Por Nadia Fink desde Entre Ríos / Fotos: gentileza familia García
Se cumple un año de la desaparición y femicidio de Micaela García en Gualeguay, Entre Ríos. Por eso, conversamos con su madre, su padre, amigas, compañeros y compañeras para recordar cómo vivió Mica: luchando cada día por un mundo mejor.
Inquieta, terca, tenaz, alegre, chinchuda, incansable, soñadora, caprichosa… los adjetivos salen uno a uno y la describen completa. Nada de sonrisas imborrables o ternura incontenible, Mica era así: contradictoria y adorable, como muchas de las pibas que hacen y militan y viven todos los días en nuestro país.
Su desaparición, el 1 de abril de 2017, generó una búsqueda intensa; su femicidio sacudió a todo el país; pero el rastro de lo que fue construyendo con otras y otros en sus años de militancia no sólo sigue presente sino que se multiplica en comedores comunitarios, jardines de infantes, movimiento de mujeres que llevan su nombre y continúan su legado.
Puentes entre pasado y futuro
Micaela militaba en la Juventud del Movimiento Evita (“la gloriosa JP”, como la llamaba) en su ciudad, Concepción del Uruguay, y atendía varios frentes: desde la militancia barrial, sobre todo en Villa Mandarina, el frente de mujeres (donde se enfocaban en militancia de género) hasta la relacionada con la formación, a través de charlas o la confección de una revista para el 24 de marzo de 2017. Mica, como tantas y tantos jóvenes de nuestro país, creía que sólo a través de la política se podía transformar la realidad.
Cuando intentan tejer los orígenes de ese camino, las referencias de las abuelas son ineludibles: Néstor García, el padre de Micaela (a quien todas y todos conocen como “Yuyo”), cuenta que sus abuelos eran radicales y profundamente “gorilas”, pero que las tres hijas (entre ellas, su madre, La Chiqui) se casaron con hombres peronistas. Andrea Lescano, la mamá de Mica, habla de su madre, Graciela, como militante peronista en su juventud. Más de una vez, Graciela participaba de los armados de bolsas, distribución de ropa o juguetes con su nieta. Ser mujer en esa familia era uno de los orgullos más grandes de Mica. Con tres hermanos detrás, desde chica se hizo un lugar a los codazos y se salió de los moldes de lo que esperaban de la “niñita”. Desde los juegos de la infancia, en las afueras de Concepción del Uruguay, como perderse entre los cañaverales, colgarse de la soga de tender la ropa (y generarse unos cuantos chichones), patear pelotas y rechazar muñecas; treparse al techo para estudiar lejos de sus tres hermanos, y discutirles, cuando los visitaba de más grande y había profundizado su mirada con perspectiva de género, que tanto ellos como su padre no tendieran sus camas o lavaran los platos.
Desde esas convicciones, que no sabían de frenos ni de parentescos, surgieron las primeras inquietudes: una mujer que le contó que no sabía leer, la idea de ayudarla en el aprendizaje, el grupito que fue creciendo y una organización a la que ingresó: porque, después de todo, el camino se hacía colectivamente.
En esos puentes que se van trazando durante la charla aparecen los signos y señales que Andrea y Yuyo van encontrando cuando miran hacia atrás, Yuyo cuenta que Mica tenía en su mochila, la que nunca llegó a buscar, una revistas de cuando él iba a la facultad y despuntaba el vicio de la escritura como herramienta política. “Siempre las tenía ahí desparramadas y no las leía. Yo me enojaba porque las había guardado muchos años y ahora estaban tiradas ahí en la mesa”.
Y es que también Mica había incursionado en su revista propia. Para el 24 de marzo de 2017, en un nuevo aniversario del Golpe de Estado y la instauración de la Dictadura político-militar- eclesiástica, La Negra estaba decidida a hacer una revista. Según cuenta su amiga y compañera de militancia Carla Bassini: “Mica era muy inquieta, tenaz en sus luchas y en sus ideas como nadie que he conocido, porque se le ponía una idea y ahí iba. Incluso cuando nada cuadraba para que eso pasara. De hecho, para el 24 de marzo pasado ella hizo una revista, hicimos como JP, pero la que movió todo fue ella. Y empezábamos en menos diez, no teníamos nada, ni recursos para costearla”. Mica no se dio por vencida e, incluso, el mismo Yuyo tuvo que aportar para la edición.
Uno de sus escritos fue sobre los 40 años de la desaparición del periodista Rodolfo Walsh: había leído, y la había fascinado, Operación Masacre. El otro era una entrevista a una prima y a un compañero de Chilo y Neco Zaragoza, ambos militantes desaparecidos de la Ciudad. Alejandro Jacquet, pareja de Mica, recuerda que ese día llegó a la casa que ambos compartían y le dijo: “No sabés lo emocionante que fue la entrevista, estoy temblando de emoción”. Por eso trazó de nuevo un puente este 24 de marzo, cuando estuvo charlando en la marcha con Adriana Garnier, la nieta restituída nro 126, y recordaban la historia de sus padres desaparecidos y lo que decían de ellos: “tenían el sueño de un país mejor”. No pudo evitar relacionarla: “Era un poco por ahí lo que hablamos de La Negra, de ese mismo sueño. Y la coincidencia con cuarenta años de diferencia, me impactó mucho”.
“Si hay algo que defendía era cómo quería vivir”
El hermano que le sigue a Mica, Ayrton, juega al voley. Alguna vez se organizó un campeonato familiar para recaudar fondos, y la familia García Lescano decidió participar en pleno. Parte del ritual de las visitas de Mica a su familia, que reside en Colón, eran las peleas con su hermano menor, Jano, inquieto adolescente. Pero aquel campeonato los encontró conociéndose desde otros lugares: Ayrton decidió migrar hacia un equipo más competitivo. Jano, para sorpresa de su hermana, se quedó, compartió, se río, y generó un espíritu de grupo que Mica desconocía. Esa es una postal que atesora la familia. Y que, también, los pinta de cuerpo entero: recordando y riendo sin problemas con las contradicciones.
Ponerle pilas a todo es una característica que aparece en cada charla: “Imaginate –cuenta
Alejandro– un verano trabajó en Colón en una colonia de vacaciones. Viajaba todos los días desde Concepción, llegaba a la terminal, se caminaba como 25 cuadras hasta la playa y estaba de 9 a 12. A esa hora se caminaba de vuelta hasta la terminal, se tomaba el colectivo y llegaba a las 2 de la tarde en pleno verano, y así todos los días… Lo hacía porque quería superarse ella como profesional, aprender, también tener su plata, ser independiente”.
Por eso estudiaba del Profesorado Universitario en Educación Física dentro de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), que tenía sede en Gualeguay, vivía con una compañera durante la semana allá, y los fines de semana se volvía corriendo a Concepción a militar, estar con Ale, visitar a sus debilidades: la abuela Chiqui y el abuelo Coco, y a su ahijadita Alma, hija de un primo muy querido. Y en esa inquietud era, también, una caminante. “Iba caminando a todos lados. Si hay algo que defendía era como quería vivir, y aquella noche (el 1 de abril a la madrugada) se volvió caminando porque prefería eso a volver en un remís con alguien que no conocía”, cuenta Alejandro.
“La política nos salvó”
Carla conoció a Mica a fines de 2015, cuando ingresó a la JP. “Acá el río crece todos los años y se inunda todo: y obviamente los barrios que se inundan son los más vulnerables. Cando entré era época de navidad, así que envolvíamos regalos y llevábamos a los centros de evacuados, armábamos canastas navideñas… Mica era la responsable y siempre, como cuesta que las pibas y los pibes se comprometan, cuando encontraba a alguien entusiasmado no lo soltaba”, cuenta entre risas.
El recuerdo fluye así, entre risas, reflexiones y, aún, incredulidad. Carla compartía la militancia de género que llevaban adelante bastante en solitario: “Nosotras siempre teníamos la idea de que no tuviera que haber un frente de mujeres. Que fuera algo transversal a una organización y a todas las actividades, pero en ese momento había frente de mujeres”.
El 8 de marzo de 2017 se habían movido mucho para las actividades del día de la mujer trabajadora: “Hicimos unos talleres con asambleas, organizamos el taller de aborto; pintamos el mural de ‘las paredes se limpian las mujeres no vuelven’; hicimos la primera feria de la mujer trabajadora (con bastantes trabas de parte del Municipio); hicimos una intervención callejera, con cifras de feminicidios… y después obviamente se marchó”, detalla Carla.
Sin embargo, una de las autocríticas que llevaban adelante, y en la que Mica participaba, era que siempre eran las mismas, se preguntaban por qué la gente no se sentía interpelada por las cifras, ante la violencia contra las mujeres. “Y después lo vimos con lo de Mica, y acá se hicieron marchas como nunca en la historia: había 15 mil personas en una ciudad como ésta, que no se siente interpelada por casi ninguna causa”, agrega.
Es impactante la entereza con que este grupo de jóvenes, compañeras y compañeros, afrontó (y sigue afrontando) el femicidio de Mica. Como intentaron, desde un principio, dejar de lado impulsos y sentimientos personales para pensar de conjunto lo sucedido, para reflexionar sobre el estado de la sociedad que las y los rodea. En ese sentido, Carla detalla: “Yo siempre digo que a nosotros un poco la política nos ‘salvó’, por decirlo de alguna forma, porque nos ayudó a entender un montón de cosas y lamentablemente, a entender que tampoco era contra Wagner (Sebastián, femicida de Mica). Y además Rossi* estuvo un año en funciones, tampoco es que se cuestiona de fondo. Nosotros decimos: “Rossi es uno más, que no tiene un accionar tan distinto del que debe tener aquel. Si bien sabemos que sí son Rossi o Wagner responsables directos, también entendemos que hay todo un sistema detrás que sigue reproduciendo eso. Por eso pensamos que lo que hay que cambiar es el fondo, que era lo que pensaba Mica también. De hecho era bastante consciente de que había que empezar de cero y por eso trabajaba con chicas y chicos”.
Ese cambio desde el principio es por el que luchan tantas mujeres en la actualidad. Desentrañar las raíces del patriarcado es el trabajo cotidiano. En una reciente conversación de la antropóloga Rita Segato en la Fundación Rosa Luxemburgo, la relación del juez Rossi con el sistema patriarcal salió como un tema central: “Soy profundamente crítica al juez Rossi y todos aquellos jueces que siguen la doctrina de Eugenio Zaffaroni, y ponen a un asesino en la calle, porque es un asesino que solamente mata mujeres. Es impresionante que sea así, impresionante que eso sea visto como el problema de una minoría, de una gente que de repente siente un deseo sexual incontrolable y mata. Es una despolitización completa del problema del patriarcado, que es una estructura política, no tiene que ver con deseos, es un orden político de una desigualdad fundacional”.
Se viene el día en tu corazón
Andrea y Yuyo crearon la Fundación Micaela García “La Negra” para continuar el deseo de su hija de cambiar el mundo (de a un niño o niña a la vez). De seguir haciendo política, más allá de que Andrea se resista a la palabra (“Dice que no hace política y le discute a los políticos las leyes”, la carga cariñosamente Yuyo).
Desde el viernes 20 de abril próximo proyectaron actividades para inaugurar el local (una casa cálida en la que la sonrisa de Micaela, dibujada por Liniers, recibe desde el cartel de ingreso) y para realizar actividades donde se cuestiones y piensen los marcos normativos existentes sobre violencia de género. Así, habrá una conferencia de prensa con la abogada Perla Prigoshin, una Jornada para Magistrados, funcionarios y agentes jurídicos así como alumnos de las carreras de leyes sobre el “Marco Normativo Nacional: violencia de Género”; y otras Jornadas para el público en general: “Tipos y Modalidades de violencia contra las mujeres, violencias naturalizadas: simbólica y obstétrica”. Porque hacer con otras y con otros sigue siendo el horizonte con el que soñaba La Negra.
Carla también lo menciona. Como mujeres, nunca dejaron que el miedo las invadiera: “El miedo se sintió, pero a nosotras también la consciencia previa nos ayudó a decir: ‘Yo no tengo por qué quedarme en mi casa. De hecho, eso no sirve’. Nosotras y nosotros tratamos de seguir haciendo política, que es en lo que la Negra creía, y también lo que nosotros creemos”. Cuenta que desde “el ‘Evita’ tenemos la frase: ‘Construir el mundo que Micaela soñó’. Y decimos que el mundo que La Negra soñaba era el que nosotros soñamos, lo que ella pensaba es lo que pensamos nosotros; de hecho, por eso nos conocimos”.
Es así que Rafa, referente del Movimiento Evita, nos detalla algunos de los lugares en los que Mica se multiplica: “Está el Espacio de cuidados Micaela García en Barrio Kolynos de Quilmes; el Centro Cultural Micaela García en Olivos en Vicente López; la Biblioteca Popular Feminista Micaela García en La Plata; la Escuela de formación feminista itinerante Micaela García”.
Y Andrea completa los que recuerda: “Un merendero en Gualeguay, una escuelita de iniciación deportiva en Neuquén, algunos Centros Culturales en Rosario, Un movimiento de mujeres…”. Pero sin dudas uno de los lugares que más sorprendió fue el Espacio de Primera Infancia (EPI), un Jardín, con el nombre Micaela García en Quilmes, provincia de Buenos Aires. Pato es la referente del lugar y quien pensó enseguida en el nombre de Mica. Nos cuenta que ese fue el primer lugar del Movimiento en la zona: “Ahí empezamos a construir desde hace diez años. Era un terreno baldío a la vera del arroyo, en un lugar muy vulnerable. Ahí se hizo un obrador, funciona un Centro Cultural, hace dos años funciona un comedor con 300 pibes, donde hay 15 compañeras a la mañana y 15 a la tarde”.
Hace unos años surgió un proyecto para poder hacer un EPI en la zona y Pato, por ser docente, decidió proponer el lugar: tiraron el gimnasio y empezaron a construir: cuando ya tenían los dos salones grandes donde funcionan dos turnos en salitas de uno a cuatro años, debían inscribirlo. Allí es donde la perspectiva de género ganó lugar: “Me pareció sumamente interesante darle prioridad a las compañeras que son mamá y papá, a las compañeras que sufren violencia de género, a las que están solas y que trabajan, a la compañera que no tenía un lugar y no podía generar su independencia económica y tenía que seguir sufriendo violencia de género porque no tenía quien le cuide al chico”.
“No podía tener otro nombre que ‘Micaela García’ –afirma Pato–, porque tiene que ver con eso; con la lucha que Mica llevaba adelante, tiene que ver con los sueños que Mica tenía, una compañera, una adolescente que luchaba por una sociedad mejor, por un país distinto, que luchaba por ver sonreír a esos pibes como lo hacemos nosotros todos los días”. El jardín fue inaugurado el 9 de marzo pasado con la presencia de Yuyo, Andrea y la abuela de Mica. Andrea cuenta que incluso hay fotos de Mica en una pared, para que las pibas y los pibes la conozcan, sepan lo que hacía todos los días para cambiar la realidad. Así, también, lo afirma Pato: “Ella vive en cada cosa que hacemos todos los días, ella hoy vive en ese EPI, en la sonrisa de esos pibes. Así que por La Negra y por las muchas Micaelas seguiremos luchando en esta sociedad patriarcal”.
Pato habla de que en cada barrio, Mica plantaba una semilla. “Y esa semilla daba frutos”, afirma. Las semillas esparcidas al voleo van dando sus frutos, claro. Pensar a Mica desde cómo vivió es lo que desean quienes la conocieron: “Era muy comprometida, la que siempre planteaba iniciativas, la que proponía cosas nuevas para hacer en la militancia, a formarse… Se levantaba todos los días y se leía todos los diarios para estar informada, para poder hablar de la actualidad; era muy persistente”, cuenta Alejandro.
Y es inevitable volver a las líneas de la revista que generó el 24 de marzo de 2017. Allí, hablando de Rodolfo Walsh, dejó plasmada su idea misma, y su semilla que sigue dando frutos: “La verdad se milita, por la verdad se da la vida. La lucha se culmina cuando triunfa la revolución, o cuando dejamos la vida en el intento para que la continúen las próximas generaciones”.
*Se trata del Juez Carlos Alfredo Rossi, titular del Juzgado de Ejecución de Penas de Gualeguaychú (provincia de Entre Ríos, Argentina), quien fue suspendido de su cargo en diciembre de 2017 y actualmente se encuentra en proceso de Jury para determinar su responsabilidad en el otorgamiento de libertad condicional al acusado de violación Sebastián Wagner, quien en ejercicio de la libertad condicional asesinó a Micaela García.