Por Miguel Mazzeo / Foto: Tadeo Bourbon
En contra del clamor popular, ignorando las masivas movilizaciones, pasando por alto el abecé del pragmatismo político, la coalición de derecha que gobierna Argentina (incluida a una buena parte del Partido Justicialista), aprobó una ley que afecta directamente a los sectores más vulnerables de la sociedad. Todo indica que persistirá tozudamente en esa vía. Consumada la contra-reforma previsional, vendrá la contra-reforma tributaria y otras contra-reformas. La ley fue aprobada, además, en un contexto de represión, por momentos desquiciada. ¿Qué futuro puede tener un gobierno que sanciona leyes entre gallos y medianoche, en una atmósfera de gases lacrimógenos, entre balazos de goma y bastonazos, entre patrulleros y carros hidrantes?
Quedó en evidencia que el gobierno no tiene margen de maniobra. Sería excesivo decir que “representa” los intereses de los grupos económicos concentrados, de la burguesía terrateniente, del capital financiero. Hablar de representación sería introducir unas mediaciones inexistentes. El gobierno es la expresión más pura y genuina de esos intereses. Y está obligado a “obedecer mandando”, utilizando unos métodos de control social abierta y anacrónicamente disciplinarios.
El gobierno está atravesado da cabo a rabo por una matriz violenta basada en la irresponsabilidad social y en la falta de amor a la fragilidad. El gobierno carece de compasión y tiene la indiferencia típica de los verdugos. Aunque se trate de un sello originario, estos rasgos se vienen tornando más evidentes en los últimos meses: Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, el 14 y el 18 de diciembre. El gobierno se está expulsando de su propio (y falso) paraíso. Ha desatado la ley de reciprocidad que rige a la violencia. Aunque intente estigmatizar a las víctimas, y ahora más, dado que resisten la opresión; aunque construya un “enemigo violento”; el gobierno no podrá tapar el sol con la mano y ocultar la indignación y el hastío que rigen las parábolas de las piedras.
El gobierno no tendrá más remedio que buscar consensos en zonas cada vez oscuras de la sociedad. Pero esos reservorios de individualismo, violencia y amoralidad, parecen no ser tan generosos como el gobierno pensaba. Por el contrario, adquieren visibilidad los manantiales de la solidaridad, la ética plebeya y cierta inteligencia estratégica de los y las de abajo. La Patria deviene fermento para vestirse de posibilidad de otros ritos. Es probable que estemos asistiendo al ocaso de los gurúes expertos en la manipulación de masas.
Se inicia un tiempo de signo trágico, en el sentido de la tragedia griega: un tiempo de descomposición de la polis y de tensión entre opuestos sin posibilidad de síntesis.
La defensa de la República realizada en contra de la democracia siempre conduce al autoritarismo y a la dictadura de las clases dominantes. Asimismo alimenta una crisis de la política que viene desde atrás: ¿de que sirve elegir concejales, intendentes, diputados, senadores, presidentes, sino podemos elegir nuestras propias vidas?
Desde el campo popular debemos labrar una amplia unidad resistente pero, en forma paralela, debemos redoblar los esfuerzos en la transformación de las subjetividades signadas por la burocracia y el fatalismo, tenemos que hacer de cada lugar de trabajo y estudio, de cada barrio, una gran escuela de lucha. Se trata de consolidar espacios de auto-liberación política, económica, cultural de los y las de abajo para conjugar lucha política y lucha económica.