se llegó a decir que la cuenta de CORREPI había sido hackeada.
¿Cómo reaccionamos cuando nuestros ojos no pueden ver aquello que es relatado? ¿Puede una imagen, o su ausencia, dar por tierra con un testimonio de una organización respaldada por una militancia de décadas? ¿Qué pesa más?
El imaginario social está plagado de fantasmas en lo que refiere a la última dictadura militar, y es el Falcon verde, modelo Ford de moda por aquellos años, el ícono predilecto utilizado en los operativos de detención clandestina y posterior desaparición de personas. No resulta muy alocado pensar que una militante antirrepresiva, plenamente consciente del creciente envalentonamiento de las fuerzas de seguridad, ligue la presencia de dicho auto a una forma de amedrentamiento simbólico.
“En un momento dado irrumpen un grupo de personas, algunos de civil, otros de uniforme y se llevan a una cantidad indeterminada de pibes a la comisaría de Tigre en forma violenta, pegándoles, arrastrándolos, esgrimiendo que estaban borrachos y que era necesario sacarlos del lugar. Lo concreto es que justo había una compañera nuestra que vio toda la secuencia. Siguió la detención. Y una vez que nos comunicó y se pudo de algún modo hacer público, logramos, con esa intervención, parar lo que podría haber llegado a una causa penal para estos chicos, que finalmente salieron. Fue la actuación que le corresponde hacer a una organización antirrepresiva. No naturalizamos. Hay mucha gente que naturaliza estas cosas. No importa que sean tres, siete o diez. Ni tampoco importa que sean borrachos o estén sobrios. Aquí lo que vale es concretamente el accionar de la policía. Nosotros no vamos a dejar pasar esto. Y la mejor manera de desnaturalizar es hacerlo público y visibilizarlo. Y con relación al tema del Falcon verde, relativizarlo. En general en la provincia de Buenos Aires se utilizan coches viejos. En este caso era una rural Falcon verde pero que de ninguna manera significa que estemos ligando esto a aun accionar de los años 70. Estamos contando objetivamente lo que pasó y gracias a la intervención de esta compañera y la difusión que hicimos desde CORREPI se logró que la cosa no pase a mayores”, dijo Ismael Jalil, abogado de la organización antirrepresiva.
El operativo en primera persona
“Todavía tengo confusa mi detención porque solamente bajé de un micro. Me detuvieron pienso que por abuso de autoridad o por discriminación porque me vieron con visera. Me llevaron a la comisaría sin justificativo, me sacaron los cordones y la gorra que todavía la estoy reclamando. Me lastimaron, me pegaron, me dieron rodillazos. En una celda para tres estábamos metidos ocho. Y se escuchaban los gritos de tortura de las celdas de al lado. Veíamos cómo pasaban arrastrando de los pelos a los pibes. Desde la celda nosotros gritábamos que paren un poco. Los oficiales nos amenazaban con que paremos o iban a entrar y nos iban a romper la cabeza a nosotros. Veíamos cómo les hacían apoyar las manos contra el piso y les pisaban los dedos. En un momento me exigen ir a Cuerpo Médico. Ahí no me dieron pelota, no me hicieron ni sacar la remera para ver las lesiones. A mi me rompieron las muñecas, me pegaron patadas en las costillas. A la hora de la liberación me dieron un papel para firmar el cual no me dejaron leer con exactitud. ‘Firmá y andate que sino te dejamos pasar la noche acá´, me dijo el oficial Urquiza. Me faltaban pertenencias. Me faltaba plata, la SUBE, una gorra. Y cuando reclamo me dicen ‘te metemos preso un rato más. Andate pendejo de mierda o te rompemos la cabeza’, denunció Facundo, uno de los demorados, al salir de la Comisaría.
Desde aquel episodio, Facundo comenzó a faltar al trabajo. Desde Abuelas le dijeron que lo apoyarían si decide realizar la denuncia. “Estuve llevando todo adelante para poder realizar la denuncia y que no quede todo en la nada pero en el contexto en el que estoy es más complicado. Mi vieja que es la única que me puede llegar a dar una mano, está en Neuquén y es abogada. Acá en ningún centro médico me dieron bola como para hacerme una constancia de las lesiones, sólo en uno privado pero que tenía que pagar 800 pesos. Me tuvieron dando vueltas de acá para allá y no sé con qué tanto fundamento puedo llegar a hacer la denuncia”.
“Treinta años de militancia nos avalan. Nosotros difundimos la noticia ni bien nos enteramos y luego empezamos a recopilar material”, explicó a Marcha Román, militante de CORREPI. Asimismo, dijo que “por las redes nos pedían los nombres de los demorados como prueba de veracidad. Eso lo hacemos cuando efectivamente las personas quedan detenidas. Pero como en esta oportunidad salieron, queda a voluntad de dichas personas dar su consentimiento para difundir o no su identidad. Y agregó: “En un momento nos encontramos en la extraña situación de hasta parecer enfrentados con Abuelas porque medios de comunicación cercanos a la organización del evento empezaron a bajarnos las notas. Nosotros lo que denunciamos es que esos demorados fueron torturados en la Comisaría 1 de Tigre, a la sazón ex centro clandestino de detención”.
Fotografiar o grabar algo es volverlo visible. Los registros visuales y audiovisuales son información y construcción, desde ya. Pero poner el foco de discusión en la presencia o no de un auto icónico de la última Dictadura, resaltar las razones por las cuales se los habrían llevado o exigir la captura del instante como condición de verdad resulta nimio si ponemos del otro lado de la balanza que en el marco de 40 años de lucha de Abuelas haya tenido lugar la secuencia relatada. Es simbólicamente grave.