Por Ulises Bosia. Si el lector volviera de un estado de coma de dos o tres meses y leyera los principales diarios para amenizar el domingo, podría creer que sufre secuelas en la comprensión de la realidad, al constatar un auténtico mundo del revés.
YPF-Chevron
Tras el anuncio del acuerdo de YPF con Chevron, el kirchnerismo debió salir a defenderse de los distintos cuestionamientos que recibió: los exagerados beneficios al capital extranjero, por un lado, y la discusión sobre las consecuencias ambientales del método de la fractura hidráulica, por otro lado. Soberanía nacional, una bandera que el oficialismo suele levantar pero que en este caso decidió dejar a un costado, y justicia ambiental, un gran tema de debate a lo largo de esta década por las consecuencias del modelo extractivo en nuestro país, que el kirchnerismo en general evitó discutir.
Sin embargo, entre las críticas hay de todo. Existen quienes hace años cuestionan la política energética del kirchnerismo, planteando el tema de la soberanía energética. Mayoritariamente apoyaron en su momento la nacionalización parcial de YPF, aunque criticaron las limitaciones de la medida. Y ahora, de manera coherente, rechazan los términos del acuerdo con Chevron. Entre ellos puede destacarse a Pino Solanas (aunque mejor no averiguar qué piensa Carrió sobre esto) y Claudio Lozano, entre muchas otras personalidades y organizaciones sociales y políticas.
Pero también están los que denunciaron tarde, mañana y noche el supuesto aislamiento del mundo de nuestro país, la falta de inversiones extranjeras, la ausencia de seguridad jurídica, entre otras “calamidades”. Lo novedoso es que estos sectores empresariales, mediáticos y políticos ahora enarbolan una retórica nacionalista para “correr por izquierda” al kirchnerismo.
Por ejemplo el diario La Nación, tradicional vocero de la clase dominante y difusor del libre mercado, acusa al gobierno nacional de haber sellado un acuerdo entre Chevron e YPF en término que ofenden el sentido nacional. Cuestiona los enormes beneficios ofrecidos al capital extranjero para invertir en la explotación de hidrocarburos no convencionales. Sin embargo, a lo largo de los 37 años que nos separan de la sanción de la Ley de Inversiones Extranjeras por parte de Martínez de Hoz, ministro de Economía de la Dictadura militar, nunca este diario se quejó de una ley que establece de manera inédita en el mundo los mismos derechos y obligaciones para los capitales locales y los extranjeros.
Milani
La propuesta de designación de César Milani como teniente general, para nombrarlo jefe del Ejército, generó un enorme revuelo en los organismos de derechos humanos, porque si bien no está acreditada en la Justicia su participación en el genocidio militar, existen indicios y testimonios que lo vinculan con el peor momento de nuestra historia. A tal punto es así que Horacio Verbitsky escribió el domingo en Página/12 que lo mejor sería que Milani directamente dé un paso al costado, para no dañar a un gobierno que se enorgullece públicamente de su política de memoria, verdad y justicia.
Ahora bien, es justo el cuestionamiento de parte de organismos de derechos humanos y organizaciones políticas populares y de izquierda que son protagonistas de la lucha contra la impunidad desde el final de la dictadura. Indudablemente, es muy difícil ignorar a personalidades como Nora Cortiñas o Pérez Esquivel, cuando plantean la necesidad de que la Justicia investigue el caso, sobre todo conociendo las permanentes reticencias del Poder Judicial para avanzar en este tipo de procesos.
Pero es insólito leer en las páginas de Clarín o más aún de La Nación, las críticas a la designación de un militar “involucrado en el terrorismo de Estado”. Lo mismo que a partidos políticos como la UCR que cuando tuvieron su oportunidad de gobernar terminaron sancionando las leyes de impunidad.
Adoptar las armas del enemigo
No es la primera vez que una oposición completamente reaccionaria busca momentáneamente ubicarse a la izquierda del kirchnerismo. El caso de la ley del 82% móvil para las jubilaciones, en tiempos del grupo A en el Congreso, fue quizás el ejemplo más concreto, que la presidenta más tarde vetó. Se trata de un movimiento legítimamente calificable como oportunista de cara a las próximas elecciones. Habrá que ver qué tipo de resultados le rinde a esta oposición una táctica que contradice su prédica derechista y liberal de años.
En el caso del kirchnerismo, evidentemente estas dos políticas generaron intranquilidad en la militancia propia y ubicaron a sus referentes a la defensiva en el debate nacional. Un lugar que no es el más cómodo para un gobierno que muy rara vez acepta sus problemas y errores.
A tres semanas de las elecciones primarias, seguramente serán los partidos políticos que se ubican de manera coherente a la izquierda del kirchnerismo, los que tengan la posibilidad de utilizar esta situación para amplificar el diálogo con una parte importante del pueblo argentino que se identifica con la defensa de la soberanía nacional y con el cuidado del medio ambiente. Habrá que ver si lo logran aprovechar.