Por Cezary Novek / Imagen: La Primera Piedra
Reseña de La casa de los eucaliptus, el nuevo libro de relatos de Luciano Lamberi.
Luciano Lamberti se ha labrado en los últimos años, libro a libro, una sólida reputación como cuentista. En su primer volumen, El asesino de chanchos, introduce un realismo sucio ambientado en paisajes rurales y pueblos perdidos de la Argentina profunda. En El loro que podía adivinar el futuro, se adentra en lo fantástico sin perder ese color regional. Entre medio de estos títulos, incursionó dos veces en la novela, con Los campos magnéticos y La maestra rural. En ambos casos, coqueteando con la ciencia ficción sin apartarse de los tópicos característicos de sus cuentos: personajes oscuros, secretos de pueblo que se murmuran en voz baja, el trabajo con lo no dicho y los narradores indiferentes. Con La casa de los eucaliptus le toca el turno al terror puro y duro.
El cine gore, las leyendas urbanas, los creepypastas, las series clásicas de sci-fi y lo mejor de la literatura de horror –desde Stephen King hasta los maestros de la era dorada del pulp de Arkham House– se dan cita en esta colección de doce relatos que juega a reinventar los tópicos del género. A medio camino entre el pastiche con guiños para los lectores frikis y la lúdica intertextual, Lamberti recrea elementos de sus libros anteriores tiñéndolos de un sabor macabro que vuelve la lectura, como mínimo, adictiva.
Sin desnudar finales ni tramas, la mejor descripción que se puede hacer del libro es la sinopsis de las historias: Los caminos internos, el primer cuento de esta colección, trata sobre un médico que se plantea su trayecto de vida mientras incursiona en un pueblo plagado de recuerdos inquietantes en una historia digna de La dimensión desconocida. El segundo relato –que lleva el mismo título que el libro– cuenta la historia de un padre de familia que pacta con una misteriosa visita; vínculo que desatará una serie de crímenes brutales. El tío Gabriel plantea una versión alternativa de zombie, más cercana a los del sueco John Ajvide Lindqvist en Descansa en paz que a los caníbales putrefactos de George Romero. Los chicos de la noche cuenta un misterioso encuentro con una tribu de skaters, relato muy afín al imaginario del primer Clive Barker, así como también a los paisajes urbanos de Mariana Enríquez. Hay una hipótesis sobre las fuerzas malignas que tiran los hilos del poder en El espíritu eterno, mientras que en Vida de E. se presenta una sátira macabra del circuito cultural, cercana a los relatos de humor negro de Gustav Meyrink. La ventana plantea un interesante intercambio entre mundos que lleva al protagonista a la destrucción de su psiquis. Eddie, por otra parte, es una historia sobre un chico retraído con una familia opresora que comienza una retorcida amistad con un ser que habita en el espejo. Muñeca, uno de los puntos más oscuros de la colección, funciona como homenaje a La gallina degollada de Quiroga mientras reescribe con estilo Lolitas de juguete, una de los más inquietantes creepypastas que circulan por la red. Acapulco pone en juego un enigma policial que deja espacio para que el lector dibuje el rostro del espanto como más le plazca. Carolina baila retoma el dilema sobre qué pasa con las cuentas de Facebook cuando los usuarios mueren. Santa, el cuento que cierra el recorrido, explora los recovecos del fanatismo, la superstición religiosa y las posesiones demoníacas con un final abierto que abre las posibilidades a imaginar lo peor.
En La casa de los eucaliptus, Lamberti amplía el universo ficcional presentado en libros anteriores con un estilo simple y directo, que invita con una lectura amena e hipnótica a aventurarse en un mundo de espantos, donde el miedo se presenta no tanto en el monstruo sino en cómo lo desconocido desnuda los aspectos menos tranquilizadores del ser humano. Descubrimiento que lleva al crimen, la locura o la destrucción a la mayoría de los personajes, cuando no deciden hacerse a un lado y convivir con el mal.
Luciano Lamberti (San Francisco, Córdoba, 1978). Es Licenciado en Letras, reside en Buenos Aires y dicta talleres de escritura creativa. Publicó Sueños de siesta (La Creciente, 2006), San Francisco (Funesiana, 2008; China Editora, 2014; poesía), El asesino de chanchos (Tamarisco, 2010; Nudista, 2012; cuentos), Los campos magnéticos (La Sofía Cartonera, 2012; China Editora, 2012; nouvelle); El loro que podía adivinar el futuro (Nudista, 2012; cuentos) y La maestra rural (Random House Mondadori, 2016; novela). Participó de las antologías: 10 Bajistas (Eduvim, 2008), Es lo que hay (Babel, 2008), Un grito de corazón (Mondadori, 2008), Hablar de mí (Lengua de Trapo, 2009), Autopista (Raíz de Dos, 2010) y No entren al 1408 (La biblioteca de Babel, 2013).