Por Juan Stanisci*
Se terminó el Mundial #Rusia2018. Sin embargo, nos quedan esas historias que nos gusta escribir y leer, las que están detrás del fútbol y nos hablan de pueblos, de vencidos que pueden ser vencedores, que atraviesan a Historia con mayúsculas y se juegan durante noventa minutos en un partido. En estas líneas, España contra Marruecos y las cosas que no se dicen.
Rusia 2018. Grupo B: España, Portugal, Marruecos e Irán. En el plano futbolístico, la lógica decía que España tenía que ser primero y Portugal segundo sin ningún tipo de complicación, o que, a lo sumo, Portugal podía dar alguna sorpresa por medio de Cristiano Ronaldo. Pero, si nos remitimos al plano histórico, los musulmanes les trajeron un dolor de cabeza a los Ibéricos, a los dos, a España y a Portugal. Pero… mejor no hablar de ciertas cosas.
Hay cosas que es mejor mantener en el olvido. Porque resultan una ofensa para la propia historia o porque avergüenzan, las naciones han creído necesario enterrar en lo más profundo de la historia ciertas derrotas. Siguen doliendo, aunque hayan pasado los siglos y ya sean solo un capítulo de un manual, como una espinita clavada en la memoria. Y no hay victoria que valga. Es mejor hacer de cuenta que nada pasó.
En cualquier otro caso hubiera saltado a la luz. El fútbol es más que un deporte de once contra once con una pelota que va de un arco al otro (en algunos casos). El fútbol tiende a otorgar revanchas que en el plano histórico o político son imposibles. Que Panamá deje afuera a Estados Unidos de un Mundial es una victoria deportiva y es una redención popular; que Argentina haya dejado afuera a Inglaterra en 1986 con un gol con la mano y una genialidad de otro planeta, es un golpe a la historia; y así los ejemplos sobran. Los pueblos buscan venganzas que suelen alcanzarse solo de manera simbólica y el fútbol siempre se presta como vehículo para llevarlo adelante. El tema es que estas pequeñas venganzas suelen festejarlas los pequeños contra los poderosos. Nunca una potencia festeja una victoria sobre alguien más chico, ya que es muy difícil encontrar en la historia vencedores vencidos. Pero siempre hay un pero.
Si bien comenzó hace más de mil trescientos años y terminó hace menos de setecientos, portugueses y españoles prefieren mirar hacia otro lado a la hora de recordar la ocupación musulmana en la península ibérica. Principalmente los españoles, ya que Portugal en ese momento no era ni un proyecto de reinado. Entraron por el estrecho de Gibraltar, actual Marruecos, y se asentaron por más de ochocientos años en toda la península, llegando por un corto período hasta Francia. Nadie sabe que hubiera sido de la historia mundial de no haber sido frenado el avance del Califato de Omeya en ese punto. Tampoco vamos a pensarlo ahora; nos importa el fútbol. Pero en la historia real, los musulmanes entraron a comienzos del siglo VII y no fueron expulsados hasta fines del siglo XV.
Decíamos que el grupo tenía que ser cosa fácil para España y Portugal. En cierta medida lo fue, ya que España terminó primero y Portugal segundo. Pero tuvieron que sufrir más de la cuenta. Empataron entre ellos el primer partido 3 a 3 con un tremendo partido de Ronaldo. Mientras tanto, Irán le ganaba casi de casualidad 1 a 0 sobre el final del partido a Marruecos. Esto hacía las cosas más fáciles: en los papeles Marruecos parecía un rival mucho más complicado que Irán.
En la segunda fecha Portugal y España sufrieron para ganar por la mínima a Marruecos y a Irán respectivamente. Llegaban a la última fecha con la comodidad de saber que con un empate estaban en octavos y pensando en cuánto golearían a su rival para ver quién sería primero y quién segundo. Pero, como dijimos más arriba, siempre hay un pero. Los ecos del Califato de Omeya empezaron a jugar su papel en Kaliningrado. Como hace más de mil trescientos años, el miedo empezó a subir por la península de Gibraltar: España perdía 1 a 0 contra un eliminado Marruecos y contra todos los pronósticos. Irán y Portugal empataban sin goles, entonces, si Irán hacía un gol o Marruecos ampliaba la diferencia los españoles se marcharían del Mundial.
Y todo continuó: España empató el partido y Portugal pasó a ganar con un golazo del veteranísimo Quaresma. Que la cuaresma sea una fiesta cristiana y que Cristiano estuviera en el campo de juego es una coincidencia casi irrisoria en este doble enfrentamiento futbolístico entre cristianos y musulmanes. Así se fueron al descanso. El segundo tiempo empezó con un penal errado por Ronaldo (mala señal para los cristianos). Al rato, llegó otro gol de Marruecos. Otra vez el miedo cruzaba el Mediterráneo e invadía toda la península. Una vez más el destino de España dependía de que Irán no empatara o Marruecos no ampliara. Y así fue: Irán empató gracias a un penal inventado por el árbitro paraguayo y el VAR. Pero en el otro partido (y casi al mismo tiempo) acertaron al darle el empate, previamente anulado por orsai, a España por la misma vía. En los últimos instantes, Irán casi dejó afuera a Portugal, pero como entre ellos casi no hay historia no nos importa. Un Marruecos que no luchaba por nada casi elimina a una España condenada al éxito. Siguiendo el hilo de la historia, los Ibéricos volvieron a expulsar a los musulmanes.
Las potencias no necesitan simbolismos para redimirse. Probablemente los marroquíes sí jugaban algo más que un partido de fútbol. Los padres y las madres de muchos de los jugadores que hoy estuvieron en cancha, cruzaron el Estrecho de Gibraltar en balsa en busca de un futuro mejor. O simplemente de un futuro. Pero en muchas ocasiones, ese futuro les es negado y son deportados por las naciones europeas. Otras veces, ni siquiera alcanzan la otra orilla. Si Marruecos le hubiera ganado a España, habría sido una fiesta marroquí aun sin pelear por nada en el sentido futbolístico. Pero mucho más atrás en la historia también, hay cosas ocultas. Cosas de las que es mejor no hablar. Y mucho menos festejar. Aunque a más de un español le debe haber generado una sonrisa, que no necesariamente tiene que ver con el gol de Iago Aspas.
* Escribe en el portal lástima a nadie, maestro