Por Miranda Gómez Martín
Los entretelones del escenario de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. La organización de diecisiete horas de festival para que todo termine en fiesta.
Los martes verdes, que sostuvimos durante dos meses, venían sorprendiéndonos por su nivel de convocatoria. Sabíamos que el 13J iba a ser grande, muy grande y durante semanas dejamos todo en esa organización. Pero cuando el miércoles subimos al escenario para decir las primeras palabras nos quedamos mudas. Porque hacia donde miráramos había un mar de personas, de pañuelos y bufandas verdes, de glitters y carteles. Nos quedamos mudas: “empezá vos…”, “no, empezá vos…”, nos decíamos. Mariposas en la panza y dos palabras: “Será Ley”, y la marea de vida y lucha se deshizo en un solo grito. Así empezó la jornada histórica en uno de los rincones de esa gigante y laberíntica vigilia: el del escenario.
Mientras todos los pronósticos anunciaban lluvia, las nietas de las brujas que no pudieron quemar conjugaron toda la fuerza de su amor para que no suceda, y aunque fue quizás una de las noches más frías del año, ni una gota nos aguó la fiesta. Durante 17 horas ese escenario, ubicado en Av. Callao y Perón, y todas las arterias que lo rodeaban latieron con una pasión que de a ratos parecía que no resistiríamos.
Pasaron 17 colectivos de artistas entre bandas: Las Taradas, La Delio Valdez, Ciertas Petunias; Lu Martinez; Eruca Sativa; Malena Dalesio y las Brilli Bardó; Flopa Lestani; La Colmena; Luciana Jury y Gabo Ferro; Jimena Barón; Tonolec; Vale Cini Trio, Las Cocas, Las Chinas y grupos de baile, murga y circo (Las Cirqueras, Taua, Pueblada Danza y Escalando Sin Remedio). Aunque no pudieron quedarse a tocar también nos acompañaron La Orquesta Fernández Fierro, Soledad Villamil y Miss Bolivia, que subió a compartir algunas palabras. También nos acompañaron feministas de la comunicación y la locución: Verónica González y nuestra siempre presente Lili Daunes. Y por supuesto, también nos acompañaron referentes de la Campaña de diferentes provincias del país: Entre Ríos, Córdoba, Santa Fe, San Luis, entre otras.
También hubo lugar para otras demandas como la exigencia de justicia por el travesticidio de nuestra compañera Diana Sacayán; de absolución para Higui y Joe Lemonge y de colectivos de identidades culturales y religiosas por el derecho a decidir. Hasta se acercaron a nuestro escenario varixs diputadxs y actrices en dos ocasiones diferentes de la vigilia, para compartir información. Muchas compañeras no pudieron llegar jamás hasta el escenario por la enorme y compacta masa de verde que éramos.
Atrás del escenario la imagen era íntima, compartiendo una botellita de agua o un vaso de té con feministas que, antes de subir al escenario, se hacían englittear por alguna perfecta desconocida, para luego abrazarse un rato. Las horas iban pasando, lxs artistas aguantaron demoras y un aire que calaba los huesos, pero permanecieron sin querer irse, porque querían participar de una jornada única. “Hoy hacemos historia” resonaba una y otra vez, con ovaciones desde abajo del escenario y siempre una inmediata respuesta con un canto que ensordecía “Aborto Legal, en el hospital…”.
Muchxs de quienes estaban abajo ni sospechaban las semanas que montones de compañeras dedicamos para esta fiesta verde- feminista que latió y que se escuchaba hasta dentro del Congreso, donde queríamos. Horas robadas a nuestros familiares, amigxs, trabajos o estudios, pero horas llevadas con alegría y convicción difíciles de transmitir. Y que no empiezan y se acaban en estas últimas semanas, o en los tres meses desde que comenzaran las audiencias, sino que son y han sido por las miles de horas de militancia, organización y debates de la Campaña. Y con la convicción de que debe ser ley.
Ese día, el sol se escondía, el frío avanzaba y la gente era cada vez más. Las ambulancias del SAME prometidas en las reuniones con el GCBA no aparecieron por ningún lado; sin embargo lxs compañerxs rescatistas, socorristas y bomberxs villerxs, junto con otrxs medicxs y rescatistas de organizaciones que se fueron sumando durante la jornada, lograron un trabajo impecable para resguardar la salud de las miles de personas que estaban en esa zona y de las decenas que, entre el frío extremo, el entusiasmo del baile y la enorme marea de gente, se desvanecieron.
En varias ocasiones alguna feminista entusiasmada se subió a un semáforo, farol o kiosco de diarios, y ante eso solo bastó con pedir por micrófono que por favor se bajara, y era inmediato. Todas sabíamos que estábamos ahí por la Ley, y por mucho que nos entusiasmara una u otra banda, lo primera era cuidarnos, entre nosotras, como sabemos hacer las feministas…
Poco antes de las once de la noche cuando estaba por cantar Jimena Barón, nos llegó la propuesta de hacer, simultáneamente en toda la vigilia, un pañuelazo con ruidazo, y ella y nosotras, abrazándonos entre risas, comenzamos el agite “aborto legaaal”, mientras cientos de miles de pañuelos se estiraban y elevaban por encima de las caras con brillantina verde que sonreían, tiritaban, y gritaban: “que sea Ley, que sea Ley”. Mientras tanto, el ridículo lugar que el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires nos había adjudicado para esta vigilia, complicaba las entradas y salidas del back del escenario, de a ratos sin agua, con hambre, pero con una alegría que no nos cabía en el corazón, ese corazón que desde el 24 de abril es puro verde y fuego.
Justo antes de que tocaran nuestras compañeras de siempre, Las Taradas, esas que estaban desde hace una década, cuando no hacía falta ni sonido, en la esquina del Molino, la fiesta estalló en cantos, bandera en el escenario y cohetes de papel picado verde que fueron como una nevada de alegría en esa noche de narices frías y corazones incendiados. Casi a las 4 de la mañana fue el turno de la Murga Escalando Sin Remedio, cuya interpretación había quedado trunca por la lluvia en uno de nuestros martes verdes, y que se desquitó haciendo una fiesta por más de una hora.
A las 6 de la mañana el escenario apagó sus luces y comenzamos a caminar, en banda, hacia Rivadavia. Allí se nos abrió toda otra escena que no habíamos visto hasta ese momento, pequeños acampes de jóvenes y adolescentes que se resguardaban bajo mantas, bolsas de dormir, fogatas improvisadas y hasta carpas. Eran casi las 7 de la mañana y la multitud no cedía. Jóvenes, adolescentes casi niñas y mujeres de más de 60 o 70 años nos amuchamos cada vez más alrededor de la pantalla gigante en nuestra épica esquina del Molino. Aquella esquina donde por 13 años, incansablemente, compañeras con más y menos años de trayectoria en la lucha por el derecho al aborto, pedimos firmas a favor de nuestro Proyecto.
Algunas nos resguardamos del frío durante una hora en un departamento cercano, y a las 8 de la mañana, sabiendo que la votación se acercaba, no lográbamos llegar hasta la bandera de la Campaña, nuestra Campaña. Intentamos por un lado, por otro y finalmente la tercera fue la vencida, nos deslizamos por ese mar de fueguitos que no nos dejaba ni respirar para llegar con nuestras compañeras. Para escuchar juntas lo que sabíamos tenía que ser tras una fiesta que había comenzado 22 horas antes: la aprobación de la Ley en la Cámara Baja. La conquista de la media sanción.