Por Vivian Palmbaum y Gonzalo Reartes
El sábado 27 de enero se realizó la Jornada Luciano Arruga, a nueve años de su desaparición. En defensa de los derechos humanos de niñas, niños y adolescentes, en la plaza Luciano Arruga de Lomas del Mirador. Frente a un Estado responsable ayer y hoy de la suerte de nuestos pibes y pibas, mientras las únicas políticas públicas son las iniciativas de baja en la ley de imputabilidad, la represión, encarcelamiento y muerte.
En la primera parte de la jornada, en la asamblea de familiares y víctimas se destacó la presencia de Sergio, hermano de Santiago Maldonado a seis meses de su desaparición y muerte, el papá de Rafael Nahuel, Rafita, junto a familiares de víctimas de Cromañon. Nora Cortiñas también estuvo presente. A continuación, una jornada cultural para darle curso a las expresiones populares.
Tal como sucedió con Luciano hace 9 años, poco más de 6 meses atrás Santiago Maldonado fue víctima de un similar accionar de las fuerzas de seguridad del Estado Nacional a través de Gendarmería, que fueron los últimos que estuvieron con Santiago cuando aún estaba con vida, en medio de una brutal represión. Rafael Nahuel, hace poco más de un mes también fue víctima del accionar de las fuerzas del Estado que estigmatizan a las y los jóvenes de las clases populares, sobre todo si luchan por sus derechos. Los gobiernos cambian pero las lógicas contra los y las más vulnerables se prolongan en el tiempo.
En la asamblea de familiares, se abre un espacio de diálogo para compartir sus voces y sentires. Sergio Madonado expresó que “Yo soy nuevo en esto, apenas 6 meses, estaba en otra realidad y nadie te prepara para esto, un día te toca. Necesito conocer a todas las familias, es otro espacio, no le hablas a una multitud como en Plaza de Mayo, se comparten varias experiencias, una forma de compartir el dolor, a todos nos une el mismo sufrimiento”.
Cromañon parece ser la más clara muestra de una tragedia colectiva, que sucedió por un Estado que abandonó a nuestras pibas y pibes junto con sus sueños. Silvia Bigna de familiares de las víctimas de Cromañon dijo: “La masacre de Cromañon que sucedió hace trece años, la masacre de once, las inundaciones evitables, el boliche Beara o los talleres clandestinos son las distintas caras de un Estado represor y criminalizador, que abandona a los pibes y los hace matar en un boliche con la complicidad de los empresarios y un grupo musical, el mismo que provoca el gatillo fácil. En este camino los familiares nos fuimos encontrando. Uno pelea porque no tiene otro remedio, porque la memoria de los nuestros necesita que estemos y porque después que nos pasó lo peor, resulta que les pasó a otras familias, después vino Luciano, y antes vino Maxi y Darío y después vino Santiago Maldonado y Rafael Nahuel, entre tantos. En la calle en el encuentro con otros familiares siempre está el abrazo, y aprendimos luchando y de otros ejemplos, como los que están hoy acá (en alusión a la presencia de otros familiares de víctimas). Lo que aprendimos fue que no solo luchamos por nuestros hijos sino por otras luchas”.
Nora Cortiñas, presente una vez más en cada lugar donde se denuncian las injusticias, expresó: “En una jornada triste como es recordar la desaparición de Luciano Arruga, que el grupo de familiares y amigos podamos estar todos juntos para recordarlo con una sonrisa como el hubiera querido, con la alegría de los niños, porque a él le hubiera gustado, porque Luciano Arruga era casi un niño. Hoy se explicaron situaciones que estamos viviendo, entre todas y todos tenemos que luchar contra lo que estamos viviendo”. Norita no pudo eludir la grave situación de las y los 250 trabajadores que son despedidos del INTI y su sufrimiento, además recordó a las y los trabajadores del Hospital Posadas, y quienes están siendo despedidos en distintas dependencias del Estado. “Todos los trabajadores de todos los espacios son imprescindibles, cada uno tiene su valor. Nosotros vamos a tener que ser los forjadores de un camino para volver a renacer como un país con justicia social donde no haya represión y persecución a los luchadores. Las diferencias que se acentuaron por la maldita política partidaria tenemos que dejarla de lado, si no nos juntamos para revertir la situación de hoy, nos vamos al fondo de la historia”. Y agregó: “No vernos como enemigos unos y otros”. Para finalizar hizo un llamado a acompañar las luchas de las y los trabajadores despedidos. “Seguimos pidiendo que se abran los archivos, no perdonamos, no nos reconciliamos, queremos toda la verdad, toda la memoria y toda la justicia. 30.000 detenidos desaparecidos presentes”.
Luciano
Luciano Arruga fue visto con vida por última vez el 31 de enero de 2009. Previamente, en la segunda mitad de 2008, había sido sometido a detenciones ilegales y torturas por parte de la policía, que lo verdugueaba cada vez que lo encontraba por la calle. Al rehusarse a ser soldadito, al rechazar un arma policial y cometer delitos para la policía, fue marcado y posteriormente hostigado permanentemente.
Es importante hoy remarcar el ejemplo de Luciano de haber tenido el coraje de decir “NO”: “No quiero tu fierro con el número de serie limado. No quiero tu garantía de sacarme rápido de la comisaría cuando caiga por los hechos que me obligás a hacer para no armarme una causa. No quiero tener que vivir en ese círculo eterno, en el cual sólo la policía corrupta se beneficia” y el Estado se beneficia porque encierra. Persigue y mata a una generación de jóvenes que podrían luchar por sus derechos.
El 17 de octubre de 2014 fue hallado su cuerpo, luego de una búsqueda incansable. Estaba enterrado como NN en el cementerio de Chacarita. Esa fecha no indica el final, sino la continuación de la lucha; continuación que a la vez se vuelve certeza, a través de esa frase que hace eco hasta el día de hoy: “Lo mató la policía, lo desapareció el Estado, lo encontramos luchando”. Reivindicamos la lucha que llevaron a cabo Mónica Alegre y Vanesa Orieta, mamá y hermana de Luciano, junto a los organismos de derechos humanos durante estos nueve años.
Este ejemplo nos recuerda, desde la práctica concreta, que no se trata de cuestionar el accionar de un policía, sino de un Estado que no tiene otra política para niños, niñas y jóvenes que la represión. Así lo indica el último Informe de Correpi 2017 donde se revelaron las cifras negras que indican que “Cada 23 horas el estado mata una persona” con la abrumadora precisión que constituye que el 50 % de las víctimas de gatillo fácil y muertes en lugares de detención son las y los jóvenes de hasta 25 años y además que estos asesinatos en donde la primera causa de muerte a manos del Estado se produce por caminar por el barrio o estar detenido. Tal como indica el Informe, el incremento de la represión ha tenido una escalada sin precedentes desde el regreso de la democracia, en 1982.
Estigma y política de Estado
Estigmatizar y criminalizar a la juventud aparece como consecuencia inevitable de un sistema social, político y económico cuyos principios se basan en la marginación de las mayorías populares, como mandato casi obligatorio del poder político (representado por los gobiernos de turno), los medios de comunicación masivos (generadores y promotores de la violencia) y la policía (el brazo armado del Estado). El mismo sistema que margina a los pibes y las pibas de las barriadas populares, los condena como responsables de su propia exclusión.
Detrás del oportunismo, la inoperancia del poder político y un Estado que se desentiende de los sectores más vulnerables y los estigmatiza. Debemos remarcar una y otra vez que el problema fundacional es estructural y que tanto el abuso de autoridad como el acoso policial no son posibles sin la correspondiente complicidad entre estos actores: el Estado y las instituciones represivas.
Mientras exista y se continúe reproduciendo esta connivencia, la corrupción que caracteriza al chantaje policial continuará aflorando día a día y los pibes y pibas, principales y estelares víctimas, seguirán pagando los platos rotos y dembulando por laberintos sin salida, condenados y condenadas de ante mano, con la cárcel y el resentimiento hacia la sociedad como destino asegurado.
Luciano vive, como todos los pibes asesinados ilegalmente por la policía en casos de gatillo fácil, en cada piba y pibe de barrio que es acosado por la policía, que es criminalizado por la sociedad, que es estigmatizado por los medios de comunicación, que es ignorado por la educación formal, que es excluido por un Estado cuya primer y elemental obligación es la de garantizar el ejercicio pleno de los derechos de todos y todas.
No se trata de la cara en la remera, sino de recordar su ejemplo y convertirlo en práxis, en práctica cotidiana, en laburo concreto a desarrollar en los barrios, en impulso para luchar por crear ese nuevo mundo que queremos. Crearlo en el aquí y en el ahora. Porque los Lucianos de ayer son los Santiago Madonado y Rafael Nahuel de hoy donde lo colectivo aparece como una respuesta y un antídoto para denunciar y evitar que siga sucediendo.