Por Leandro Segado.
Al terminar de leer 2666 surge una necesidad de poder hacer algo con esas casi 1200 páginas de texto. Para empezar, buscar en el WhatsApp a sus amigues o a quienes uno considera que pueden haberlo leído e intercambiar miradas, pareceres. Por último, intentar volcar unas pocas líneas que puedan acomodar las ideas.
Cuánta energía, medida en tiempo, pero también en esfuerzo físico (al tener que sostener el libro, cuando no hay mesa para apoyarlo) y mental se invierte en leer este libro. Mucha. Cómo escribir ¿una reseña? sobre un novela tan gigante -en páginas, en tramas, en personajes, en la incomodidad que le genera al lector leer uno tras otro, los cientos de femicidios que se narran-. Gigante como Archimboldi, personaje principal de la novela, o eje común que concatena sus partes. Tomando una idea borgeana, la de la falsa invención de fuentes y autores pero bajo una forma verosímil, Bolaño va construyendo a Benno von Archimboldi, prolífico escritor desaparecido de la escena… y de la geografía, si bien tiene nominaciones al premio nobel de la literatura en distintas oportunidades, que es buscado por cuatro críticos literarios (siendo una de ellas, mujer).
Pero ¿Quien es Archimboldi? ¿De donde salio este escritor?. ¿Dónde está? Algunas pistas indican que está en el inhóspito desierto mexicano, frontera con el Imperio…
La amplitud temporal y geográfica de la novela también es bastante grande: desde la Primera Guerra Mundial, la revolución rusa y su burocratización, pasando por la brutalidad de la Segunda guerra mundial y la forma industrial de acabar con los cuerpos de los judíos a través de los campos de concentración nazi, hasta la frontera mexicana con Estados Unidos de finales de siglo XX, donde se expresan relaciones de explotación capitalista dependiente, siendo la fuerza de trabajo y la vida misma gastada en maquilas. En este último escenario, Santa Teresa, ciudad ficticia, que se la puede relacionar fácilmente con Ciudad Juárez, es donde transcurre la narración de cientos de desapariciones de mujeres, resultando femicidios con signos de violaciones sexuales. Esta crudeza que incomoda mucho al lector, inclusive al grado de considerar dejar de leer la novela, no es nada más ni nada menos que un espejo de la mera realidad de esa ciudad. Según Wikipedia entre 1993 y 2012, hubo 700 femicidios sólo en esa ciudad. De hecho tiene una entrada “Femicidios en Ciudad Juarez”.
Estos femicidios ocurren en un país altamente patriarcal como lo es México, le ocurre a trabajadoras con pocos o nulos derechos laborales. Del otro lado de la frontera, la mirada subjetiva de Fate, un afrodescendiente con conciencia de la opresión que vive en tanto trabajador y en tanto negro, aporta otra perspectiva, otro cachetazo de esta realidad injusta en la que vivimos.
Estructura
En el documental Roberto Bolaño: el último maldito, Bolaño expresa que después de “La invención de Morel” de Bioy Casares, ya no se puede sostener una novela tan sólo por su argumento, sino que hay que jugar con la estructura, con distintas voces dentro de la historia. Esa estructura, entonces, es la que observamos en en 2666 y en Los detectives salvajes, novela que ganó el Premio Herralde y el Premio Rómulo Gallegos, considerado por muchos, uno de los premios más importante de América Latina, otorgado por el Gobierno de Venezuela, desde 1964, cada dos años (en Argentina los premiados fueron Ricardo Piglia por “Blanco nocturno” en 2011 y Mempo Giardinelli por “Santo oficio de la memoria” en 1993).
2666 fue una de sus obras póstuma (Bolaño falleció en 2003, y la novela fue publicada en 2004), junto con otras ocho, y fue pensada por su escritor para ser publicada en cinco tomos, desde una racionalidad económica, para que con la publicación de cada tomo, sus hijos pudieran ir cobrando los derechos y no pasar ninguna necesidad, como sí las pasó él y su compañera durante muchísimo tiempo. Esta planificación, hasta el mínimo detalle de pensar cómo, cuándo y a qué precio se deberían vender las partes, nos muestran un Bolaño en tanto trabajador,, y que más allá de haber sufrido una enfermedad hepática hasta su muerte, nunca paró de escribir: un día antes de su fallecimiento se encontró con Jorge Herralde y le entregó los manuscritos de “El gaucho insufrible”.
Concluyendo, podemos decir que, desde nuestro humilde lugar de lectores, enfrentarse a la tarea de transitar por estas miles de páginas, de decenas de personajes, ciudades, ríos, bosques, castillos, femicidios, interiores de cárceles, poetas revolucionarios, traidores, enamorados/as, congresos literarios, boxeadores, drogadictos, violentos, religiosos, entre otros elementos de este gran mosaico, constituyen, tomando prestada la expresión a Bolaño, un éxtasis literario, del cual no se sale indemne.