En el acto central por el 197 aniversario de la Declaración de nuestra independencia realizado en Tucumán, Cristina Fernández de Kirchner focalizó gran parte de su discurso en el sustento que el “modelo” otorgó al sector privado local. Un llamado a los empresarios.
En la fría tarde tucumana de ayer, pasadas las 14:00 horas, comenzó en el Hipódromo de San Miguel el acto central por la conmemoración del 197 aniversario de la Declaración de la Independencia de la Argentina. Luego del himno a cargo de los Granaderos a caballo y del discurso del Gobernador local, José Alperovich, la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner cerró la actividad con un discurso donde priorizó referirse al sector privado.
Mientras repasaba los resultados de la “década ganada”, se centraba en la necesidad de una mayor unidad regional, volvía a pedir por el voto popular del Consejo de la Magistratura y aprovechaba el Caso Snowden para negar otra vez el Proyecto X, Cristina también se focalizó fuertemente en los logros del “modelo” para el desarrollo del empresariado y la banca locales, en sintonía con su mentado intento de promover un “capitalismo serio” de raíz nacional.
Por eso, primero, enfatizó la importancia que para su gobierno poseen las empresas privadas para el progreso del país al sostener que Estado y sector privado, ambos, son vitales para el crecimiento. Enseguida, recordó que durante estos diez años de período kirchnerista “el Poder Ejecutivo ha administrado el comercio ayudando al empresariado y a la banca nacional como nunca antes nadie lo había hecho”. Así, si “hasta el año 2003 la posición dominante en el sector financiero era la banca extranjera, hoy es la banca nacional (…) Lo mismo pasa con los industriales, con los empresarios, con los comerciantes… Esa es la Argentina que hemos reconquistado”.
Desde esta perspectiva, en el día de la independencia, llamó a los sectores dominantes nativos a sostener el “modelo” kirchnerista porque éste sería su mejor resguardo: “digo que es necesario tener inteligencia para esta etapa y comprender la figura del Estado como gran constructor de las políticas económicas, sociales, reconocer [en él] algo muy importante para ayudar a desarrollar aún más el sector privado”, porque “así como no va haber trabajadores independientes en un país dependiente, tampoco va a haber grandes empresarios ni grandes financistas si no logramos sostener el modelo”.
Por lo tanto, pidió al capital local “un poco de sentido común. No pido generosidad, no pido sentimientos, estamos hablando de economía y yo también soy fría cuando hablo de economía y de intereses”.
Sin embargo, como indicara Ulises Bosia en el artículo “9 de julio” publicado en Marcha el día lunes, estas palabras chocan con una realidad en la que la extranjerización de la economía no ha cesado. Como allí se menciona, “hoy es posible decir que el capital extranjero tiene una influencia decisiva en la economía argentina. La magnitud de este problema es tal que en el 2011 el 80,4% del valor generado por las 500 empresas más grandes correspondió a firmas extranjeras”.
Una de las principales consecuencias de esta situación es precisamente “la limitación al desarrollo de la industria nacional, en la medida en que la producción local es planificada como un eslabón de una cadena que se despliega por varios países”, sin contar la necesidad de mantener salarios relativamente “baratos” para la inversión extranjera.
Por otra parte, valga redundar también en la vigencia de una ley sancionada por la última dictadura militar y reformada durante el menemismo, como la 21.382, que afirma que “los inversores extranjeros que inviertan capitales en el país tendrán los mismos derechos y obligaciones que la Constitución y las leyes acuerdan a los inversores nacionales” a la vez que asegura la libre disponibilidad para el giro de las ganancias empresarias al exterior del país y la ausencia de requisitos de inversión. Esto, junto con la existencia de Tratados Bilaterales de Inversión con múltiples países mediante los que los capitales extranjeros gozan de diversos incentivos, profundizan una realidad dispar a la relatada.
Lo que sí es cierto es la altísima rentabilidad que logró el empresariado en nuestro país durante el kirchnerismo (en algunas ramas incluso más alta a la de la década del noventa), mientras que “el poder de compra real del salario de la clase trabajadora en promedio solamente pudo recomponerse ligeramente por sobre el nivel del año 2001”.
Esto les recordaba Cristina a los empresarios, sobre todo cuando un referente de la Unión Industrial Argentina al que se consideraba cercano a la Casa Rosada -José Ignacio de Mendiguren- integra hoy día la lista a diputados del Frente Renovador de Sergio Massa.
Cabe subrayar también que antes de hablar ante la concurrencia en compañía del Gobernador Alperovich, durante el Tedeum que Cristina compartió con la curia local, Alberto Lebbos, padre de Paulina, mujer asesinada en Tucumán siete años atrás y cuya familia apunta al hijo del gobernador –Gabriel- como uno de los principales sospechosos del hecho, fue reprimido junto a organizaciones sociales con gas pimienta y palazos por la policía provincial por intentar acercarse a la Catedral donde estaba desarrollándose la ceremonia.