Por Darío Cavacini
El ascenso de Quilmes tuvo un partido, otro, que se jugó mucho antes de aquel 5 de julio de 2003. Y en esa historia hay malversación de fondos, cábalas, pactos no cumplidos. Y hay una bruja, la bruja de Chascomús. Un hincha rescata el partido pero, sobre todo, la historia donde sigue latiendo el fútbol.
“Por el amor de tu santa madre, terminalo Baldassi” gritaba casi sin voz y a punto de romper en llanto, Adrian Di Blasi, histórico relator de Quilmes Atlético Club. Aquel 5 de julio de 2003 el Cervecero volvía a primera división luego de 11 años naufragando por la B Nacional, categoría demasiado chica para la historia del club.
El 0-0 con Argentinos Juniors en cancha de Ferro hacía retornar a Quilmes al lugar que le pertenecía: la primera división. El gol de Agustín Alayes en el partido de ida marcaba la diferencia que sería defendida con el cuchillo entre los dientes y un fútbol bilardista por el equipo dirigido por Gustavo Alfaro. Las 15.ooo personas que llegamos desde el sur en una caravana interminable que paralizaba la ciudad, quedamos petrificadas cuando, a los 37 minutos del primer tiempo, el cabezazo de Leandro Testa, defensor del bicho, reventaba el palo derecho de Marcelo Elizaga y volvimos a sentir el corazón latir cuando Leandro Desábato pinchaba las nubes despejando el rebote.
Esa sería la única situación de un partido chatísimo desde lo futbolístico, con mucha más rusticidad que lírica, y cargado de una tensión que ya era imposible disimular en los viejos tablones Verdolagas. El pitazo final en el minuto 95 generaría un estallido generalizado de la multitud cervecera ansiosa por gritar: “Quilmes es pasión, locura de mi corazón, te sigo adónde vas y cada vez te quiero más. Los técnicos se van, los jugadores pasarán; la banda quedará y nunca te va a abandonar. Vamos cerveceros que tenemos que ganar… Subamos a primera y no volvamos nunca más”.
El otro partido
Sin embargo, aquella final histórica que devolvería a Quilmes a su lugar de origen, no había empezado a jugarse esa fría tarde de julio en Caballito, sino una década atrás.
En 1994 el Cervecero peleaba cabeza a cabeza el ascenso a primera división con Gimnasia de Jujuy. Cuando faltaban tres fechas y seguidos por la superstición que acompaña al mundo futbolero, un grupo de dirigentes se trasladó hasta la Ciudad de Chascomús en busca de Dora, una bruja de renombre en la zona.
El trato fue sencillo: el club le pagaría $4000 dividido en dos cuotas, $2.ooo como adelanto y $2.ooo luego de realizado el trabajo. A cambio, Dora aseguraba que ese fin de semana el Lobo jujeño perdería con Douglas Haigh y Quilmes resultaría vencedor en su encuentro con Deportivo Morón.
En pleno calor jujeño, los de Pergamino daban la sorpresa y goleaban 3-0 al Lobo, mientras que Quilmes le estaba ganando al Gallito por 2-1 cuando una bomba de estruendo cayó cerca del jugador paraguayo Cuenca Zaldívar y el partido tuvo que ser suspendido recién iniciado el segundo tiempo. En ese lapso, hasta que se reprogramó el encuentro, Dora y su hijo llegaron al club para cobrar la segunda parte de su trabajo.
La respuesta fue una soberbia carcajada de los dirigentes, quienes le aseguraron que el trabajo había sido realizado a medias, y que solo pagarían la mitad de lo pactado. Aquella risotada desató la furia de Dora, quien les aseguró que el Cervecero perdería el campeonato y que no volvería a ascender por 13 años.
Será cosa de creer o reventar, lo cierto es que cuando se reanudó el partido con Morón, Quilmes tuvo un penal a favor para liquidar la serie y asegurar el ascenso, pero el Lalo Colombo falló y posteriormente Ferrari y Méndez pondrían el 3-2 final en favor de los del oeste. Dos semanas despúes, Gimnasia de Jujuy ascendería y Quilmes comenzaría su calvario que duraría casi una década en las que tuvo que sufrir siete finales perdidas y una innumerable cantidad de dificultades institucionales.
Ante tamaña situación, desafiando toda lógica, un hincha cervecero viajó hasta Chascomús unos meses antes del ascenso en 2003 con el objetivo de saldar la deuda y romper por fin con aquel maleficio (por ese entonces Quilmes marchaba décimo cuarto en la tabla de posiciones y la primera división no era un horizonte para ese Campeonato).
Sin embargo, la bruja de Chascomús había fallecido hacía algunos años. Entonces se acercó hasta la casa de su hijo y le pagó lo que restaba por el trabajo iniciado en 1994, y frente a la tumba de Dora le prometió que si Quilmes ascendía ese año, él llamaría a su hija como ella. Así llegarían los Vengadores de Alfaro comandados por el gran Chapu Braña, quienes con siete triunfos consecutivos y dos empates lograrían por fin devolver a Quilmes a la primera división del fútbol argentino.
Quizás sea como dijo Alfaro, el artífice de aquel aguerrido equipo, luego del ascenso: “No existe la fórmula del éxito, solo evitar las situaciones que te llevan al fracaso”. En un medio tan cabulero como el de nuestro fútbol criollo, menospreciar el poder de Dora resultó devastador para la historia del club y una carga cada vez más pesada para todo aquel que vistiera la blanquiazul, tanto dentro de la cancha como en las tribunas del Centenario.
La historia de la bruja de Chascomús también sirvió para invisibilizar los desastres dirigenciales que sufrió el club en las últimas décadas, que los llevaron a ser gerenciado por el grupo Excel luego de declararse en quiebra en 2000, a no apostar por divisiones inferiores de calidad, a comprar decenas de futbolistas cada inicio de campeonato y a tener deudas millonarias con jugadores y ex jugadores, entre otros de los maleficios que nos han dejado la mala administración y los negocios turbios de algunos dirigentes.
Aquel ascenso de 2003 logrado por Elizaga, Gerlo, Raggio, Desábato, Saavedra, Braña, Aguilar, Benítez, Fernández, Abaurre y Cigogna, generaría el fin de la mítica historia de Dora y ese maleficio iniciado en 1994 que marcó gran parte de la historia reciente del glorioso Quilmes Atlético Club.