Por Leandro Albani. Cuando esta nota sea publicada, sobre Siria tal vez caigan toneladas de misiles Tomahawk que nunca distinguen entre soldados, hombre, mujeres, niños o ancianos. Estados Unidos, otra vez, y bajo una excusa repetida, azotará a un país de Medio Oriente que no se encuentra bajo su órbita.
El plan original de la Casa Blanca de derrocar al presidente Bashar Al Assad mostró su ineficacia debido a una serie de factores, pero principalmente por el apoyo masivo de la población hacia el mandatario sirio.
Desde hace días, Washington y sus aliados, tanto europeos como del Golfo Pérsico y Turquía, preparan el terreno mediático para que Siria sea bombardeada. La excusa es repetida: las armas de destrucción masiva le sirven a la administración de Barack Obama para emular a George Bush y su promocionada invasión a Irak.
El cúmulo de información en las últimas horas también promueve un estado de angustia y paranoia en todas partes del mundo. Como resumen a este caudal informativo, se puede decir que hasta el momento ni la Organización de las Naciones Unidas (ONU), ni Estados Unidos y sus aliados han podido comprobar de forma concreta que el gobierno sirio utilizó armamento químico contra la población.
Hasta ahora, la única información real es esa, aunque los gobiernos estadounidenses y británicos, como puntas de lanza de la posible invasión, han decretado el bombardeo sobre Siria. Bombardeo que podría tener una duración de entre 48 o 72 horas, lanzado desde los buques desplegados, principalmente, en el Mar Mediterráneo. Si esta metodología de ataque es aplicada por estas horas, y aunque reportes periodísticos indican que los bombardeos serán dirigidos contra bases militares, es probable que los “daños colaterales” se contabilicen por docenas.
Una incursión de este tipo demuestra que Estados Unidos no está en condiciones de llevar adelante un desembarco por tierra. Los dos años y medio de conflicto interno en Siria revelaron también que, pese al financiamiento de Washington y sus aliados a los grupos mercenarios y a los islamistas del Frente Al Nusra, el gobierno de Al Assad, el pueblo sirio y las Fuerzas Armadas conformaron un bloque compacto de resistencia. Aunque las bajas en el Ejército sirio se contabilizan por decenas de miles, son mínimos los casos de deserciones en sus filas, contrariamente a lo que sucedió en Libia antes del derrocamiento y asesinato de Muammar Al Gaddafi por parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan).
Aunque el gobierno sirio convocó al diálogo nacional, reformó la Constitución a través de un referendo, permitió el ingreso de observadores de la ONU y respetó el alto el fuego decretado en varias ocasiones por ese organismo internacional, estas medidas -reclamadas por la propia Casa Blanca-, fueron silenciadas y borradas de cualquier discusión, salvo por las posturas de Rusia y China en el Consejo de Seguridad de la ONU.
El plan de atacar a Siria por apenas unos días confirma que la fuerza política de la Casa Blanca no es tan poderosa como lo muestran los grandes medios. Rusia, China, Irán, Líbano (y la organización político militar Hezbolá), y una gama de países de América Latina se han convertido en los primeros en denunciar las intensiones de invasión.
Mucho se especula sobre la posición que tomarán Rusia e Irán ante un probable ataque. La intensa diplomacia desarrollada en más de dos años para evitar un ataque a Siria ha retrasado el desenlace de la invasión. Es verdad también que Estados Unidos no apuesta a una incursión masiva, al menos en un principio. Washington opta al desgaste del pueblo sirio, impulsando el éxodo de sus pobladores y estrangulando a los habitantes con una crisis humanitaria sin precedentes. Un plan, al fin y al cabo, que lleva la firma de Barack Obama y su postura de intervenir militarmente junto a sus socios, basado en una cuenta clara: las finanzas de Estados Unidos no resistirían una acción unilateral, mucho menos tras los sonados fracasos en Afganistán e Irak, dos países que viven en carne propia una “democracia” en la cual la inestabilidad es permanente.
“No se trata simplemente de que los cohetes cruceros apunten hacia objetivos militares de Siria –escribió este miércoles el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro-, sino que ese valiente país árabe, situado en el corazón de más de mil millones de musulmanes, cuyo espíritu de lucha es proverbial, ha declarado que resistirá hasta el último aliento cualquier ataque a su país”. Y Fidel tampoco dudó en calificar lo que puede estar por venir: “Se preparan los medios navales y aéreos del imperio y sus aliados para iniciar un genocidio contra los pueblos árabes”.
* Las infografías pertenecen al portal http://actualidad.rt.com/