Por Pablo Tano. El inicio de la Copa Confederaciones, antesala del Mundial del año próximo, fue el detonante de las multitudinarias protestas en las principales ciudades de Brasil.
En dos semanas se registraron seis manifestaciones en 22 ciudades de Brasil en protesta por el aumento de la tarifa del transporte público, medida antipática que terminó de encender la mecha de ira de una sociedad que ya venía acumulando bronca, tensión y desesperanza cuando se empezaron a conocer los millones y millones que se destinarían en obras para la Copa Confederaciones y la Copa del Mundo.
San Pablo y Rio de Janeiro fueron las ciudades donde más personas se movilizaron: al menos 300 mil. Los mensajes que se podían apreciar en las pancartas llevaban las leyendas: “+salud, +educación, -Copa”, o “¡un profesor vale más que Neymar!” y “menos estadios, más escuelas, más hospitales”.
Una de las declaraciones más polémicas y cuestionadas por la gente fueron las afirmaciones de Ronaldo, flamante miembro del Consejo de Administración del Comité Organizador Local (COL) para la Copa del Mundo: “Sin estadios no se hace una Copa. Estoy seguro que el Gobierno está repartiendo las inversiones”.
La mayoría de los jugadores y exjugadores de la Selección pentacampeona del mundo se manifestaron a favor del reclamo del pueblo. El mediocampista Juninho Pernambucano, ex jugador de Vasco da Gama, hoy en el Red Bulls de Nueva York, sostuvo que “el fútbol tiene que participar de todo esto. Creo que es una buena oportunidad para que los jugadores confirmen que están buscando un cambio para nuestro país. Yo pido que canten el Himno de espaldas a la cancha -en referencia al partido ante México- y demuestren que el fútbol brasileño no es más importante que el pueblo”.
Los graves hechos de violencia que se sucedieron en los últimos días obligaron a la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, a expresarse al respecto: “El mensaje del pueblo deberá ser escuchado”. Y parece que la sugerencia de la mandataria hizo efecto. En menos de 24 horas, el prefecto de San Pablo, Fernando Haddad, anunció la “revocación del aumento de 0,20 centavos del valor del pasaje y que el Municipio desembolsará 8,6 billones de reales hasta 2016 para subsidiar la tarifa”.
Mientras tanto, cerca de dos mil agentes de la Fuerza Nacional custodiarán en las próximas horas el remozado Estadio Maracaná y sus adyacencias, sin quitarle los ojos de encima al imponente Palacio de Guanabara, porque se espera una nueva manifestación.
Pero la hipocresía más latente que se intenta tapar con el fútbol, una vez más, no es el aumento de la tarifa del transporte público en sí, sino que la problemática de fondo es el dinero robado e invertido en obras faraónicas para ser sede de una Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos. Y en detrimento de ello, postergar otras prioridades básicas para el progreso de un país como la construcción de hospitales y escuelas.