Por Ulises Bosia. Expectativa limitada y serenidad popular versus catástrofes anunciadas y planteos desmedidos – En el fondo, ¿por qué Massa se vio obligado a calzarse los guantes y pelear? – Una nueva izquierda asoma en el escenario electoral.
Falta solamente una semana para las PASO y a pesar de los desmedidos adjetivos que pueblan el discurso de políticos y operadores mediáticos, uno podría caracterizar como serena la situación política. Es más, salvando pocas excepciones, no parece haber demasiada expectativa social ni en los debates ni en los resultados.
Más que una consecuencia de la despolitización, se trata más bien de la constatación popular de que no habrá grandes cambios el 12 de agosto, ni seguramente tampoco el 28 de octubre, cuando resulten electos nuevos diputados y senadores nacionales. No es raro que el conjunto del pueblo demuestre en el trazo grueso mayor sabiduría que sus representantes políticos: para las grandes mayorías no están en peligro la república ni la democracia, ni tampoco un eventual retroceso del kirchnerismo en estas elecciones representaría necesariamente el inicio de un curso ultraconservador en la política nacional.
Dicho esto, es claro también que el centro de las miradas va a ser la provincia de Buenos Aires, donde se va a decidir simbólicamente la derrota o victoria del kirchnerismo en las PASO, con relativa independencia del resultado en los otros distritos del país.
Para el análisis, lo más interesante es que la campaña de Sergio Massa debió abandonar el perfil equidistante tanto de la oposición como del kirchnerismo que en un comienzo intentó construir, para acentuar sus rasgos opositores. Evidentemente la polarización que Cristina en persona planteó frente a los candidatos del Frente Renovador, y la levantada en la intención de voto de Insaurralde, obligaron a Massa a buscar captar a una porción mayor de los votantes de De Narváez, de neto perfil opositor.
Es una incógnita hasta qué punto podrá hacerlo, sin embargo estos cambios renuevan una lección de estos años. En situaciones de gran polarización política, cuando una fuerza política está en condiciones de disputar los primeros lugares de una elección, es muy difícil que construya una tercera posición equidistante por mucho tiempo. Se ve obligada a recostarse sobre el polo más lejano al del oficialismo, si espera derrotarlo, o sufre una fuerte presión para sumarse al oficialismo, en el caso contrario. Pino Solanas o Victoria Donda son exponentes del primer ejemplo, y sus fuertes cambios a lo largo de los años pueden entenderse también desde este punto de vista. Debieron decidir si privilegiaban una construcción coherente o intentaban un camino aparentemente más corto hacia el poder, a costa de asumir un discurso contradictorio con su propio pasado. Sabbatella es el ejemplo contrario, ya que en esta elección llegó prácticamente a disolver cualquier tipo de diferencia con el Partido Justicialista, bajando sus listas en territorios emblemáticos como el partido de Merlo en la provincia de Buenos Aires.
Más allá de las limitaciones subjetivas de las fuerzas políticas, y también de la debilidad de muchas de las construcciones sociales que representan, es evidente que existen fuerzas objetivas que presionan a las construcciones políticas y que tienden a ubicarlas en determinados lugares de la configuración política existente, que en nuestro país rige al menos desde 2008. De cara al 2015 la forma de esa configuración puede ponerse en cuestión y las distintas fuerzas políticas quizás encuentran caminos que hoy están vedados.
Pero algo nuevo sí existe
Sin embargo, en estas elecciones hay un fenómeno nuevo digno de ser analizado. Se trata de la aparición de distintas listas de una izquierda social que hasta ahora nunca habían participado de las elecciones, en las que fue madurando la necesidad de acceder a espacios institucionales en el Estado como parte de su construcción política.
En la Ciudad de Buenos Aires, Marea Popular logró aliarse con Claudio Lozano para conformar el frente Camino Popular, ubicando a Itai Hagman, uno de sus referentes, a la cabeza de la lista de diputados nacionales. Se trata de una lista conformada también por otras agrupaciones afines como Camino de los Libres y PODEMOS.
En La Plata, por otro lado, el Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional lanzó Patria Grande, un partido político con el que presentan candidatos a concejales de la capital provincial en el Frente Ciudad Nueva, junto a Unión del Pueblo y otras agrupaciones de la ciudad. Su principal referente es Leandro Amoretti.
En el partido de Luján, Marea Popular presentó una lista de concejales compuesta por dirigentes vecinales, militantes ambientales y profesionales de la localidad. La boleta está encabezada por Santiago Deschutter y Andrés Duhour.
En Rosario se formó el Frente Ciudad Futura, compuesto por el movimiento Giros y el Movimiento 26 de junio – FPDS, provenientes de la militancia territorial en los barrios más humildes de esa ciudad. Juan Monteverde y Pedro Salinas encabezan su boleta.
Finalmente en Jujuy se presenta el frente “Por un pueblo unido”, encabezado por Luciana Santillán y Gabriela Arroyo como candidatas a diputadas nacionales. Es una lista que expresa una larga experiencia de organizaciones sociales, campesinas, gremiales y estudiantiles de la provincia. Además cuentan con el apoyo del “Perro” Santillán, un referente histórico de las luchas en la provincia norteña.
Si bien se trata de distintas organizaciones, con diferencias y matices políticos mayores y menores, también es cierto que pueden encontrarse fuertes coincidencias, empezando por ser ejemplos del tránsito entre la militancia social en una nueva izquierda y la apuesta a participar de las elecciones. Sin duda son ejemplos pequeños: todos ellos enfrentan el desafío de lograr superar las PASO. Sin embargo, representan una novedad de estas elecciones para una parte importante del electorado nacional, que oxigena las viejas propuestas de la izquierda dogmática.