Por Nadia Fink
La Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino nació de la mano de un puñado de hinchas que trazan un puente entre los derechos humanos de ayer y de hoy. Para sostener la Memoria, la Verdad y la Justicia contra la última Dictadura y para reivindicar los de hoy, que pretenden vulnerar. El próximo 24 de marzo salen a la cancha como equipo que quiere seguir pensando colectivamente.
“El fútbol es una caja de resonancia innegable para estos temas y los clubes de fútbol no pueden estar ajenos a esto”. Así habla Mariano Colángelo sobre la flamante creación de la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino.
El fútbol y a literatura siempre han estado relacionados: cuentos, relatos, protagonistas, libros, atraviesan dos pasiones que suelen ir de la mano; pero las banderas que hablan desde las tribunas son otros modos de contar y de hacer visibles pedidos populares.
De eso habla Colángelo cuando dice “caja de resonancia”. El fútbol sigue siendo el deporte más popular de la Argentina y de toda Latinoamérica, cada vez es más grande, también, el número de mujeres que lo juegan y que asisten a la cancha. Ser hincha de un club es, también, herencia e identificación.
Y como hablábamos de Literatura y fútbol, la presentación de un libro fue, justamente, la excusa para empezar la Coordinadora. Se trató de Los desaparecidos de Racing, el libro del sociólogo Julián Scher, que narra once historias de desaparecidos relacionados con el club. Así, participaron de ese evento algunos de los clubes que cuentan con subcomisiones de Derechos Humanos: San Lorenzo, Defensores de Belgrano y Ferro Carril Oeste. Una intervención, una idea, un grupo de wahtsapp y la primera reunión se hacía realidad. En la segunda reunión, donde ya había nueve equipos participando –Argentinos, Banfield, Defensores de Belgrano, Ferro, Lanús, Racing, Rosario Central, San Lorenzo y Huracán– surgió el nombre y se escribió un documento. Y la próxima será en febrero, para preparar la primera acción conjunta, además de participar en la marcha del 24 de marzo.
Recuerdos del futuro
“En la tribuna Sur faltan los hinchas de Boca y River que fueron secuestrados de sus domicilios o lugares de trabajo, alojados en Centros Clandestinos de Detención y, luego de sesiones de tortura, arrojados desde aviones al mar.
En la tribuna Norte no se encuentran los hinchas de Racing e Independiente, que luego de pasar por el mismo calvario del secuestro y la tortura fueron acribillados a balazos y sus cadáveres, esparcidos en descampados.
En la tribuna Este no figuran los hinchas de Huracán y San Lorenzo, encontrados años más tarde en fosas comunes. Exterminados de las formas más perversas.
En la tribuna Oeste no están las hinchadas de Rosario Central ni las de Newell’s, a quienes antes de matarlas esperaron que parieran para quedarse con sus hijos como botín de guerra. En esas épocas, los familiares de los desaparecidos buscaron una respuesta por la suerte de sus seres queridos”.
El texto pertenece a Claudio Morresi, ex jugador de Huracán y de River, quien tiene un hermano asesinado por la última dictadura militar. Lo escribió el 24 de marzo de 2014, cuando se cumplían 38 años del golpe de Estado, y habla de las y los 30 mil desaparecidos como hinchas de fútbol.
La Dictadura cívico-militar-eclesiástica que llegó al poder el 24 de marzo de 1976 sigue siendo hasta el día de hoy una lucha de numerosos organismos de derechos humanos. Allí están las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo que siguen buscando nietas y nietos; las hijas y los hijos que piden que les digan dónde están los cuerpos de sus madres y padres; y también la idea de Memoria (para que no se olvide el pasado), Verdad (para que no se tergiverse ni se niegue la historia de genocidio) y Justicia (para que sean juzgados cada uno de los genocidas y sus crímenes de lesa humanidad) para trazar puentes entre el ayer y el hoy.
Y el fútbol no fue ajeno a la década de 1970: así como el Mundial de 1978 fue cuestionado en la Argentina, cada club tiene su historia. Además de socios desaparecidos (un solo futbolista profesional fue desaparecido –Carlos Rivada, de Huracán de Tres Arroyos–), las repercusiones económicas y mafiosas de militares y empresarios siguieron su curso. En el caso de San Lorenzo, directamente un decreto de 1979 los despojó de su cancha para que, en un futuro, se instalara Carrefour, el primer hipermercado del país. Recuperar ese predio es una pelea de larga data del club y, como parte de la subcomisión del hincha, Mariano Colángelo sabe de peleas prolongadas.
Por eso participa en el club desde hace 13 años y tienen la idea de que “los derechos humanos nos atraviesan a todos: así como hemos llevado a chicos del club al ex centro de detención ESMA para que conozcan la historia, o hemos tenido charlas con ex combatientes, también consideramos los derechos humanos no sólo como Memoria, Verdad y Justicia, sino también como todos aquellos derechos básicos que necesita la gente para vivir dignamente”.
Mariano Vignozzi es parte de la subcomisión pero en Ferro Carril Oeste, un club que hizo historia en la Argentina durante la década de 1980 y a quien le decretaron la quiebra en 2002. Nos cuenta: “Ferro fue uno de los grandes clubes de fútbol, sigo diciendo que aún lo es, porque quisieron arrancar la flor y se olvidaron de las raíces. Y no sólo por los triunfos furbolísticos sino que en los ochenta ganaba todo en otros deportes y era muy respetado en lo social”. Después de doce años, se logró recuperar el club luego de que los socios se juntaran y conformaran una subcomisión para poder participar activamente. Por eso, también, realizan un trabajo interno en el club que tiene que ver con los derechos de hoy, sobre todo en infancia, donde apuntan a desterrar la discriminación, el bullying nullin, violencia de género, trata o abuso infantil.
Pero también, cuenta Vignozzi, hoy en el fútbol “la violencia institucional es uno de los ejes, es un problema grave. Siempre vemos que por no poder controlar a unos pocos les pegan a cualquiera que está en la fila para ingresar a una cancha, vayas con chicos o no; o si vas a un estadio de fútbol a ver un recital, la policía te maltrata y, muchas veces, te mata”.
Ese es el puente que intentan trazar, cuenta Colángelo: “Hacer algo conjunto con el resto de los clubes y que no estuviera atomizado. También tenía que ver con el contexto actual que necesitábamos una defensa de esos derechos como memoria, verdad y justicia y también discutir esta idea de DDHH también en el presente”.
Banderas en tu corazón
Cuando hablan de “contexto actual”, ambos se refieren a los retrocesos en materia de derechos que sufre el país desde la asunción del gobierno de Cambiemos en diciembre de 2015. Apenas empezaba el mandato presidencial de Mauricio Macri, un número importante de genocidas presos por delitos de lesa humanidad recibían el beneficio de prisión domiciliaria. Por otro lado, intentaron detenerse algunos de los juicios con maniobras burocráticas y el fallo de la Corte Suprema que intentó implementar el “2 X 1” en cantidad de años de cárcel fue revertido luego de una masiva movilización. Por eso, el documento fundacional de la Coordinadora aclara: “En este escenario, interpretamos que el fútbol, una marca identitaria que millones llevamos tatuada, puede resultar un instrumento eficaz para generar conciencia sobre qué cosas no deben ocurrir nunca más y sobre qué derechos son inherentes a los seres humanos y deben ser respetados bajo cualquier coyuntura política, económica y social”.
Pero el desafío para estos hinchas es doble: además de pensar en los derechos humanos de toda la sociedad, deben focalizar en la realidad de las barras bravas en el fútbol: asociaciones ilícitas que han crecido a la sombra de la corrupción de los dirigentes, con el aval de la justicia y el desarrollo del narcotráfico, y que, a la postre, sirven de fuerza de choque para algunos gobernantes de turno. Por eso, “ser hincha”, cuentan, es bien diferente. “La barra es un fenómeno específico que atraviesa todo el fútbol y que no es sólo una cuestión de los clubes sino del Estado, de la política, de los organismos de seguridad… es algo un poco más grande. Por eso es tan importante toda esta movida de juntarse quienes somos hinchas de los clubes, que seamos quienes representamos a esos clubes”. Colángelo aclara: “Creo que mientras no haya una decisión del Estado, de la política y de la sociedad en general, incluso de los que participamos de los clubes al respecto, el fenómeno va a seguir estando. Desde nuestro lugar, en principio en San Lorenzo, intentamos revertir eso desde el trabajo cotidiano”.
Así, hinchas con consciencia y ganas de cambiar las cosas no sólo se van juntando en la Coordinadora, sino que por estos tiempos utilizan las banderas para llegar a más ojos y personas. Los mensajes instantáneos, la mayoría de las veces no tomados por la televisación de los partidos, que surgen de las tribunas tienen mayor repercusión que de otras maneras. El caso de Banfield, club de la provincia de Buenos Aires, tomó notoriedad en los últimos acontecimientos. Además de una bandera contra el 2×1, en momentos de desaparición de Santiago Maldonado (el joven que se encontraba cortando la ruta en la provincia de Chubut en defensa de las tierras ancestrales de los pueblos originarios, que desapareció en el contexto de un violento desalojo de la Gendarmería y que, finalmente, fue hallado ahogado en el río cercano), osó colgar una bandera de su tribuna que decía “Aparición con vida de Santiago Maldonado”. En esa ocasión, la Policía Bonaerense, incluso, intentó incautar la bandera. Los planteles de San Lorenzo y Temperley también hicieron presente el reclamo.
“El sueño que nos trajo hasta acá no distingue colores”
Así reza otro fragmento del texto fundador. Y cierra: “El sueño que nos trajo hasta acá no fragmenta camisetas. El sueño que nos trajo hasta acá es armar un equipo que juegue de memoria, con la verdad en los pies y la justicia en el corazón”.
Y que no distinga colores es otro de los preceptos que intenta romper la Coordinadora. Sabemos que dentro de la llamada “cultura del aguante”, parte del “enemigo a combatir” es el rival futbolístico: la mayoría de los cantitos hablan de “matar”, “correr”, “coger”. Y si bien las cargadas a los rivales son parte del folklore futbolístico (y animan reuniones entre amigas y amigos, y generan discusiones en mesas familiares), lo que intenta desandar la coordinadora es la violencia contra el otro/ la otra.
La experiencia de articular entre rivales se da en algunos clubes, en el caso de San Lorenzo y Huracán (uno de los clásicos del país), cuenta Colángelo: “Hace muchos años venimos participando de una campaña que se llama ‘Más allá de los colores’ con la ONG de Huracán, ‘Corazón Quemero’, con quienes hacemos un trabajo social importante”.
Agrega Vignozzi: “También es un poco estar a contracorriente de las rivalidades y de la violencia simbólica y real, pero que está instalada entre los clubes y nosotros consideramos que al contrario, esto nos une”.
Y eso que los une, justamente, no tiene que ver con la camiseta sino, como cierra Colángelo: “A nosotros nos identifica la pasión por nuestros clubes pero también el compromiso y la militancia por estos temas; eso es lo que tenemos en común”.
En unos días, cuando se cumpla otro aniversario de la última dictadura cívico-militar-eclesiástica, la Coordinadora saldrá a la cancha para marchar por los derechos de ayer y los de hoy. Porque cuando la memoria rueda, sólo puede terminar en gol de media cancha.