Por Gabriel Casas
Mañana se juega la final del Mundial #Rusia2018. A esta altura, la expectativa está en ver si el agotado Croacia (con tres alargues encima) puede romper la lógica y ser campeón del mundo. El cronista ya lo analiza antes de que se conozca el ganador porque lo que importa en estas líneas es el fútbol que ya se jugó
El relator oficial de la televisión pública, Sebastián Vignolo, suele decir unas veinte veces por partido “qué lindo es el Mundial”. Y en el colmo de la exageración agrega que “estamos viendo un partidazo” a eso de los diez minutos de encuentros que después hacían difícil escaparle a la siesta. Se puede entender la emoción que Vignolo irradia desde Rusia (¿a qué periodista no nos emociona cubrir una copa del mundo?), aunque ya tiene varios en su haber y más que un relator de fútbol se parece a uno de esos vendedores de electrodomésticos, que cuando uno entra a un local, te ofrece en cinco minutos una gama de maravillas que todavía ni siquiera alcanzaste a pispear. Lo del “Pollo” –apodo de Vignolo– no viene a cuento.
¿Es tan lindo el Mundial para quienes lo vemos por la televisión y no pudimos ir al evento? ¿Se está jugando un fútbol tan excelso como lo augura al inicio de cada partido? Para quien esto escribe, no. Lamentablemente, no puedo sentir la emoción de cubrirlo en vivo, entonces ni siquiera tengo ese plus. ¿Envidia? Sí. ¿Sana? No. ¿Cómo la envidia puede ser sana? Tampoco es cuestión de maldad. Muchos periodistas gráficos, a los que sigo en las redes sociales, están haciendo un trabajo formidable.
Sin embargo, en lo puramente futbolístico, nadie me va a convencer de que estamos ante un torneo inolvidable, ni mucho menos. En un mundial donde no rindieron como se esperaba Messi, Neymar, Iniesta, Kroos, y Cristiano Ronaldo sólo salvó la ropa en el debut ante España, es inevitable que le haya faltado brillo.
Afuera muy pronto Alemania (¿Cómo? ¿No era que el fútbol es un juego de once contra once donde siempre ganan los alemanes?), luego España y Argentina, y cuando todavía no nos reponíamos de esos golpes, a los belgas se les ocurrió eliminar a Brasil. Los grandes candidatos y nuestra esperanza ni siquiera llegaron hasta las semifinales. Vaya Mundial. “Raro”, como se encargaron los periodistas televisivos en repetirlo hasta el cansancio. No sea cosa de señalar que es un Mundial mediocre.
Entonces, caídos los máximos candidatos de la cátedra, este domingo Francia y Croacia juegan la final. Debe ser la final menos ansiada (exceptuando en esos países, claro) y convocante de los últimos diez mundiales. Ni los franceses, ni los croatas tienen la culpa. Ellos hicieron su trabajo. El problema, a mi parecer, es que el fútbol además de un deporte, de un juego, es un espectáculo. Y ahí es donde a mí no me convencieron.
Francia es un justo finalista, un buen equipo, pero avaro hasta de su propio potencial. Tiene mucho más para dar si se lo propusiera, pero se conforma con manejar demasiado los tiempos de cada partido. Cuando va ganando, hasta sus delanteros son su primera línea defensiva.
A un equipo que tiene jugadores de la talla de Mbapee, Pogba, Griezmann, Giroud, Kanté, Varane, se le puede exigir más por el espectáculo. Incluso, Tolisso (habitual suplente) es un volante más dotado técnicamente que Matuidi. Cuando se vio complicado en el resultado ante Argentina, se liberó y en 15 minutos hizo tres goles. Ahí se vio de lo que son capaces cuando les mojan la oreja.
En el resto del torneo, Francia no se apartó de su libreto. Hizo lo justo y necesario para ganar. No despliega el fútbol champagne que les vi a las camadas de Platini y Zidane. Y no creo que sea por falta de intérpretes a la medida.
Para los que sólo le interesan el resultado final, esto que escribo puede sonar a una herejía sobre un equipo que está a un paso de ganar el Mundial. Para mí, sin embargo, lo más hermoso del fútbol pasa por otro lado. Y Francia me resulta egoísta en ese sentido. Tiene material para, además de ganar, intentar brillar, pero prefiere enamorarse de su propio pragmatismo.
Hay palabras que se usan como un mantra en el ambiente del fútbol. Una archi usada en los últimos tiempos es “proyecto”. Se utiliza para graficar a los equipos con cierto éxito. Ahora le llegó el turno a Croacia. Sin embargo, ¿Croacia tuvo un proyecto que se consolida con llegar por primera vez en su historia a una final mundialista?
Veamos, el actual entrenador, Zlatko Dalic, asumió una fecha antes del final de las eliminatorias. Davor Suker (el mandamás del fútbol croata) despidió al anterior técnico porque quedó segundo del grupo (de Islandia) y hasta peligraba su participación en el repechaje. Se clasificó con Dalic como DT interino y lo mantuvieron en el cargo.
Ya en el Mundial, ¿se puede afirmar con certeza cuál es el estilo de juego de Croacia como sintonía de un proyecto? Fue de mayor a menor. Clasificó ganando cómodamente su grupo, con el pico máximo de nivel en el 3-0 a Argentina. Ayudado, también, por el blooper de Wilfredo Caballero que abrió el partido y el desmadre que después de eso fue nuestra Selección.
En octavos y cuartos sufrieron hasta los penales con equipos de medio pelo como lo son Dinamarca y Rusia. En la semifinal, hasta los 60 minutos, creo que Croacia había jugado su peor partido en el torneo. Inglaterra se retrasó demasiado, le perdonó la vida en los contragolpes y con el empate, recién ahí aparecíó, más con garra y corazón, que con buen fútbol.
No se trata de desmerecer en sí a Croacia. Es una camada de buenos jugadores (Rakitic, Perisic, Mandzukic) y con un notable director de orquesta como Modric. Por algo están en clubes tan importantes de Europa. Al ganar su grupo fue a la llave más aliviada. En el último mundial, a la Argentina muchos le ningunearon los rivales camino a la final para quitarle méritos. Creo que Suiza, Bélgica y Holanda eran mucho más de los que sorteó Croacia para estar en la gran cita del domingo.
A lo que se refiere, es que a veces se utiliza la palabra proyecto como algo mágico, para evitar analizar a fondo. Proyecto de varios años tuvieron en su momento España y Alemania, los dos últimos campeones. Un estilo de juego que los llevó a esos títulos. Y también contaron con su dosis de azar necesaria en un certamen tan corto como es un mundial. Croacia, en cambio, aun siendo muy meritoria esta actuación, se muestra como un buen equipo aliado bastante con el azar, pero lejos de denominar este camino en Rusia como la consolidación de un proyecto.