Por L. A.* Segunda escena del cuento por entregas enviado por el autor para Marcha. Luego del recuerdo de La Habana, una instantánea de Buenos Aires.
¿Hacía cuánto tiempo no tomaba un cortado? ¿Tres o cuatro años? Por eso pidió el primero y lo bebió en un instante. Le hizo señas al mozo para que trajera otro.
Buenos Aires era distinto en invierno. Además del lugar común de que sus calles eran más grises que en cualquier otra parte del mundo, él notaba que los sonidos de la ciudad se escuchaban lejanos. Eso siempre le sucedía en invierno. Como ahora, mientras tomaba el segundo cortado sentado contra una de las ventanas del bar Los Galgos. Si observaba hacia Callao, la media mañana era un amontonamiento de autos y colectivos, gente abrigada que caminaba ligero, las palomas picoteando en las cornisas de los viejos edificios.
Y los ruidos a lo lejos. El 37 frenaba, arrancaba, esquivaba una moto, y el escándalo de los frenos y cambios mal metidos eran un susurro que llegaba al bar y no molestaba a nadie. Así disfrutaba los inviernos de Buenos Aires.
Ya no se podía fumar en lugares cerrados, entonces le pidió al mozo la cuenta, pagó y se levantó con la idea de ir hastala Plazade los Dos Congresos. El sol y el frío lo acompañarían mientras fumaba.
Antes de salir del bar pudo ver el cuerpo cayendo desde un edificio y el estruendo cuando se estrelló sobre el techo de un auto. Ese sonido no era como los demás y lo escucharía durante mucho tiempo.
* Leandro Albani