Tras dos meses terminaron, el jueves 31 de mayo, las audiencias informativas rumbo a la sanción de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Bajo la lluvia, el aguante feminista frente al Congreso. Una crónica que da cuenta de un día histórico.
Durante la tarde del jueves 31 de mayo Facebook me mostró una imagen del 2015 en la que aparezco “encapuchada” de verde, en la vereda del Congreso. Ese día un grupo de pibas jóvenes habían colgado un cartel que rezaba “Estamos haciendo abortos en el Congreso” y habían repartido en plena calle más información de la que yo venía siendo testigo. Recuerdo haberme sentado en el cordón de la vereda a leer una caja de Misoprostol, algo que, por más joven y por miedo a saber, no había tenido el valor de hacer en el momento que fue necesario.
El jueves 31 de mayo salí con mi cámara en la mochila hacia la puerta del anexo. Fueron cuatro horas y media de intentar apuntar de forma clara, algo que mis anteojos estallados de gotas me hicieron difícil de concretar. Apenas llegué hice puntas de pié para ver si encontraba a alguna amiga compañera. Bastaron dos pasos para que encuentre a una. Y por su nivel de inquietud militante sabía que nuestra compañia no se iba a extender demasiado. También sabía que otra amiga iba a estar unas cuantas horas más adentro del Anexo del Congreso, por lo que me colgué la cámara y me acerqué al escenario.
“Gilda presente” gritaban las compañeras de la Villa 21/24. Antes había escuchado, aunque de lejos, las palabras de un grupo de otras barriadas que insistían con fervor en que no hay socialismo sin feminismo y que no hay revolución sin las pibas jóvenes. Sonreí: ojalá un dia de estos intervengan las pibas de Chingolo. Cuando bajaron las rebeldes, pasaron las poetas. “Cuando le conté a mi mamá se enojó. Después me pidió perdón”, decía una. Cuando recitaron lo suficiente como para llegarnos a las entrañas, subieron las actrices. Y después las psicólogas, y les siguieron las profesionales por el derecho a decidir, las pibas de los profesorados que el gobierno está buscando destruir, entre muchas otras que ni 7 horas de lluvia contínua las había hecho titubear.
Como siempre, la madre de todas nosotras había pasado a darnos el empujón que nos faltaba. Nora Cortiñas resaltaba que jamás nos ibamos a volver a callar, mientras una luz verde teñía su pañuelo blanco. Una vez más, en la historia de nuestro país un pañuelo nos hermana.
Llegó el momento del cierre, me acerco a subir al escenario para registrar el último pañuelazo. Subimos con otrxs tres o cuatro fotógrafxs más. Me encontré con el colectivo artístico ARDA y fue lo último que hacia falta para que las lágrimas broten.
Mientras ellas gritaban al unísono “despatriarcalizamos” yo miraba a las compañeras de la Campaña. Las pibas, cagadas de frio, llevaban horas bajo la lluvia montando el festival. Cortaban más bolsas para tapar el sonido, corrían micrófonos, se mezclaban correteando entre la gente.
“Por nuestras ancestras estamos acá. Estamos en lucha, estamos acá”.
Sigo mirando a las mujeres de voces inquebrantables y pecheras verdes. Algunas llevan toda la vida luchando, otras pudieron haberse incorporado hace poco. Todas se miran con complicidad. Saben bien lo que implicó llegar hasta hoy.
“Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”.
Mientras empiezan a subir los pañuelos verdes veía que se agarraban fuerte de los brazos. Son inconmensurables los kilómetros caminados y están terminando 2 meses de días que tuvieron más que 24 horas.
“Por nuestras muertas ni un minuto de silencio”.
Tanto el escenario como los espacios “de corralito” quedaron vacíos. Todas se habían mezclado entre la gente. Sólo quedamos quienes contábamos con el recurso para registrarlo.
“Por nuestras vivas, revolución feminista”.
Cuando se dio por terminado el momento de levantar los pañuelos, dos de ellas se lanzaron a un abrazo que vi venir y disparé por acto reflejo. La foto está movida, alguien se cruzó en el medio y la luz estaba configurada para exactamente el otro punto de la escena. Sin embargo, creo que es indefectiblemente la que condensa la opulencia de haber llegado hasta acá.
Para quienes hemos acompañado a la Campaña aportando imágenes -durante algunos de todos estos años- sabemos que no sólo nuestros elementos materiales funcionan como archivo, sino que también desarrollamos ese ejercicio en nuestras cabezas y corazones.
Nosotras conocemos su historia. Tenemos registro de aquello que se ha roto o se ha expandido. Nuestra memoria fotosensible guarda oscuridades muy crudas y exposiciones a los reflectores de mayor intensidad. Sabemos que las cosas cambian, pero también tenemos la certeza de lo que fue y es evidentemente inmutable: la fuerza de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, capaz de desafiar a un Estado teocrático y disputar la conciencia política de, por lo menos, la mitad de toda la población desde el angosto jujeño hasta el fin de la Tierra del Fuego.
-¿Y el miedo?
-¡Que arda!
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